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Principia un curso político que, eso dicen, será caliente y grave, tanto que pondrá a prueba los conocimientos y la capacidad de nuestros dirigentes. De su mano, y en su ejercicio, ese valor al que llamamos democracia debería contribuir a que los ciudadanos, aun “conectados” a las redes, aprendamos a relacionarnos, conocernos, informarnos y, sobre todo, dialogar. Y los políticos, faltaría más, los primeros.

La democracia no puede ceder terreno al populismo ni entregarse, por la proliferación de “fake news”, a un peligro que puede hacerse permanente: la desintegración del argumento y del debate racional. Y bueno será recordar a los clásicos...

Antonio Machado, por boca de Juan de Mairena, decía que al Demonio hay que prescribirle deberes a cambio de concederle sus derechos, sobre todo el específicamente demoníaco: el derecho a la emisión del pensamiento. Y, añadía, “que como tal Demonio nos hable, que ponga cátedra, señores. No os asustéis. El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas”.

En un libro fundamental y lleno de pasión, “On liberty”, “Sobre la libertad”, publicado hace mas de ciento cincuenta años y dedicado a título póstumo a su mujer Harriet, John Stuart Mill escribió que “negarse a oír una opinión porque se esta seguro de que es falsa, equivale a decir que la verdad que se posee es la verdad absoluta. Toda negativa a una discusión implica una presunción de infalibilidad”. Precisamente por eso conviene escuchar siempre otras opiniones porque los hombres no somos infalibles y nuestras verdades, en su mayor parte, no son mas que verdades a medias y la unanimidad no es deseable a menos que resulte de de la mas completa y libre comparación de opiniones opuestas, y “que la diversidad no es un mal, sino un bien”, concluía el filosofo inglés.

Como pidiera Borges en “Los Conjurados”, además de aparcar las diferencias, acentuar las afinidades es el antídoto idóneo contra la creciente falta de dialogo porque, si no lo remediamos, creer que se posee la única verdad significa sentirse con el deber de imponerla, incluso por la fuerza. Los fanáticos pueden acabar siendo, en ultima instancia, asesinos y, como paso previo, defensores radicales y fervientes de los dogmas, de sus propios dogmas, y a lo largo de la historia el dogmatismo siempre ha producido intolerancia en la vida diaria, en las relaciones humanas y en cualesquiera de los campos del saber: en la política, en la gobernanza de las empresas, en la religión, en los pueblos y muchas veces en la Sociedad. En pleno siglo XXI ya no sirve cruzarse de brazos: ni debemos, ni queremos, ni queremos. Solo desde la educación, la cultura y el conocimiento los hombres y las mujeres nos hacemos mas sabios, mas libres y mas democráticos y, por ende, mas dialogantes, mas justos y mejores profesionales. La Educación -conocimiento mas reflexión- es el mejor bálsamo contra casi todos los males...

Una opinión, aún reducida al silencio, puede ser verdadera, y cualquier opinión guarda una porción de verdad. Hay que buscar la contradicción porque de ellas esta el hombre hecho y lleno. Hombres y mujeres somos mas personas cuando, buscando la luz y la verdad, huimos de dogmas y pasiones y, honestamente, somos capaces de asumir nuestras propias contradicciones. En el “Caligula” de Albert Camus, en una extraordinaria escena, hasta el cínico protagonista acaba creyendo (?) que dos hombres “con un alma y un orgullo similares pueden, cuando menos una vez en la vida, hablarse con el corazón en la mano, como si estuvieran desnudos el uno frente al otro, prescindiendo de los prejuicios, de los intereses particulares y de las mentiras en que viven.”

Desprotegidos y a la intemperie, convivimos con problemas que debemos aprender a solucionar mientras seguimos atesorando una creciente desconfianza en las instituciones, los gobiernos, las empresas y los medios de comunicación. Se impone, antes de que los dirigentes actúen y nos ofrezcan las soluciones que los ciudadanos demandan, otra reflexión machadiana plena de sentido común que nos ayude “a repensar lo pensado, a desaber lo sabido, y a dudar de su propia duda, que es el único modo de empezar a creer en algo”

Juan Jose Almagro

Septiembre de 2018

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