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Con una patina de entusiasmo, cobra relevancia para abordar desafíos colectivos de la sociedad actual y para las futuras generaciones, que precisan de la colaboración entre administraciones públicas, OSC y empresas. Éstas, mediante el desarrollo de productos, servicios y procesos, que combinen rentabilidad e impacto social, contribuyen a la consecución de metas como las establecidas en los Objetivos de Desarrollo Sostenible a 2030

En la tendencia de los profesionales y medios a la generación de nuevos conceptos, que nutran la dinámica actual de conocimientos e información disruptores y rápidamente asumibles, cobra creciente relevancia la innovación social, que cuenta no obstante con raíces ancladas en el tiempo.

Antes de continuar, me gustaría plantear que este frenesí conceptual no es negativo de por si, ya que permite mantener un interés que concentrar en el fondo de los conceptos, más que en la propia terminología, si bien se hace necesario estar atentos y contribuir a que el debate no se quede en la superficie, en la controversia de si se trata o no de una novedad.

Si bien existe un profuso abanico de definiciones de la innovación social, comparten una línea común, como iniciativas que generan impacto social mediante la inclusión de novedades en productos, servicios y/o procesos, que sean compatibles con la viabilidad financiera en el tiempo.

Parte de la actual relevancia se enmarca en los esfuerzos en pro de la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), exponente de la Agenda 2030 desarrollada por Naciones Unidas en colaboración con empresas y Organizaciones de la Sociedad Civil (OSC), en una colaboración que se precisa extender a la etapa de diseño e implementación de iniciativas. Con la innovación social se busca “mejorar la capacidades de la sociedad para actuar”, como se expone en una de las publicaciones que dan pie a este artículo*1 . Ello se da, por ejemplo, en torno a los desafíos colectivos que reflejan los ODS, como la eliminación de la pobreza y el hambre, o la lucha contra el cambio climático, entre otros. Desde Naciones Unidas se propugna que cada agente se concentre en aquello que mejor sabe hacer, y en el caso de las empresas, ello lo constituye el desarrollo de soluciones innovadoras, rentables económicamente, eficaces y eficientes en cuanto a recursos. No obstante, para aprovechar el potencial de la innovación social, se debe ir más allá y buscar la generación de cambios sistémicos, actuando proactivamente antes riesgos y oportunidades de la sociedad en los ámbitos social, económico y ambiental.

La innovación social constituye un concepto multivariable. Existen diferentes aproximaciones al respecto, como los siguientes 5 ejes: impacto social generado, sostenibilidad económica, tipo de innovación, profundidad de la colaboración intersectorial, y grado de escalabilidad y replicabilidad*2. De entre los anteriores, como aspectos críticos, destacan la sostenibilidad económica, que debe considerar tanto la fase inicial como la viabilidad en el tiempo, en el medio y largo plazo. Existe al respecto un número creciente de opciones de financiamiento, como los bonos de impacto social que están lanzando diferentes países para la obtención de recursos que canalizar después en el desarrollo e implementación de soluciones por parte de la iniciativa privada. Esto me lleva al segundo aspecto a destacar, la colaboración.

Desarrollada en el intersticio entre empresas, administraciones públicas y OSC, la innovación social ha de incorporar la contribución especializada de cada agente. He citado el potencial que aportan las empresas, al que se suman los diferenciadores de las OSC, especialmente su conocimiento de la realidad en terreno, y de las administraciones públicas, con el poder de crear marcos normativos que posibiliten y/o potencien el trabajo respecto de los desafíos de la sociedad. Cabe destacar que la OSC están cada vez más profesionalizadas, incorporando elementos de la gestión empresarial, como la medición de resultados y rendición de cuentas. Ello es además clave en el conjunto de la innovación social y uno de sus principales desafíos, con la proliferación de diferentes corrientes y técnicas, caso del Social Return On Investment (SROI). La incorporación de las OSC como proveedores de las empresas, generando cadenas híbridas de valor, o su transformación en empresas “de beneficios” (retorno social y económico) (benefit corporation, B-Corporation) , constituyen ejemplos de avances en dicha profesionalización.

Entre los terrenos donde más se ha avanzado en innovación social, se encuentran los negocios en la base de la pirámide, mediante los que las empresas modifican sus productos y servicios, o generan otros nuevos, para dar respuesta a las necesidades de los sectores más desfavorecidos. Lo que inicialmente ha estado focalizado en los países en desarrollo, en sectores como la alimentación, salud e higiene y educación, está cobrando actualmente relevancia también en las naciones desarrolladas*3. Con diferencias en cuanto a los modelos de aproximación a las problemáticas sociales, en función de uno u otro espacio de actuación, comparten que la empresa pone la innovación al servicio de la resolución de desafíos sociales o ambientales, que influyen en la calidad de vida de la población actual y las expectativas para las futuras generaciones, sin dejar de lado el retorno económico. De esta manera se atienden las necesidades y expectativas de los diferentes grupos de interés de la compañía, desde las comunidades a los inversores. Si visualizamos esto como un polígono de múltiples vértices, se avanza del centro a los extremos en los diferentes ejes a la vez, aunque con diferencias en cuanto a la distancia que se va recorriendo en cada uno de ellos.

Caminando al final de estas palabras, es importante evitar la confusión entre innovación social y Responsabilidad Social Empresarial (RSE). No se trata de la evolución terminológica de un mismo concepto. A través de la RSE la empresa se hace cargo de sus impactos, mientras que con la innovación social pone al servicio del desarrollo de la sociedad sus capacidades de diseño e implementación de productos, servicios y soluciones, ampliando el alcance de sus grupos de interés. Si es cierto que no debería entenderse una sin la otra, es decir, que las compañías trabajen en ambas líneas como sustento de un desempeño coherente.

1. Buckland, H. y Murillo, D. La innovación social en América Latina. Marco conceptual y agentes. ESADE, Instituto de Innovación Social, y FOMIN (2014).

2. Vives. El cuarto sector: Empresas nacidas con responsabilidad (2012).

3. M. López. Negocios en la base de la pirámide, ¿en países desarrollados? (2016).

 

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OpiniónEmpresas

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