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Los archifamosos Sherlock Holmes y su ayudante Watson deciden parar una noche en la campiña inglesa, aprovechando las buenas condiciones climatológicas. Llegados al lugar elegido. Después de un análisis minucioso, montan la tienda de campaña. Horas más tarde, ya entrada la noche, Sherlock Holmes se despierta y llama a su fiel amigo: “Watson por favor, mire al cielo y dígame qué ve”

Watson se despierta sobresaltado, todavía somnoliento, abre los ojos, mira al cielo y responde: “Pues... bien... veo millones y millones de estrellas”. “Y eso, ¿qué le indica querido Watson?” Watson termina de despertarse, se da cuenta de que va a tener que responder con más precisión y plenamente decidido a impresionar a su amigo con sus dotes deductivas contesta: “Desde un punto de vista astronómico, me indica que existen millones de galaxias, y por lo tanto, billones de planetas....Astrológicamente hablando, me indica que Saturno está en conjunción con Leo... Cronológicamente, deduzco que son aproximadamente las 3,15 de la madrugada”. A estas alturas Watson está ya lanzado y se recrea en su exposición: “Teológicamente, puedo ver que Dios es todopoderoso y nosotros pequeños e insignificantes. Meteorológicamente, intuyo que mañana tendremos un hermoso y soleado día...”. Llegados a este punto, Watson, totalmente crecido y convencido de haber dado cumplida respuesta, pregunta a Holmes:

“Y a usted, ¿qué le indica este cielo, mi querido Holmes?” Holmes se queda mirando fijamente a Watson y tras un corto silencio, le dice: “¡Algo elemental, querido Watson! Cada día es usted más imbécil. ¡Nos han robado la tienda de campaña mientras dormíamos!, ¡Nos han robado la tienda de campaña! ... y no es capaz de percibir lo esencial, más allá de los contextos…”

En España, como Watson en  la noche de acampada, somos incapaces de percibir una evidencia. Porque ya podemos hablar y hablar de digitalización, Industria 4.0, de nuestro deficiente nivel de empleo y de las dificultades que padecemos para producir el tan necesario cambio de modelo productivo. Si no percibimos lo esencial como, desde todos los ámbitos año tras año, informe tras informe, nos advierten que: ‘España tiene un grave problema de formación profesional’.

Nos lo recuerda la Comisión Europea cuando señala en su Recomendación número 12 del Consejo, relativa al Programa Nacional de Reformas de 2016 de España: “ El cada vez más rápido cambio que la composición sectorial del empleo en España viene registrando desde 2008 se ha visto acompañado por un aumento de la inadecuación de las cualificaciones. El bajo nivel general de cualificación dificulta la transición hacia actividades de mayor valor añadido y mina el crecimiento de la productividad. A pesar del gran número de personas con estudios superiores, la oferta no está suficientemente adaptada a las necesidades del mundo laboral” (Libro Blanco sobre el Sistema de Formación en el Trabajo CEOE 2017).

Lo expresa que el 46% de la población española entre 25 y 64 no supera la calificación equivalente a la enseñanza secundaria, frente  el 25 % de la UE21. Sólo Malta y Portugal están por detrás de nosotros.

O que, en 2016, un año más, el World Economic Forum, en su Índice de Capital Humano que mide el grado de aprovechamiento del capital humano desde la relación del sistema formativo y el mercado de trabajo de los países, señala que España figura en el penúltimo lugar de los miembros de la Unión Europea, por detrás de Rumanía o Portugal.

A pesar de estas evidencias, del enorme paro juvenil que padecemos, de saber que en el futuro inmediato el 50 % de los nuevos empleos exigirán conocimientos de formación específica, así como de que la mayoría de los actuales empleos se transformarán y tendrán que adaptarse, en España la formación, y en particular la formación profesional, sigue estando muy lejos del centro del debate social, de las preocupaciones y de la acción de nuestras organizaciones políticas. Muy lejos también de la importancia que hoy debería tener en las relaciones laborales y en la negociación colectiva en las empresas y los sectores.

La pregunta es si, a pesar de las evidencias, seguiremos con la imbécil actitud que venimos arrastrando desde décadas en relación a la educación y a la formación profesional. Porque si la respuesta es que sí difícilmente podemos imaginar un futuro mejor.

 «Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez » El principio de Hanlon

Quim González Muntadas

Director de Ética Organizaciones SL

En este artículo se habla de:
OpiniónEmpresasNacional

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