Es una buena noticia si tenemos en cuenta que el Informe del Consumo de Alimentación en España 2015 (de mayo 2016), destaca que los hogares españoles tiraron a la basura 25,5 millones de kilos por semana, y que esta cantidad es el 4,53% del total de alimentos comprados al año. Además, una parte importante de todo este tesoro despilfarrado corresponde a alimentos sin procesar. Que se cocina poco en los hogares es un estilo de vida que viene de lejos; y un síntoma es el auge de empresas como Just Eat (intermediaria entre los restaurantes y los clientes), pizzerías de entrega a domicilio y otros.
Hay muchas iniciativas que buscan reconducir las malas prácticas en materia de despilfarro de alimentos. En España está creciendo rápidamente el movimiento Nevera Solidaria (#lacomidanoesbasura), mientras que en países como Francia la legislación prohíbe a los supermercados arrojar a la basura alimentos en buen estado.
Y hacen muy bien, ojalá se nos pegue algo para movilizarnos en ese sentido. Porque es verdaderamente escandaloso que estemos tirando toneladas de comida mientras tengamos que hacer llamamientos solidarios a la población para hacer acopio en los bancos de alimentos.
Es una situación inaceptable desde el punto de vista ético. Si echamos un vistazo a los datos que nos ofrece el Programa Mundial de Alimentos, el hambre mata a más personas cada año que el SIDA, la malaria y la tuberculosis juntos; alrededor de 795 millones de personas en el mundo no tienen suficientes alimentos para llevar una vida saludable (una de cada 9 personas en la Tierra), y la nutrición deficiente es la causa del 45% de las muertes en niños menores de 5 años.
Pues bien, en medio de todo este panorama de sinsentidos acabo de enterarme de que el 5% de la población tiene algún trastorno alimentario. Además de las conocidas enfermedades Anorexia y Bulimia, hemos enriquecido el repertorio con tres más: Ebriorexia (compensar la ingesta elevada de alcohol con dejar de comer para adelgazar), Ortorexia (obsesión por comer sano con alto riesgo de desnutrición) y Diabulimia (diabéticos que malinterpretan intencionadamente el tratamiento para bajar de peso).
Las estadísticas dicen que un alto porcentaje de personas que sufren estas enfermedades son mujeres, y que el binomio moda + alimentación es un factor de peso. (Y nunca mejor dicho).
Las estadísticas también dicen que si las mujeres agricultoras tuvieran el mismo acceso que los hombres a los recursos, el número de personas con hambre en el mundo podría reducirse hasta en 150 millones.
De modo que en esta sociedad basada en valores masculinos tenemos un montón de mujeres que presentan comportamientos aberrantes respecto a las pautas alimenticias, y simultáneamente un montón de mujeres con graves impedimentos para acceder a los recursos básicos para producir vegetales comestibles.
Es posible, solo posible, que si la mujer consiguiera la igualdad real con el hombre en todas las sociedades del mundo, podríamos evitar que unas dejaran de minusvalorarse como personas y otras estuvieran en igualdad de condiciones para alimentarse a sí mismas y a los suyos.
Teniendo en cuenta que hay más mujeres que hombres en el mundo, y que ONU Mujeres ha demostrado que el empoderamiento femenino es positivo para ambos géneros en materia de bienestar, estamos tardando mucho en exigir a nuestros gobiernos que ataquen de raíz todas estas lacras; un planteamiento global y estratégico conseguiría, sin duda, una sociedad más ética en la que no haría falta prohibir que los alimentos acaben en la basura y que, por supuesto, no hubiera tantas personas sufriendo hambre y calamidades. Porque no se trata de ayudar a los desfavorecidos, sino de que las personas puedan vivir con la dignidad que todo ser humano merece. ¡Aupa mujeres! J
Edita Olaizola @EditaOla