Publicado el
De cómo convertir en hechos el acuerdo contra el cambio climático de la Cumbre de París

El acuerdo de París sobre cambio climático ha sido una de las noticias más esperanzadoras para el futuro de todos. Ha puesto punto final al escepticismo sobre la posibilidad de aplicar una política global en la lucha contra el cambio climático más ambiciosa y eficiente en todo el mundo, y además ha puesto en valor el compromiso medioambiental europeo, articulado sobre los países coaligados en lo que ha dado en llamarse la gran ambición.

Como sucede con todas las grandes cumbres internacionales, tan trascendente como el acuerdo final es la forma concreta en que esas decisiones se van a trasladar al día a día empresarial. Para las empresas que nos hemos comprometido abiertamente con la gestión del impacto ambiental, es importante poder aterrizar las grandes líneas del acuerdo de París. En general, teníamos más o menos desarrollada una hoja de ruta, basada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio planteados por Naciones Unidas en otoño, y sobre esa base, más los acuerdos concretos parisinos, estamos dando los primeros pasos para que los nuevos objetivos de eficiencia energética no se queden en papel mojado.

El hilo argumental de las acciones debería ser mejorar los impactos que nuestra actividad genera en el entorno. Se trata de extender esos procesos de mejora en cada una de las fases del proceso productivo, en nuestro caso a lo largo de toda la cadena de valor alimentaria. Equivale a aplicar sistemas de aprovisionamiento cada vez más sostenibles, una producción más eficiente, a avanzar en el ecodiseño de los envases, a buscar modelos de movilidad más sostenibles y a testar nuestra huella ambiental. Todo ello, además, con criterios de implicación, transparencia y visibilidad.

Ya es posible incorporar coches híbridos en las redes comercial y de asistencia técnica, así como camiones de corta y larga distancia más sostenibles. Los modelos eléctricos para la distribución urbana de mercancías también son una feliz realidad, como atestigua el proyecto FREVUE de reparto eléctrico, que en Madrid aplicamos Seur y Calidad Pascual.

Existen certificaciones Cinco Estrellas Ecostars, o como las normativas Euro 5 y Euro 6, que permiten cuantificar todos esos avances. Cada paso, por pequeño que sea, ayuda a reducir la huella de carbono y nos acerca a cumplir los objetivos de calidad del aire, sobre todo en emisiones de óxido de nitrógeno y partículas.

Procuramos también implicar a los ganaderos en proyectos para impulsar la eficiencia y la sostenibilidad. Por ejemplo, se han conseguido avances en el empleo del estiércol como fertilizante orgánico, se aplican sistemas de alimentación de mayor digestibilidad para el ganado y, si hablamos de la soja, la sustitución de fertilizantes minerales está permitiendo reducir la huella de carbono.

Fábricas y plantas son otro punto neurálgico en cualquier gestión eficiente del impacto ambiental. Auditorías energéticas, sistemas de medición de la eficiencia o indicadores comparativos de energía y medio ambiente son herramientas de gran ayuda y permiten resultados muy significativos. En nuestro caso se ha reducido más de una cuarta parte nuestra ratio de consumo eléctrico, con un ahorro de 465 millones de kilowatios hora en energía primaria, y de casi un 30% en nuestra ratio de consumo de agua en los últimos cinco años. Además, mantenemos una alianza energética global con EDF Fenice Ibérica en nuestras fábricas de Gurb y Aranda de Duero, y que en solo un año nos ha proporcionado un ahorro global del 11% en facturación energética.

Muchas otras medidas eficientes se están convirtiendo en una costumbre cotidiana para las empresas agroalimentarias. La fabricación de envases está reduciendo gradualmente el consumo de materiales, y se tiende a emplear los que resultan más sostenibles. El papel de los briks de leche, por ejemplo, procede de bosques gestionados de forma sostenible, un principio certificable a través del oportuno sello del Consejo Supervisor Forestal.

Cada detalle cuenta, y por fortuna cada vez nos estamos volviendo más detallistas. Los lodos de depuración pueden emplearse como abono orgánico. La pulpa y cascarilla de la soja, como alimentación animal. Las cáscaras de huevo desechadas en la producción de ovoproductos se reciclan para plantas de compostaje, y los biogases generados pueden ser un combustible alternativo al gas natural en una planta de cogeneración. Todo suma, y cada ahorro energético, cada pequeño avance en eficiencia, nos acercan un poco más al gran objetivo de revertir el cambio climático. En definitiva, en las pequeñas cosas también podemos demostrar grandes ambiciones.

Francisco Hevia Obras,

Director Responsabilidad Corporativa y Comunicación de Calidad Pascual

 

¡Comparte este contenido en redes!

300x300 diario responsable

Advertisement
Este sitio utiliza cookies de terceros para medir y mejorar su experiencia.
Tu decides si las aceptas o rechazas:
Más información sobre Cookies