Pero, ¿de verdad que tiene sentido invertir tiempo y dinero en mejorar una imagen pública que se contradice con prácticas poco responsables? ¿Por qué habrían de realizar acciones costosas que tienen un bajo impacto en su cuenta de resultados? La respuesta es sencilla. No es comunicación, es estrategia
Un gran número de personas piensan que la responsabilidad social solo atañe a aquellas cuestiones que la empresa hace de puertas para fuera, como una manera de contribuir a un mundo que está desequilibrado. Y si esta es la concepción que se tiene de la responsabilidad social es fácil pensar también que las empresas, cuyo principal fin es el beneficio económico, lo hagan para lavar su imagen. Pero si profundizamos en esta realidad, ¿de verdad que tiene sentido invertir tiempo y dinero en mejorar una imagen pública que se contradice con prácticas poco responsable de empresas que producen en países en vías de desarrollo en terribles condiciones para esos trabajadores, usan contaminantes que arrasan con ecosistemas y generan unos volúmenes de emisiones de CO2 que afectan directa y ferozmente al cambio climático? Las empresas son entidades extremadamente inteligentes, que miden cada céntimo que invierten y gastan, ¿por qué habrían de realizar acciones costosas que tienen un nulo o bajo impacto en su cuenta de resultados? La respuesta es sencilla si entendemos que la premisa de la que hemos partido en falsa. Las empresas no aplican la Responsabilidad Social como medio de comunicación sino que realmente la integran como parte estratégica en la gestión de su modelo de negocio.
¿Qué significa que las empresas integran las Responsabilidad Social de manera estratégica en su modelo de negocio? Significa que acogen un nuevo modelo de gestión basado en sus grupos de interés (aquellos grupos de personas que influencian o son influenciadas por su actividad) y la gestión de sus impactos (cómo afecta la actividad a todos esos grupos de interés y cómo gestionar el riesgo proveniente de dicha interacción). ¿Para qué sirve hacer esto? Para asegurar su supervivencia en el mercado. Ni más, ni menos. ¿Y qué significa asegurar su supervivencia? Significa ganar más, durante más tiempo. Es decir, una estrategia a largo plazo.
Ahora que ya empezamos a vislumbrar la razón que lleva a todas las grandes marcas mundiales a tener proyectos destinados a la felicidad en el trabajo (atracción y retención de talento, menores tasas de rotación y absentismo y, en consecuencia, aumento de la productividad), reducir los impactos ambientales (que en realidad reduce costes y prepara a la organización para futuros cambios en el uso de combustibles empelados actualmente), desarrollar protocolos de compras responsables en toda la cadena (gestión de impactos derivados de las condiciones de los trabajadores en países en vías de desarrollo y materiales empleados, así como las relaciones de confianza con los proveedores que permiten acuerdos win-win) desarrollar nuevos productos/servicios destinados a cubrir necesidades reales (asegurarse clientes a los que satisfacer) o realizar campañas de sensbilización o apoyo a causas sociales/medioambientales (que forman masa crítica para consumir sus nuevos productos o servicios “responsables”), es fácil entender por qué hablamos de estrategia.
Pero…¿entonces las empresas no hacen RSE porque son buenas? ¿¡Sólo quieren parecerlo y así ganar más!?. No. No quieren parecerlo, quieren serlo, efectivamente para ganar más y mejor. Resulta que la gestión ética de las organizaciones es rentable a corto, medio, y, sobre todo, largo plazo. Y esto, es una gran noticia. Hacer las cosas bien no está reñido con ganar menos. Al contrario. No hacer las cosas bien es directamente proporcional a tener problemas. Y los problemas hay que solucionarlos y para ello hay que gastar tiempo y dinero. ¿Qué tal si prevemos desde un principio cuáles son estos riesgos que pueden surgir con nuestro modelo de negocio y activamos protocolos y acciones para evitar que se den? Mmmm…parece bastante inteligente. Lo cierto es, que a pesar de que la Responsabilidad Social es algo lógico que cae de cajón, no todas las empresas, y, mucho menos, las Start Ups la tienen en cuenta. No es algo que deba extrañarnos, porque, en realidad, apenas tienen estrategia. Concentran y gastan la mayor parte de energía en hacer funcionar de manera intuitiva y apagafuegos su modelo de negocio, reinventando cada día en función de las circunstancias. Son empresas “gallina sin cabeza” y su éxito depende, básicamente, de la suerte, pero este es tema para otro post.