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Cada vez que escucho o leo al personaje público de turno diciendo que sus palabras han sido publicadas “fuera de contexto” no puedo evitar que un gusanillo me recorra el estómago. Automáticamente pienso que ya me han vuelto a tomar por tonta (a mí y a todos).  Sigo leyendo/escuchando la noticia en cuestión, con la esperanza de que realmente esta vez SI fuesen palabras sacadas de contexto, pero la realidad es que hasta ahora nunca ha sido así.

Bueno, eso no es del todo cierto.  Existe una práctica, muy extendida en la industria del entretenimiento, conocida como “contextonomía” (contextomyblurbing o quote mining)(1), en la que utilizan frases sacadas de contexto con el fin de publicitar una película, un libro o una serie, haciéndonos creer que ha tenido una buena crítica cuando la realidad es otra.

Le pasó a Vanity Fair cuando presenciaron pasmados cómo sus palabras fueron totalmente manipuladas para dar una idea errónea sobre la opinión de uno de sus críticos.  En 2010, la revista publicó una crítica de la serie “Perdidos” (Lost), de la que opinaban era “la serie de televisión más confusa, asnal, ridícula –y de alguna forma increíblemente adictiva- de todos los tiempos” (“the most confusing, asinine, ridiculous —yet somehow addictively awesome — television show of all time.”). Sin embargo, los productores de la serie se encargaron de recoger sólo el final de la frase: “la serie de televisión más increíblemente adictiva de todos los tiempos” (“The most addictively awesome television show of all time”). Hay ocasiones en las que se ganan a pulso aquello de publicidad engañosa.

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En lo que a publicidad se refiere, los productores de la serie no estaban tan perdidos…

Como es fácil de imaginar, la contextonomía también se utiliza mucho en política.  Su fin último no es otro que el de descontextualizar la frase expresada por el oponente de otro partido, para tergiversar su posición con respecto a un tema (llevándola al extremo) y de esta manera poder refutar sus argumentos más fácilmente.  También se hace para presentar al candidato de la oposición como alguien de ideas extremas, desdeñables, y generalmente muy reprochables, con quien es imposible dialogar –ya no digamos defenderle o apoyarle- por tener una visión del mundo que no convive con el sentir general. De esta forma, el objetivo de esta descontextualización no es otro que crear un rechazo de tal extremismo entre la sociedad (y los votantes) o de buscar que un colectivo en particular se posicione en defensa de una idea contraria, aunque igual de extrema.

Hubo una época en la que eso era posible.  Puede ser que, en muchos sentidos, todavía hoy se puedan publicar titulares con frases totalmente sacadas de contexto.  Pero, si tal falacia es refutable, ya se encargarán los agraviados -y sus equipos de comunicación- de demostrarnos que ellos realmente querían decir otra cosa.  La realidad es que, a día de hoy, son muy pocas las ocasiones en las que un tuit, un post o unas declaraciones pueden sacarse realmente de contexto. En los tiempos que corren ya nada ni nadie puede aislarnos del mundo que le rodea, mucho menos pretender que no quede rastro de lo que se hace y dice en redes sociales.

Aunque la prensa sólo me enseñe un tuit, para mí (y para cualquiera) es fácil comprobar la conversación completa de un usuario de Twitter, ver el post completo en Facebook o el video con sus declaraciones sin recortes en YouTube.  Siempre habrá un alma caritativa que, en un ejercicio supremo de transparencia (o de mala leche, según defienda o acuse) se encargue de hacer capturas de pantalla antes de que el “perjudicado” opte por la peor estrategia posible: borrar lo publicado o cerrar su cuenta.

El problema real es que seguimos creyendo que podemos hablar en las redes sociales como si estuviésemos en nuestra casa o en el bar de la esquina.  Algunos hablarán de libertad de expresión, la cual defiendo a ultranza.  Pero si crees que puedes decirlo públicamente, tienes que estar dispuesto –también públicamente- a defender aquello que promulgas o a retractarte y pedir disculpas.  La excusa de “son palabras fuera de contexto” ya no vale.  Decir en Twitter lo que sólo debería quedarse en la “República Independiente de Mi Casa” es exponernos a dar explicaciones posteriores sobre lo que somos y pensamos.  Más nos vale tenerlo claro.

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(1) La palabra “contextonomía” no existe, es la burda traducción que hago de “contextomy”. Los anglosajones son maravillosos inventando vocablos para expresar nuevas ideas y situaciones. Para saber más sobre el tema, aquí está el link a Wikipedia: https://en.wikipedia.org/wiki/Fallacy_of_quoting_out_of_context

Este post es la continuación de otro que escribí hace un par de semanas y que se titula “Sin filtro”. Creo que son obvias las circunstancias que me llevan a escribir esta segunda parte. Gracias a @daniloisytal por enviarme la noticia de El Mundo Today que sirve de portada a este post.

 

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