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Es feo autocitarse, pero por una vez voy a hacerlo. En el año 2006 escribí un estudio en Papeles de Economía Española (recogido después en mi libro sobre la empresa ciudadana) en el que ante la sopa de letras que había en aquel momento alrededor de la RSE pronosticaba dos cosas: que los finalistas de la competición serían la RSE y la sostenibilidad; y que ninguna de las dos denominaciones sería la vencedora, sino que probablemente, si la cosa avanzaba con buen sentido, al final emergería otra denominación.

Y, añadía, ambas son conceptualmente complementarias y ninguna de las dos cubre todo lo que cubre la otra. O sea, que yo nunca he estado casado con la RSE (y si lo hubiera estado, con lo que duran hoy los matrimonios…). Más aún, siempre he defendido que hay diferenciar el debate conceptual de lo conveniente para cada cultura organizativa. En las empresas concretas, mientras estuviera claro a qué prácticas se refiere cada empresa, siempre he dicho que la denominación correcta era aquella que mejor encajaba en la cultura y la historia de la empresa. El debate conceptual, en cambio, debe moverse en su propio registro.

Viene esta larga introducción al caso porque en los últimos tiempos se ha puesto de moda un pim-pam-pum sobre la RSE, con diversas razones y justificaciones (y también intenciones, aunque en estas no entro aunque algunas me las imagino). Visto lo cual, creo que todavía tiene sentido defender a la RSE. Entre otras razones, y no es la menor, porque cuando asisto a este pim-pam-pum siempre recuerdo a Machado: "Los que están siempre de vuelta de todo son los que no han ido nunca a ninguna parte". Es decir: mucho me temo que el funeral por la RSE, en este momento, contribuya a aligerar muchas estrategias y les permita estar de vuelta a muchos que no han ido nunca. Una cosa es el sano y necesario distanciamiento crítico (que incluye un imprescindible componente humorístico, como siempre resalta y practica Antonio Vives) y otra cosa es justificar la pereza mental de quienes se agarran a lo que sea con tal de no moverse de sitio, vender su producto o promocionar su chiringuito.

Al final, si desnudamos el debate de nombres de sus letras, la cuestión –tal y como yo la leo- se reduce a algo bastante simple: la contraposición entre un enfoque que se centra en lo periférico del negocio y un enfoque que se centra en lo nuclear del negocio y la gestión (o en el "core", cuando quien sea se pone estupendo). No puedo estar más de acuerdo. En lo que soy bastante (vaya, mucho) más escéptico es en lo que me parece una beatífica confianza en el poder taumatúrgico de las palabras. No acostumbro a ver más y mejores prácticas core como resultado de repetir una y otra vez la apelación a la palabra core. Los que defienden este enfoque (que, como enfoque, defiendo también desde hace bastantes años) me gustaría que me mostraran como el cambio en el lenguaje ha dado lugar a cambios sustantivos en las prácticas empresariales.

Pongo un ejemplo, bastante conocido (entre otras razones porque la Comisión Europea, de manera bastante incomprensible para mí, lo ha "comprado"): el famoso shared value. No es que me parezcan mal muchas de las cosas que dice Porter. Dejando aparte que me despierta bastantes interrogantes su rápido cambio de chaqueta en muy poco tiempo en relación a estos temas (cambio del que he podido ser testigo directo de algunos momentos estelares), lo que me llama bastante la atención es que a mí me parece que, si se toma en serio a sí mismo, Porter debería revisar y replantear de arriba abajo aspectos absolutamente nucleares de toda su producción anterior, que le ha dado merecidos fama y honores. Cosa que, por supuesto, no ha hecho. Y así podríamos seguir con otras propuestas en boga de cambios de denominación.

¿Por qué me sigue pareciendo que no hay que precipitarse en liquidar la denominación RSE? Pues mira, porque me parece que hay gato encerrado en querer cubrir con un tupido velo a la R de la palabra responsabilidad. Creo que poner como punto de partida la pregunta de quién es responsable de qué, ante quién y por qué hoy por hoy sigue siendo necesario (por cierto: la RSE tiene que ver necesariamente con el dichoso core… porque si no ya no es responsabilidad). Y a lo mejor hay gente encantada con se difunda la idea de que preguntar por la responsabilidad es algo periférico y no nuclear a la empresa. Es decir: ¿quién sale ganando con el mensaje de que la responsabilidad no es core?. Y si además con esto se soslaya el reconocimiento de que son diversos actores los que pueden tener algo que decir sobre la cuestión, mejor que mejor, ¿no? Y me gusta la S de social porque me parece sano recordar que es la sociedad la que pregunta y se pregunta por la responsabilidad de la empresa. Porque me parece conveniente y adecuado afirmar que el reconocimiento de que la empresa es una institución, necesaria, imprescindible, fundamental, irrenunciable y todos los adjetivos que quieran añadir en esta dirección, pero que esto no comporta que la empresa sea un fin en sí mismo ni tenga la última palabra sobre nada. El marco de referencia de la empresa no es ella misma, ni se justifica por sí misma, sino que remite al tipo de sociedad que contribuye a construir. Y mira por dónde algunos cambios de denominación me da la impresión de que facilitan bastante que la empresa pueda seguir remitiéndose únicamente a si misma. Finalmente, claro, la E de empresa, porque de esto estamos hablando y no de otra cosa. Por eso, justamente, tiene que tratarse de algo core y no periférico –acento que insisto que comparto desde siempre, incluso cuando no se hablaba de core- porque en caso contrario no estamos hablando propiamente de empresa.

Dicho de otro modo, en este debate siempre es bueno preguntarse si de lo que se trata es de incrustar nuevas prácticas, actividades e iniciativas empresariales en los enfoques convencionales que han dominado la cultura empresarial hasta el momento, sin modificarlos. O si estamos hablando de procesos de transformación empresariales correlativos a las transformaciones que están sufriendo nuestras sociedades. Otto Scharmer ha planteado en los últimos tiempos la necesidad de lo que él denomina el cambio "from ego-system to eco-system economies". Ya sé que esto puede ser solo otro juego de palabras. Pero ya que estamos jugando con las palabras, me pregunto si algunos de los cambios de denominación propuestos no son más que hábiles e inteligentes maneras de no movernos del ego-system.

 

www.josepmlozano.cat
@JosepMLozano

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