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El capitalismo se está refundando. Pero no en Toronto, en la reunión del G-20, ni en ninguno de los parlamentos democráticos del mundo sino en las fábricas, a pie de obra y destruyendo al Estado socialdemócrata. La política, como espacio de encuentro, diálogo y acuerdo racional está cediendo terreno ante la fuerza de los hechos, del mercado financiero y las exigencias del beneficio privado a toda costa. El nuevo capitalismo del siglo XXI corre el riesgo de parecerse, demasiado, al viejo capitalismo del XIX. Motivos de preocupación, no faltan.

 

Las desigualdades crecen y, otra vez, fuerzas anónimas que nadie parece controlar, manejan nuestras vidas, nuestros trabajos y nuestras esperanzas. Seguramente ha sido así siempre a lo largo de la historia de la humanidad y un siervo de la gleba en el feudalismo, o un esclavo en el Imperio romano no tenía muchos motivos para ser feliz. Pero en las últimas décadas, con el desarrollo del Estado del Bienestar y de la democracia en los países avanzados del mundo, nos habíamos hecho la ilusión de que las cosas iban a cambiar porque estábamos demostrando que podían ser distintas. Que la libertad, la igualdad y la solidaridad razonables eran posibles y daban como resultado una sociedad en la que valía la pena vivir porque era más respetuosa con nuestros proyectos individuales de vida. La globalización y la crisis actual está haciendo saltar por los aires esta pretensión.

Es cierto que la isla del desarrollo, el bienestar y la democracia, no había llegado a todo el mundo, ni mucho menos. Incluso que se podía pensar de manera fundada que una parte no desdeñable de nuestro desarrollo occidental se basaba en el subdesarrollo de otras partes del mundo. Pero hoy, podemos pensar que en lugar de conseguir un avance de las fuerzas de la razón, la democracia y los derechos, estamos asistiendo a un retroceso. Me explico.

Dos hechos, escasamente mencionados en la prensa española, me valdrán de hilo argumental: en primer lugar, el inicio de huelgas en las fábricas chinas en defensa de mejores condiciones de trabajo y de más salarios. En un pais tan “controlado” estas huelgas no ocurren en empresas nacionales, sino en empresas “extranjeras” que exportan, a las que se les lanza el claro mensaje de que también los chinos quieren atrapar una parte mayor del inmenso valor añadido (beneficios) que obtienen aquellas empresas que fabrican productos a costos chinos (o vietnamitas, o tailandeses) pero los venden a precios europeos o americanos. Junto al baile que las autoridades chinas están dando a USA entorno al tipo de cambio, son muestras evidentes de que la apuesta china por ser potencia hegemónica en el mundo, ha subido varios enteros. Y no hace falta que recuerde que hablamos de un pais que ni tiene democracia, ni Estado de Bienestar ni libertades individuales etc.

El segundo hecho es una noticia confusa y marginal que leo en la prensa: los trabajadores de FIAT en Italia han aceptado por referendum perder salarios y derechos sociales y sindicales (entre ellos la huelga) a cambio de que la fabricación de un nuevo modelo de coche se hiciera allí y no en Polonia. Estamos, en Europa, empezando a perder derechos para mantener el empleo. Y no me refiero a privilegios que podían discutirse sino derechos considerados, hasta ahora, como básicos.

El dinero no tiene patria y amenaza con deslocalizarse si no se cumplen las condiciones que estiman ellos necesarias para ser rentable. Incluyendo pagar menos impuestos que las rentas del trabajo o tener subvenciones o que se les garantice que cuando son demasiado grandes para quebrar, el Estado acudirá en su ayuda. Extremando el razonamiento, algunas decisiones fundamentales que afectan a la convivencia social no se adoptan el los parlamentos sino en los Consejos de Administración de multinacionales que no siempre tienen presente su Responsabilidad Social Corporativa frente a su cuenta de resultados, sobre todo, en época de crisis.

Habrá quien pensará que está bien que sea así. Que la vida es así y que no podemos hacer nada por evitarlo. Que de esta crisis global y financiera, saldran perdiendo los más débiles y no los que más errores han cometido. Que reduciendo el Estado mediante recortes en el déficit, restringimos el campo de los derechos sociales y quitamos fuerza y legitimidad a uno de los agentes sociales más poderosos, capaz de intentar enfrentarse a esta situación con criterios de justicia social.

Si aceptamos esto sin rebelarnos, el futuro será una desesperanza. Saldremos de esta. Pero en una sociedad más injusta, menos equilibrada y con menos capacidades individuales para hacer frente a los diferentes proyectos de vida. Al menos, en Europa. A cambio, tal vez los chinos y otros, hayan ganado bienestar material. La desoccidentalización del mundo no está resultando en un equiparar al resto a nuestro estándares, sino en rebajar los nuestros a su nivel. Que paradoja histórica más triste!!

No se. Igual es el disco de Ornette Coleman que estoy oyendo (Too Much, Too Soon), o lo absurdo que me parece el debate entre USA y la Unión Europea en el G-20 en torno a los asuntos periféricos del problema, mientras el capitalismo de verdad, el de los capitales, está encontrando sus vías de arreglo para la situación. Y nosotros, a la luna de Valencia. Pero hoy me he levantado un poco depre con lo que veo y con lo que, me temo, nos espera a nosotros y a nuestros hijos. Y Rajoy y ZP echandose los trastos a la cabeza, como si eso fuera lo importante!!!

 

Jordi Sevilla

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