La frontera entre la vida personal y el trabajo es cada vez más difusa. La hiperconectividad y la exigencia de inmediatez están afectando directamente al bienestar de quienes trabajan, lo que ha impulsado a muchas empresas a implementar programas específicos para cuidar la salud integral de sus plantillas.
El Pacto Mundial de la ONU recuerda que sus Diez Principios, especialmente el Principio 4 —que aboga por erradicar cualquier forma de trabajo forzoso—, también deben aplicarse a las dinámicas de disponibilidad constante que, aunque no se impongan de manera explícita, comprometen el descanso y la salud. En este sentido, la Agenda 2030, a través del ODS 3 (Salud y Bienestar), insta a garantizar una vida sana y promover el bienestar en todos los ámbitos, incluido el laboral.
Los datos son preocupantes: tres de cada cuatro personas reconocen tener dificultades para desconectar fuera del horario laboral, según un estudio de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo, y una de cada seis sufre problemas de salud mental vinculados al entorno de trabajo a escala global. Aunque el derecho al descanso está recogido por la ONU y por marcos legales europeos —como en España o Francia—, la práctica sigue siendo un desafío.
Consejos para desconectar:
La dificultad para separar la vida laboral de la personal se traduce en estrés, agotamiento, menor creatividad y deterioro de la vida familiar. Para revertirlo, el Pacto Mundial de la ONU sugiere fomentar una cultura de descanso que contemple medidas sencillas como:
Estos hábitos, además de proteger la salud, fortalecen la motivación y la productividad.
La desconexión no es efectiva si durante la jornada no se gestiona bien el tiempo. El informe conjunto de la OMS y la OIT advierte que el estrés laboral crónico provoca la pérdida de 12.000 millones de días de trabajo cada año. Para evitarlo, recomienda estrategias como:
Estas prácticas, según el informe, aumentan la productividad hasta un 21% y reducen en un 26% el riesgo de agotamiento emocional. Además, diferenciar entre lo urgente y lo importante, como propone la matriz de Eisenhower, permite reducir la sobrecarga innecesaria y ganar tiempo de calidad.
Invertir en bienestar laboral no es solo una cuestión ética, también es rentable. De acuerdo con la OMS y la OIT, cada euro invertido en salud mental laboral genera un retorno de cuatro euros para las empresas. Los beneficios incluyen menor rotación de talento, reducción del absentismo, mejor clima laboral, más innovación y productividad sostenida.
En definitiva, fomentar la desconexión digital y el bienestar no es un lujo, sino una estrategia imprescindible para construir empresas sostenibles y competitivas. Como señala el Pacto Mundial de Naciones Unidas, el futuro de los negocios pasa por reconocer que la salud y el bienestar de las personas trabajadoras son activos estratégicos.