El número de personas desplazadas dentro de sus propios países ha alcanzado en 2024 su máximo histórico, con 83,4 millones de afectados. Esta cifra, comparable a la población de Alemania, duplica la registrada hace apenas seis años. El 90% de los desplazamientos se originaron por conflictos armados y violencia, con un aumento del 80% respecto a 2018, según detalla el IDMC.
Alexandra Bilak, directora del Observatorio, advierte que el desplazamiento interno es “el punto de intersección entre guerras, pobreza y crisis climática”. Lejos de ser un asunto exclusivamente humanitario, representa —añade— “un reto político y de desarrollo que sigue sin recibir la atención necesaria”.
Diez países superaron en 2024 los tres millones de desplazados internos por violencia, el doble que cuatro años atrás. El caso más dramático es el de Sudán, donde 11,6 millones de personas —más de una cuarta parte de su población— viven desplazadas dentro del país, la cifra más alta jamás registrada en un solo territorio.
A la violencia armada se suman los desastres provocados por fenómenos meteorológicos extremos. En 2024, 9,8 millones de personas fueron desplazadas por catástrofes, una cifra que supone un aumento del 29% respecto al año anterior y más del doble que hace cinco años.
En total, los desastres naturales forzaron 45,8 millones de desplazamientos internos a lo largo del año, un récord desde que el IDMC empezó a recopilar estos datos en 2008. Estados Unidos, sorprendentemente, concentró casi una cuarta parte de estos desplazamientos. El 99,5% fueron causados por fenómenos climáticos extremos, como tormentas, inundaciones o sequías, muchos de ellos agravados por el cambio climático.
Desplazamiento múltiple y pobreza estructural
La realidad de quienes huyen es aún más cruda cuando se enfrentan a múltiples desplazamientos en un mismo año, obligados a moverse una y otra vez conforme avanzan los conflictos o empeoran las condiciones climáticas. Esta inestabilidad destruye cualquier posibilidad de reconstruir sus vidas y merma aún más sus derechos.
A finales de 2024, más de tres cuartas partes de los desplazados por conflictos vivían en países con alta o muy alta vulnerabilidad climática, lo que refleja cómo las crisis humanitarias, sociales y ambientales están entrelazadas. “El desplazamiento interno rara vez acapara titulares, pero su impacto puede durar toda una vida”, denunció Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados.
“Cada recorte en la ayuda humanitaria deja a otra persona sin alimentos, atención médica ni protección. La falta de avances no es solo un fracaso político; es una mancha moral para la humanidad”, subrayó Egeland. Para Bilak, la solución pasa por combinar la asistencia inmediata con medidas estructurales:“Resolver el desplazamiento exige tanto respuestas urgentes como inversiones en prevención. No basta con reaccionar: hay que atacar las causas profundas para evitar que millones más sigan perdiéndolo todo”.
El informe de Naciones Unidas lanza una advertencia clara: el coste de la inacción crece cada año, y las personas desplazadas están pagando ese precio. Urge reforzar los sistemas de protección, aumentar la financiación humanitaria y desarrollar políticas a largo plazo que integren la justicia climática, los derechos humanos y la paz. Porque detrás de cada número hay un rostro. Y detrás de cada desplazamiento, una historia de pérdida que exige justicia.