Seis verdades que debemos saber sobre la devastadora crisis mundial del hambre
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Con ocasión del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, que se conmemora el 19 de agosto, los trabajadores y trabajadoras de la ONG World Vision comparten relatos conmovedores sobre esperanza y resiliencia. Sin embargo, también revelan los enormes desafíos que enfrentan para brindar ayuda a las personas más vulnerables en los entornos más complicados.
World Vision
Las difíciles condiciones en las que operan los trabajadores humanitarios suelen ser desconocidas en las regiones más privilegiadas, donde pocos comprenden cómo millones de personas en todo el mundo enfrentan hoy una crisis de hambre extrema. En el marco del Día Mundial de la Asistencia Humanitaria, que se celebra el 19 de agosto, la ONG World Vision ha difundido una serie de datos clave que todos y todas deberíamos conocer:
El mundo necesita indignarse para resolver esta crisis: Más de 10,000 niños mueren diariamente por falta de alimentos. “Es la peor forma de sufrimiento humano. Cuando el hambre es extrema, los niños mueren lentamente debido a infecciones que destruyen sus cuerpos debilitados. Lo más devastador es que el mundo parece sordo ante su sufrimiento”, afirma Mary Njeri, directora de Respuesta al Hambre Global de World Vision. Desde 2019, el número de personas al borde de la inanición casi se ha duplicado, pasando de 135 millones a un récord de 258 millones en 2023. Aunque se estima que entre 39,000 y 50,000 millones de dólares anuales podrían evitar la muerte de 3.7 millones de niños menores de 5 años y prevenir el retraso en el crecimiento de 65 millones más, solo se han comprometido 3,900 millones desde 2015.
El trabajo infantil y los matrimonios forzados aumentan con la inseguridad alimentaria: Las crisis de hambre no solo afectan físicamente a los niños; también ponen en peligro su seguridad. La falta de alimentos obliga a las familias a tomar decisiones desesperadas para sobrevivir. El hambre aumenta el riesgo de matrimonios infantiles y embarazos tempranos, ya que los padres buscan ingresos desesperadamente. Los niños son forzados a mendigar, abandonar la escuela y trabajar en condiciones peligrosas, o incluso unirse a grupos armados en busca de comida y protección.
El hambre no es consecuencia de la falta de esfuerzo: El cambio climático, los conflictos y las secuelas de la pandemia de COVID-19 han golpeado a las comunidades más vulnerables, haciendo que obtener alimentos sea más difícil que nunca. En muchas regiones, el clima extremo ha destruido los medios de subsistencia. Joseph Kamara, director regional de Asuntos Humanitarios y de Emergencia de World Vision para África Oriental, destaca que las familias campesinas trabajan incansablemente, pero enfrentan un entorno que se ha vuelto hostil debido a un cambio climático al que ellos no contribuyen.
El hambre está creando una generación con problemas de desarrollo a largo plazo: Una nutrición adecuada es crucial, especialmente para mujeres embarazadas. Sin embargo, en comunidades frágiles, muchas no reciben la alimentación que necesitan, afectando el desarrollo cerebral y físico de sus bebés durante los primeros 1,000 días de vida. Esto limita las oportunidades futuras y perpetúa el ciclo de la pobreza, particularmente en regiones como Asia y el Pacífico, donde las poblaciones están envejeciendo rápidamente.
La crisis del hambre ha empeorado: El cambio climático ha devastado tierras agrícolas, mientras que plagas, pandemias y conflictos como la guerra en Ucrania han disparado los precios de los alimentos. Como resultado, 783 millones de personas sufren hambre, y casi un tercio de la población mundial no tiene acceso a una alimentación suficiente.
El hambre no solo afecta a África y Oriente Medio: Asia y el Pacífico también están gravemente afectados por la crisis del hambre, aunque reciben menos atención mediática. Desde la pandemia, millones de personas en estas regiones han caído nuevamente en la pobreza, y Asia alberga al 55% de la población mundial desnutrida, con millones de niños sufriendo retraso en el crecimiento y emaciación, las formas más graves de malnutrición.