Lamentablemente, la esclavitud no es cosa del pasado. Si bien la creíamos abolida, ciertamente aún existe. Su versión moderna cuenta actualmente con unos cincuenta millones de personas, de acuerdo con las últimas Estimaciones mundiales que publicó el pasado lunes 12 de septiembre la Organización Internacional del Trabajo sobre este tipo de servidumbre.
El informe del organismo especializado destaca que el fenómeno de la esclavitud moderna aparece en casi todos los países del mundo, y que trasciende líneas étnicas, culturales y religiosas. Más de la mitad (52%) de todos los trabajos forzados y una cuarta parte de todos los matrimonios forzados se produce en países de renta media-alta o alta. La mayoría de las personas que se encuentran en situación de esclavitud, 28 millones, son víctimas de trabajos forzados y el resto, 22 millones, viven atrapadas en matrimonios forzados. Unas cifras que no pararon de crecer durante los últimos cinco años, con diez millones más de personas en situación de esclavitud moderna en comparación con las estimaciones mundiales de 2016.
Un dato importante que denuncia la publicación es que el trabajo forzoso se da mayoritariamente en el sector privado. Concretamente, se observa que la mayoría de los casos de trabajo forzoso -86%- se localizaron dentro de la economía privada y el restante 14% se dio en el ámbito estatal. Un 63% de los afectados por esta forma de explotación trabaja en diversos sectores y un 23% se desempeña en la explotación sexual comercial forzosa, un área en la que casi cuatro de cada cinco personas son mujeres o niñas.
Por su parte, el número total de mujeres y niñas en situación de trabajo forzoso suma 11,8 millones, mientras que el número de niños que lo padecen y tampoco acuden a la escuela son más de 3,3 millones. Además, la población migrante está particularmente afectada por el trabajo forzoso. Las y los trabajadores migrantes presentan más del triple de probabilidades de estar en situación de trabajo forzoso que sus contrapartes no migrantes. Aunque la migración por causas laborales tiene un efecto ampliamente positivo en las personas, los hogares, las comunidades y las sociedades, este hallazgo demuestra cómo los migrantes son particularmente vulnerables al trabajo forzoso y a la trata de personas, ya sea causada por la migración irregular, o por las prácticas de contratación injustas y poco éticas.
El matrimonio forzoso es un tipo de esclavitud. Según la publicación, los casos de este flagelo han crecido en los últimos años, alcanzado un total de 22 millones. Sin embargo, el organismo matiza que el número de casos, especialmente los que afectan a niños menores de 16, es probablemente mucho mayor de lo que reflejan las estimaciones actuales, ya que se basan en una definición restringida y tampoco incluyen todos los matrimonios infantiles. “El matrimonio forzado está estrechamente vinculado a actitudes y prácticas patriarcales muy arraigadas y depende en gran medida del contexto”, alerta el estudio que también destaca que la abrumadora mayoría de los matrimonios forzados (más del 85%) fue impulsada por la presión familiar.
Finalmente, el estudio de la Organización Internacional del Trabajo concluye con una serie de medidas que, de adaptarse rápida y conjuntamente, supondrían un avance significativo para acabar con la esclavitud moderna: