El agua es el recurso más preciado del mundo. Sin ella no hay vida, sin embargo, parece que no somos conscientes de la importancia que este recurso natural tiene en nuestras vidas, y, por ende, lo central que es preservarla. Según el último informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) sobre “El estado de los recursos de tierras y aguas del mundo para la alimentación y la agricultura”, la calidad del agua a nivel mundial se está deteriorando a un ritmo alarmante, y los recursos de tierra y agua en el mundo están en un punto de inflexión.
El documento advierte que, a nivel mundial, cerca del 80 % de las aguas residuales se vierten al medio ambiente sin tratamiento adecuado, y un tercio de todos los ríos, deltas y afluentes de América Latina, África y Asia están gravemente contaminados con patógenos, lo que pone en riesgo la salud de millones de personas.La calidad del agua también repercute en la calidad de los alimentos, y es un aspecto importante a gestionar a lo largo de toda la cadena de suministro, desde la producción hasta el consumo. Las enfermedades transmitidas por los alimentos suelen ser consecuencia del consumo de alimentos contaminados por agua de mala calidad.
El equipo de investigadores de la FAO denuncia que, a pesar de que el acceso al agua potable y a los alimentos inocuos y nutritivos es un derecho humano básico, cada año mueren en todo el mundo más de 420 000 personas y unos 600 millones —casi una de cada diez— enferman tras consumir alimentos contaminados. Los alimentos contaminados obstaculizan el desarrollo socioeconómico, sobrecargan los sistemas sanitarios y comprometen el crecimiento económico y el comercio.
Pero, ¿Cómo prevenir esta situación? El documento dirá que la mejor manera de abordar los riesgos para la calidad del agua y la inocuidad de los alimentos es hacerlo de forma simultánea en las explotaciones agrícolas. La gestión de la calidad del agua en el contexto de la inocuidad de los alimentos reducirá la exposición a patógenos nocivos del agua y del suministro de alimentos resultante.
A través de su programa “Un agua, una salud”, la FAO está ampliando el uso de tecnologías —como la secuenciación del genoma completo—, para estudiar los genomas de los patógenos y rastrear su trayectoria desde el agua hasta los alimentos, y prevenir así que se contaminación en su origen. Al incorporar la calidad del agua a las consideraciones de inocuidad de los alimentos y aplicar la vigilancia genómica a este proceso, el programa está permitiendo a los países abordar la calidad del agua y de los alimentos como una cuestión integrada.Es momento de tomar consciencia y actuar en concecuencia: el agua ya no puede esperar.