En un contexto como el actual, atravesado por múltiples desafíos sociales, económico y medioambientales y la consiguiente urgencia por hacerles frente, un nuevo concepto emerge para proponer algunas soluciones: los ecosistemas sociales. Este término alude a procesos o resultados que se dan a partir de la interacción entre humanos. Concretamente, hace referencia a una forma diferente de entender las dinámicas sociales y económicas. Se basa en un marco derivado de la biología, que ordena y explica el mundo humano basándose en lo que conocemos de la naturaleza. Por eso, la inclusividad y la colaboración son clave para desarrollar esos ecosistemas en los que la interdependencia entre los humanos cada vez está más presente.
En un escenario mundial por demás complejo, los ecosistemas sociales se pueden convertir en una herramienta fundamental que ayude a impulsar la transición hacia un mundo más justo y sostenible en el ámbito alimentario, energético, sanitario o educativo, entre otros. Así lo recoge el informe “Ecología social: la práctica del desarrollo de ecosistemas”, elaborado por Tatiana Glad, Executive Director de la Red Impact Hub, y Ard Hordijk, socio de Synnervate quienes parten de la premisa acerca de que, cuando utilizamos el término “ecosistema” para explicar procesos o resultados que se dan de la interacción entre humanos, estamos en realidad eligiendo una visión que encierra diferencias de calado respecto a otros modelos en el entendimiento de las dinámicas sociales y económicas que se dan en nuestras sociedades.
El documento, recientemente presentado en Impact Hub Madrid, recopila los avances de los ecosistemas sociales que la red global de incubadoras, aceleradores, espacios de coworking y organizaciones sin fines de lucro lleva 15 años desarrollando en más 60 países, donde tiene presencia, a través de la generación de conocimiento, la creación de vínculos y alianzas y el impulso de acciones de cambio. A partir de una exhaustiva investigación, los autores del informe han compartido las fases y retos de los ecosistemas sociales y han explicado de forma práctica el día a día de esta dinámica a través del ejemplo de un ecosistema concreto, el del área de alimentación desarrollado por Impact Hub en Países Bajos y que ha contado con el apoyo del Ministerio de Agricultura.
Ahora bien, ¿qué es necesario para desarrollar ecosistemas sociales? Los investigadores explican que son indispensables cuatro competencias: en primer lugar, saber construir relaciones personales (the art of hosting), en segundo lugar, seleccionar el contenido relevante, luego,dotar de vitalidad y coherencia al ecosistema, provocando y ordenando el caos creativo, y, por último, ganarse el mandato, lograr legitimidad como líder, recibiendo respeto y confianza.
Otro punto importante que se resalta en el informe es que la dinámica del desarrollo de ecosistemas no se produce de manera lineal y, aunque siempre produce resultados, pueden distanciarse de las expectativas tradicionales. El proceso se compone de cinco fases: reunión de grupos de interés, convergencia, atención al ecosistema y su cultivo, divergencia y materialización de nuevas formas de pensar y actuar. El estudio detalla cada una de las fases de este proceso, tras haber realizado un exhaustivo ejercicio de exploración documental, entrevistas, diferentes grupos de discusión y talleres con más de 60 desarrolladores de ecosistemas en diversos contextos, a lo largo de años de trabajo, en diferentes marcos de colaboración y cambio sistémico.
De este modo, el estudio concluye que existen muy pocos análisis fundamentados o documentación escrita en que se explique cómo iniciar y desarrollar ecosistemas sociales; si bien hay diversas herramientas para trazar ecosistemas y técnicas de facilitación participativa, existen pocas sobre el desarrollo de ecosistemas como proceso distintivo. En este sentido, a partir de la investigación se afirma que existe un consenso general de que los ecosistemas sociales son difíciles de explicar y complicados de «gestionar», pero aun así brindan un enfoque significativo porque permiten:
Así, al profundizar en esta investigación, los investigadores han descubierto, por un lado, las limitaciones de recursos, en concreto, al abordar el desarrollo de ecosistemas. Sin embargo, por otro lado, afirman que han visto diversos campos relacionados, como el creciente trabajo de exploración de ecosistemas de emprendimiento (tecnológico), el ámbito de la innovación social, prácticas como el arte del liderazgo participativo, la liberación de estructuras, MeshWorks y laboratorios sociales, los diversos ámbitos del trabajo con múltiples grupos de interés y la teoría de la transición. En esta misma línea se arribó a la conclusión de que en este ámbito existe un reto común: el de cómo posicionar el valor del trabajo para dotarlo de capacidad y financiación suficientes.
Sin dudas, el mundo se ve muy diferente con ese cambio de orientación girando hacia los ecosistemas sociales. Con esa perspectiva, el foco se centra en el conjunto, en todo el sistema, el dinamismo de las relaciones y las interacciones entre las personas y las organizaciones. Además de las comunidades en que también se hace hincapié en las relaciones, el foco de una perspectiva de los ecosistemas se centra más en la complementariedad que en lo común, es decir, la atención no se centra tanto en el cómo y si las personas y las organizaciones son las mismas con los mismos valores, sino en si son plurales y si podrían complementarse.