La pandemia continúa mostrando su lado más cruel. A la crisis sanitaria se le sumó una crisis económica y social que provocó un retroceso en materia de desarrollo inimaginable. Ayer, 10 de marzo, se dio a conocer el informe “Impacto de la COVID-19 en el bienestar de los hogares con niños” (Impact of COVID-19 on the welfare of households with children) elaborado por UNICEF y el Banco Mundial que presenta datos realmente alarmantes. Para analizar el impacto de la crisis en el bienestar de los niños, en particular los niños en situación de pobreza, se utilizaron datos de la Encuesta Telefónica de Alta Frecuencia apoyada por el Banco Mundial desde el inicio de la pandemia de Covid-19. El trabajo de campo de se realizó entre abril y septiembre de 2020. Para cada país se utilizaron cuestionarios específicos que incluían 143 indicadores armonizados sobre 16 temas para 72 países.
La investigación señala que, a causa de las pérdidas de ingresos, en uno de cada cuatro hogares con niños los adultos pasaban uno o más días sin alimentarse. Los adultos de casi la mitad de los hogares con niños refirieron que saltaban una comida por falta de dinero. De acuerdo con el estudio, alrededor de un cuarto de los adultos, independientemente de que hubiera niños en el hogar, declaró haber dejado de trabajar desde el comienzo de la pandemia. Además, los hogares con tres o más niños eran los que tenían más probabilidades de perder ingresos, como efectivamente había ocurrido en más de las tres cuartas partes de ellos, en comparación con el 68 % de los hogares con uno o dos niños.
Los expertos de ambos organismos internacionales señalan que las y los niños se ven afectados de forma desproporcionada por la pobreza, ya se mida en términos monetarios o multidimensional. Al respecto afirman que, antes del COVID-19, 1 de cada 6 niños, o 356 millones de niños en total, vivían en la pobreza extrema, luchando por sobrevivir con menos de 1,90 dólares al día. Mientras tanto, casi mil millones de niños en situación de pobreza multidimensional en los países en desarrollo, sufren al menos una privación grave en materia de educación, salud, vivienda, nutrición, saneamiento y agua. Además, los hogares con niños pequeños son los más afectados por la pobreza extrema, el 19,7% de los niños de 0 a 4 años se encontraban en situación de pobreza extrema antes de la pandemia, en comparación con el 12,9% de los niños de 15 a 17 años y el 7,9% de los adultos de 18 años o más.
Al mismo tiempo, la investigación denuncia que la inmensa mayoría de los niños no tienen una protección social efectiva: tres de cada cuatro niños de todo el mundo no están cubiertos por ningún tipo de protección social. En este sentido, el análisis muestra que los efectos de la pandemia de Covid-19 han sido generalizados y han afectado de forma desproporcionada a segmentos vulnerables de la población, que ya se encuentran en situación de pobreza o son vulnerables a caer en ella. Los modestos avances logrados en la reducción de la pobreza infantil se han sido revertidos en todas las partes del mundo tras la llegada de la pandemia. Concretamente, el documento expresa que se calcula que la pandemia ha empujado a otros 150 millones de niños y niñas a la pobreza multidimensional.
El panorama es poco alentador desde todas las dimensiones. El informe observa que hoy, muchos niños y niñas de países con economías vulnerables carecen de lo indispensable y que, en el 40 % de los hogares, no llevaron a cabo ninguna actividad educativa mientras las escuelas estuvieron cerradas. Puesto que los datos se recopilan por hogar, es probable que la tasa real de participación a nivel individual sea incluso más baja, en especial la de los niños de hogares con tres o más niños. Ante este escenario por demás adverso, Unicef y el Banco Mundial instan a los Estados a ampliar rápidamente los sistemas de protección social para los niños y sus familias. El estudio concluye que distintos tipos de respaldo, como las transferencias monetarias y la universalización de las prestaciones para los menores, son inversiones cruciales que pueden ayudar a las familias a enfrentar las dificultades económicas y a prepararse para crisis futuras.