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El último informe publicado por UNICEF alerta sobre la necesidad de poner a las y los niños en el centro de los planes de recuperación post- pandemia. La investigación advierte que las numerosas crisis actuales están amenazando los avances conseguidos en favor de la infancia que tanto trabajo costó conseguir y que la pandemia de COVID-19 se ha convertido en la mayor amenaza para los menores en los últimos 75 años. El mundo se encuentra en una encrucijada. Tenemos que tomar una decisión. ¿Nos unimos para defender estos años de progreso en materia de derechos de la infancia? ¿O permitimos que la recuperación desigual de la pandemia margine aún más a los desfavorecidos y aumente la desigualdad?
Evitar una década perdida en infancia, más que un desafío una responsabilidad

El mundo entero está en deuda con la infancia. Desde el comienzo de la pandemia, los derechos fundamentales de miles de niños y niñas se han visto vulnerados y, sin embargo, los gobiernos continúan preocupados sólo por el crecimiento económico. Revertir los daños en materia de derechos de la infancia es una responsabilidad más un desafío.  El último informe de UNICEF publicado a finales de diciembre de 2021 advierte que la pandemia de COVID-19 se ha convertido en la mayor amenaza para la infancia los últimos 75 años de historia de la humanidad.

El informe explica que, antes de la pandemia, se habían logrado grandes avances para ayudar a todos los niños y niñas a ejercer su derecho a la salud, la educación y la protección integral. A principios de 2020 había más niños que llegaban a cumplir su primer año de vida que en cualquier otro momento de la historia. La mortalidad infantil se había reducido en un 50% desde el año 2000; la mortalidad materna y el matrimonio infantil estaban disminuyendo y había más niñas que asistían y permanecían en la escuela que en ninguna otra época anterior. Sin embargo, las numerosas crisis actuales están amenazando estos avances en favor de la infancia que tanto trabajo costó conseguir. Mientras aumenta el número de niños y niñas que pasan hambre, no van a la escuela, sufren abusos, viven en la pobreza o se ven obligados a casarse, disminuye el número de niños con acceso a atención de la salud, vacunas, alimentos suficientes y servicios esenciales.

El panorama mundial es poco alentador: crisis climática, conflictos armados, desigualdad, pobreza, crimen organizado y como si fuera poco, una pandemia.  La investigación sostiene que la actual pandemia de COVID-19, el empeoramiento de la crisis climática, los desplazamientos y otras emergencias humanitarias están privando a los menores de su salud y bienestar. Estos acontecimientos presagian un futuro aún más difícil, un futuro en el que el mundo podría no llegar a cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para poner fin a la pobreza, reducir la desigualdad y construir sociedades más pacíficas y prósperas a partir de 2030. El mundo se encuentra en una encrucijada. Tenemos que tomar una decisión. ¿Nos unimos para defender estos años de progreso en materia de derechos de la infancia? ¿O permitimos que la recuperación desigual de la COVID-19 margine aún más a los desfavorecidos y aumente la desigualdad?

Los datos que emergen del estudio de UNICEF son preocupantes. En menos de dos años, 100 millones de niños más se han sumido en la pobreza, un aumento del 10% desde 2019. Además, el futuro se ve poco prometedor: en el mejor de los casos, se necesitarán entre siete y ocho años para recuperarse y volver a los niveles de progreso anteriores a la crisis. Además, en 2020, más de 23 millones de niños no pudieron recibir las vacunas esenciales, un aumento de casi 4 millones con respecto a 2019, y la cifra más alta desde 2009. En relación a la educación, la investigación denuncia que, en el punto álgido de la pandemia, más de 1.500 millones de estudiantes no pudieron asistir a la escuela debido a los cierres de las escuelas en los países.  

Además, a escala mundial, 426 millones de niños –casi 1 de cada 5– viven en zonas donde los conflictos son cada vez más intensos y se cobran un mayor número de víctimas civiles, lo que afecta desproporcionadamente a los niños. Las mujeres y las niñas son las que están más expuestas a la violencia sexual relacionada con los conflictos. El 80% de todas las necesidades humanitarias están motivadas por los conflictos. Otro problema por demás grave es el hambre: 50 millones de niños sufren de emaciación, la forma de desnutrición más letal, y esta cifra podría aumentar en 9 millones para 2022 debido al impacto de la pandemia en la alimentación de los niños, los servicios de nutrición y las prácticas de alimentación.

El cambio climático es otro de los conflictos más complejos que debemos afrontar. Aproximadamente 1.000 millones de niños –casi la mitad de la población infantil mundial– viven en países donde confrontan un “riesgo extremadamente alto” de sufrir los efectos del cambio climático. Además, el informe sostiene que, hoy, hay más niños desplazados que nunca. El año pasado, más de 82 millones de personas en todo el mundo se vieron desplazadas por la fuerza.

El problema no es sólo el efecto de la pandemia, sino la recuperación posterior según explican expertos del organismo internacional. Al respecto sostienen que, la profunda disparidad en la recuperación de la pandemia está ampliando la brecha entre los países más ricos y los más pobres. Mientras que los países más ricos se están recuperando, los más pobres se han endeudado en exceso y los avances en materia de desarrollo son cada vez más escasos. La tasa de pobreza sigue aumentando en los países de ingresos bajos y en los países menos adelantados.

Ante este contexto, el mensaje es claro: para que el mejor escenario posible se haga realidad, debemos actuar ahora. El estudio afirma que, incluso antes de la pandemia, alrededor de 1.000 millones de niños en todo el mundo, y la mitad de todos los niños de los países en desarrollo, sufrían al menos una privación grave, al no tener acceso a la educación, la salud, la vivienda, la nutrición, el saneamiento o el agua.  El mundo se encuentra en un momento bisagra. Debemos decidir si protegemos y ampliamos los logros alcanzados en materia de derechos de la infancia a lo largo de los años, o si sufrimos las consecuencias de un retroceso en el progreso y la pérdida de una década para los niños y jóvenes de hoy, algo que nos afectará a todos, en todas partes.

La investigación realiza una breve historización y menciona que, tras la Segunda Guerra Mundial, el sector privado fue fundamental para ayudar a reconstruir las economías, los servicios y los sistemas que favorecieron a la infancia. Los expertos afirman que, en los próximos años, el sector privado será un aliado fundamental a la hora de impulsar la innovación y la tecnología necesarias para que todos podamos prestar mejores servicios a más niños y un mayor número de familias.

Pero, a pesar de que el panorama es complejo, el estudio de UNICEF concluye que no todo está perdido. Aún hay esperanzas. Lejos de sentirse impotentes ante los retos, los niños y jóvenes de hoy en día aceptan el cambio y los desafíos, y siguen adelante con resiliencia y valentía. En lugar de limitarse a aceptar un futuro ya determinado, han decidido pasar a la acción. La generación joven de hoy tiene más esperanza y cree que el mundo se está convirtiendo en un lugar mejor. Las crisis actuales también presentan una oportunidad única para que el mundo se reimagine a sí mismo: como un colectivo justo, seguro e interdependiente en el que todos los niños y niñas tengan las mismas posibilidades de alcanzar su potencial. Para responder y recuperarse, y para reimaginar el futuro de todos los niños, UNICEF pide a los gobiernos del mundo entero:

  • Invertir en protección social, capital humano y gasto público para lograr una recuperación resiliente que incluya a todos.
  • Poner fin a la pandemia y revertir el alarmante retroceso que se ha producido en la salud y la nutrición de la infancia, aprovechando, entre otras cosas, el papel fundamental que desempeña UNICEF en la distribución de la vacuna contra la COVID-19.
  • Reconstruir de manera más sólida garantizando una educación de calidad, protección y buena salud mental para todos los niños y niñas, aplicando entre otras cosas nuevos enfoques para acabar con las hambrunas, proteger a los niños del cambio climático y reimaginar el gasto que se destina a paliar los desastres.

No es el momento de mostrarse cautos. Es el momento de trabajar juntos y construir un futuro mejor.

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