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Pareciera que lo peor de la pandemia ya ha pasado. Aunque aún no se ha terminado, la llegada de la vacuna ha frenado considerablemente la situación más crítica. A casi dos años de la llegada del coronavirus, hoy, es momento de evaluar su impacto y aunar esfuerzos en la reconstrucción. La crisis sistémica sin precedentes en la historia reciente que se desencadenó con la pandemia de COVID-19 ha dejado huella en casi todos los planos. Si bien hay algunos aspectos positivos, lo cierto es que, mayormente, los efectos han sido devastadores. Desde el punto de vista sanitario, económico, político y social las consecuencias son notables. En este último campo, una de las áreas que más fuertemente se ha visto perjudicada ha sido la educación.
Educación y pandemia: una muestra (más) de la desigualdad global

La pandemia detuvo de manera abrumante los sistemas educativos en todo el mundo y los cierres de escuelas afectaron a más de 1.600 millones de alumnos y alumnas. Esta situación constituye la peor crisis educativa de la que se tiene constancia. Como mencionamos reiteradas veces, la pandemia no ha impactado a todas las personas ni en todas las latitudes por igual. El virus si entiende de fronteras cuando de desigualdad se trata. Con la irrupción del virus la mayoría de los países cerraron sus centros escolares, centros de formación profesional y de enseñanza superior como parte de sus estrategias para combatir la pandemia, afectando a casi todos los estudiantes del mundo. Los costos han sido enormes, en algunos países más que en otros. Ya que los estados con mayores recursos pudieron adaptar sus sistemas educativos a la modalidad virtual, pero esto no ha sido la generalidad de la regla en resto del mundo. No se conoce aún del todo la magnitud de su repercusión, pero los últimos datos son preocupantes. En el nuevo informe titulado “Estado de la crisis educativa mundial: un camino hacia la recuperación” elaborado por UNICEF, la UNESCO y el Banco Mundial, expertos realizan un balance de la situación de la educación en el mundo tras el cierre prolongado de las escuelas y analizan las opciones para evitar que esta crisis no deje secuelas permanentes en el capital humano de esta generación.

El informe presenta simulaciones actualizadas a escala mundial sobre las pérdidas de aprendizaje, así como una revisión de los datos disponibles hasta la fecha, provenientes de evaluaciones concretas de las pérdidas de aprendizaje debido a la COVID-19 en diferentes contextos. Estos datos muestran que las pérdidas de aprendizaje han sido significativas y desiguales, afectando de manera desproporcionada a los educandos más jóvenes y a los más pobres. Las pérdidas de aprendizaje han sido vastas y desiguales: evaluaciones de aprendizaje recientes muestran que los niños y niñas en muchos países han perdido la mayoría o todo el aprendizaje académico que hubieran adquirido de manera regular en la escuela, siendo los niños más pequeños y aquellos pertenecientes a grupos marginales quienes han sufrido las mayores pérdidas.

El documento advierte que, actualmente, 21 meses después, las escuelas permanecen cerradas para millones de niños y jóvenes y millones más se encuentran en riesgo de no retomar jamás su educación. Cada vez se presenta más evidencia que apunta a que los impactos por los cierres de escuelas sobre el aprendizaje de los niños representan una realidad terrible. La pandemia ha agravado la crisis mundial del aprendizaje aún más de lo que se temía. Los expertos afirman que debido a las pérdidas de aprendizaje y competencias durante el cierre de las escuelas, esta generación de estudiantes corre el riesgo de perder 17 billones de dólares en ingresos de por vida en valor actual, o el equivalente al 14% del PIB mundial actual, que es mucho más que los 10 billones de dólares estimados en 2020. Tristemente, el lugar de nacimiento condiciona un destino. En los países de ingresos bajos y medios, la proporción de niños afectados por la pobreza de aprendizaje –que ya era superior al 50% antes de la pandemia– aumentará drásticamente según las estimaciones de la investigación, quizás hasta el 70%, debido al cierre de las escuelas y la calidad y eficacia desiguales del aprendizaje a distancia.

Por citar algunas cifras que se desprenden del estudio, en Sao Paulo (Brasil), los educandos de la enseñanza primaria y secundaria solo adquirieron el 28% de lo que debían aprender en los cursos presenciales, y el riesgo de abandono escolar se multiplicó por tres. En las regiones rurales de Karnataka (India), la proporción de niños de tercer grado escolarizados en el sector público capaces de realizar una simple resta cayó del 24% en 2018 a solo el 16% en 2020. Después de un año de cierre de las escuelas, se perdió el equivalente a un año de aprendizaje.

Otro dato interesante es que las y los maestros de varios países de ingresos bajos y medios recibieron apoyo limitado para que su desarrollo profesional lograra una transición hacia el aprendizaje a distancia, lo que los dejó sin la preparación necesaria para involucrarse con los alumnos y sus cuidadores. Claramente, no todos los hogares cuentan con los mismos recursos para afrontar la nueva modalidad de “tele escuela”. Cuando los sistemas educativos pasaron al aprendizaje a distancia, muchos de ellos pusieron rápidamente en marcha estrategias multimodales que utilizaban, por ejemplo, el Internet, la televisión o la radio, soportes impresos y mensajería instantánea. No obstante, la calidad y la accesibilidad de este aprendizaje a distancia fueron muy variables, y los educandos más marginados tuvieron a menudo menos posibilidades de acceder a un aprendizaje a distancia de calidad. En casa, la capacidad de cada hogar de responder al impacto varió según el nivel de ingresos. Las y los niños de hogares en desventaja tuvieron menos probabilidades de beneficiarse del aprendizaje a distancia en relación a sus pares, por lo general debido a la falta de electricidad, conectividad, equipo y apoyo por parte de sus cuidadores.

El estudio analiza con detenimiento como fue el impacto en los diferentes grupos haciendo una lectura interseccional y con perspectiva de género. A partir de esta indagación se observa que los alumnos más jóvenes y aquellos con discapacidades fueron en gran medida ignorados por las políticas de respuesta planteadas por los países, de manera tal que el aprendizaje a distancia rara vez se diseñó pensando en satisfacer las necesidades de desarrollo de estos niños. Por su parte, las niñas tuvieron que enfrentar barreras más graves aún para el aprendizaje en medio del cierre de escuelas, debido a que las normas sociales, la limitación en términos de habilidades digitales y la falta de acceso a equipos obstaculizaron su capacidad para seguir aprendiendo

La investigación muestra claramente como esta crisis incrementó en muchos sentidos las desigualdades educativas que ya existían antes de la pandemia de la COVID-19 en materia de educación, por lo cual, es esencial hacer hincapié en la recuperación del aprendizaje y la equidad en el regreso de los niños a la escuela.  Por consiguiente, resulta necesario tomar con urgencia medidas ambiciosas. En primer lugar, la reapertura de las escuelas debería ser la principal prioridad de los países. El costo de mantener las escuelas cerradas es elevado y amenaza con perjudicar a una generación de niños y jóvenes, a la vez que aumenta las disparidades que existían antes de la pandemia.

En segundo lugar, el informe sostiene que el éxito de la recuperación del aprendizaje dependerá en gran medida de las y los docentes, que se encuentran en primera línea para impartir los programas de recuperación y garantizar el bienestar de los educandos. Es por esto que son ellos quienes deben recibir mayor apoyo del estado y los organismos de cooperación. La puesta en marcha de programas de recuperación del aprendizaje exigirá compromisos políticos y financieros considerables para reforzar las capacidades de los sistemas educativos.  El estudio denuncia que, hasta la fecha, menos del 3% de los paquetes de recuperación públicos han sido asignados a la educación, una proporción que es inferior al 1% en los países de ingresos bajos o medios. Para garantizar la recuperación de manera urgente, sin considerar la transformación de la educación que los niños de todo el mundo merecen y necesitan, se necesitará mucha más financiación.

Además, el estudio explica que, más allá de abordar la pérdida de aprendizaje, para reconstruir mejor es necesario abordar las pérdidas socioemocionales de los niños y niñas. Cabe aclarar que los cierres de escuelas no solo interrumpen la educación, sino que repercuten también en la prestación de servicios básicos, incluyendo alimentación, protección y apoyo psicosocial, afectando el bienestar general y la salud mental de los menores.

Por último, los organismos que lideraron la investigación coindicen en un mensaje claro: la clave es reconstruir la educación sin dejar a nadie atrás. Para lo cual se requiere que los países evalúen qué tan efectivas son sus políticas de respuesta para mitigar la pérdida de aprendizaje y que analicen su impacto sobre la equidad, para luego usar lo aprendido con el fin de seguir mejorando. La educación es la base del progreso y el desarrollo de una nación. Es también fundamental para la igualdad y la libertad, razones más que suficientes para que este 2022 los responsables políticos tomen las medidas necesarias. Los países tienen una oportunidad única para acelerar el aprendizaje y hacer que las escuelas sean más eficientes, equitativas y resilientes.

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