Después de décadas de avances que consiguieron que menos niños y niñas murieran por enfermedades y que más tuvieran salud y asistieran a la escuela, la pandemia amenaza con arruinar todo. A principios de 2020, las cifras eran esperanzadoras: la mortalidad infantil se había reducido en un 50% desde el año 2000; la mortalidad materna y los matrimonios infantiles estaban disminuyendo, y había más niñas que asistían y permanecían en la escuela que nunca. Sin embargo, la aparición del coronavirus trajo consigo graves impactos contra la infancia.
Hoy, mientras aumenta el número de niños que pasan hambre, no van a la escuela, sufren abusos, viven en la pobreza o se ven obligados a casarse, disminuye el número de niños con acceso a la atención sanitaria, a las vacunas, a una alimentación suficiente y a los servicios esenciales. Desde el comienzo de la pandemia, en menos de dos años, 100 millones de niños más han caído en la pobreza, un aumento del 10% desde 2019. UNICEF analiza que será difícil revertir esta situación y que, en el mejor de los casos, se necesitarán entre siete u ocho años para volver a los niveles de pobreza infantil anteriores a la crisis.
Unos 50 millones de niños padecen emaciación, la forma de malnutrición más peligrosa. Esta cifra podría aumentar en nueve millones más para 2022 debido al impacto de la pandemia. Por su parte, el número de niños que trabajan ha alcanzado los 160 millones en todo el mundo, lo que supone un aumento de 8,4 millones de niños en los últimos cuatro años. Otros nueve millones de niños corren el riesgo de ser empujados al trabajo infantil de aquí a finales de 2022.
Además, se pueden producir hasta 10 millones de matrimonios infantiles adicionales antes del final de la década como resultado de la pandemia de COVID-19. UNICEF denuncia que, en 2020, más de 23 millones de niños no recibieron todas las vacunas esenciales, la cifra más alta desde 2009. De esos 23 millones, más del 60% vive en sólo diez países (Angola, Brasil, República del Congo, Etiopía, India, Indonesia, México, Nigeria, Pakistán y Filipinas) y 17 millones de ellos no recibieron ninguna vacuna.
A nivel mundial, durante el primer año de la pandemia las escuelas estuvieron cerradas el 43% del tiempo previsto para la enseñanza presencial. En su punto álgido, en marzo de 2020, 1600 millones de alumnos (el 90% del total de alumnos de todo el mundo) estaban fuera de las aulas. América Latina y el Caribe ha sido la región más afectada, con un 80% del tiempo de instrucción interrumpido debido al cierre total de las escuelas.
Henrietta Fore, directora ejecutiva de UNICEF afirmó que: "A lo largo de nuestra historia, UNICEF ha contribuido a crear entornos más sanos y seguros para los niños de todo el mundo, con grandes resultados para millones de personas. Estos logros están ahora en peligro. La pandemia del COVID-19 ha sido la mayor amenaza para el progreso de la infancia en nuestros 75 años de historia”.
Al ver los datos proporcionados por el organismo internacional es acertado afirmar que la COVID-19 ha afectado esencialmente a las infancias, pero no ha afectado a todos los niños por igual. Los países pobres se están recuperando a un ritmo más lento y siguen teniendo niveles más altos de desempleo, lo que prolonga el sufrimiento de las familias y los niños.
En este escenario, UNICEF utiliza el concepto de pobreza multidimensional, que no mira solo el dinero con el que cuenta una familia, sino si los niños tienen acceso a la escuela, al médico o servicios de agua y saneamiento. Incluso antes de la pandemia, casi la mitad de los niños de los países en desarrollo sufrían al menos una privación grave, en alguna de esas modalidades. En 2020, la pobreza multidimensional aumentó entre un 15% y un 18% debido a los impactos inmediatos de la COVID-19.
Se prevé que parte de este aumento se revierta en 2021 a medida que las escuelas vuelvan a abrir y los servicios de salud se recuperen. Sin embargo, los efectos retardados y acumulativos se están haciendo evidentes, dando lugar a un cambio en la composición de la pobreza infantil. Detrás de muchos de estos problemas hay importantes lagunas en la protección social, ya que sólo uno de cada cuatro niños tiene acceso a algún tipo de ayuda ellos o sus familias.
Si bien el camino para desandar todos estos retrocesos no será nada fácil, lo cierto es que es preciso dar el primer paso. Re imaginar el futuro es una obligación. En este sentido UNICEF realiza una serie de recomendaciones a ser tenidas en cuenta por los líderes mundiales:
- Invertir en protección social, capital humano y gasto para una recuperación inclusiva y resistente.
- Poner fin a la pandemia y revertir el alarmante retroceso en la salud y la nutrición de los niños, aprovechando el papel crucial de UNICEF en la distribución de la vacuna COVID-19.
- Reconstruir mejor garantizando una educación de calidad, protección y salud mental para todos los niños.
- Prevenir, responder y proteger mejor a los niños de las crisis, incluyendo nuevos enfoques para acabar con las hambrunas, proteger a los niños del cambio climático y reformular el gasto en la respuesta a desastres.