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Desde hoy, 17 de febrero, y hasta el próximo martes 23, se conmemora la semana europea de pobreza energética. Una iniciativa que tiene por objeto resaltar la importancia de esta problemática en el viejo continente y la responsabilidad que tienen las instituciones europeas, nacionales, regionales y locales en la materia.

La pobreza energética se define como la incapacidad de un hogar de satisfacer una cantidad mínima de servicios de la energía para sus necesidades básicas, como mantener la vivienda en unas condiciones de climatización adecuadas para la salud (18 a 20º C en invierno y 25º C en verano). Aunque parezca una problemática lejana lo cierto es que no lo es. Un estudio de la oficina regional para Europa de la Organización Mundial de la Salud (OMS) cifraba en 38.200 las muertes prematuras anuales asociadas a la pobreza energética en 11 países europeos.

En España, la Asociación de Ciencias Ambientales ha estimado que la pobreza energética podría ser responsable de entre 2.300 y 9.300 muertes prematuras al año, una cifra más elevada que la de víctimas mortales de accidentes de tráfico en carretera (1.098 personas en 2019). Nuestro país tiene mucho por hacer con respecto a la pobreza energética. Esta es una problemática que afecta, aunque de manera desigual, a todos los Estados Miembros de la Unión Europea (UE). En países como Dinamarca, Suecia, Holanda, Austria o Finlandia esta cifra está por debajo del 3%, sin embargo, en países como Bulgaria el porcentaje de población afectada supera el 40%.

Este año la semana de lucha contra la pobreza energética se celebrará entre los días 17 y 23 de febrero para invitarnos a la reflexión y al debate de esta problemática urgente. Estas fechas conmemoran la tercera y última de las extraordinarias oleadas de frío que recorrieron Europa en febrero de 1956. Durante ese mes, Europa soportó unas heladas excepcionales y un frío intenso durante casi un mes, completando el invierno más duro en Europa y España desde que existen registros. Lamentablemente, hoy en el 2021, un año más la pobreza energética se manifiesta en muchos hogares y no podemos decir, ni en nuestro país ni en Europa, que haya desaparecido. Aunque es innegable que ha habido medidas tendientes a avanzar sobre esta realidad y proyectos para paliar y dar solución a esta problemática, la realidad de muchas familias es que tienen que seguir haciendo un ejercicio de ingeniería financiera cada mes para acertar cómo repartir sus ingresos entre servicios tan básicos como la alimentación, el agua o la energía doméstica.

Esta problemática se manifiesta de diversas maneras. No sólo la sufren aquellos hogares con ingresos limitados que destinan un alto porcentaje de sus ingresos para poder pagar las facturas. También se da, por ejemplo, en aquéllos que reducen tanto su consumo que lo hacen a costa de vivir en unas condiciones inadecuadas lo cual trae consecuencias sobre su salud física y mental. Diversas investigaciones sostienen que existen tres factores clave que determinan la incidencia y evolución de las tasas de pobreza energética: los precios de la energía doméstica, la eficiencia energética de los edificios y la renta de las familias.

En los últimos años en España, al igual que en otros países miembros de la UE el aumento del precio de la energía doméstica, unido al descenso de la renta de las familias ha propiciado un considerable aumento de la pobreza energética. Sobre esto, la Asociación de Ciencias Ambientales señala como un factor estructural clave la eficiencia energética de los edificios. En este sentido afirman que aquellos hogares que ocupan viviendas con una menor eficiencia energética son más vulnerables a sufrir pobreza energética, debido al importante peso que tiene el gasto en la climatización del hogar, por lo que la mejor solución para su erradicación a medio y largo plazo pasa por la rehabilitación energética de edificios.

Esta semana, es una iniciativa cuyos objetivos son: En primer lugar, resaltar la importancia de esta problemática en Europa y la responsabilidad que tienen las instituciones europeas, nacionales, regionales y locales en la materia; en segundo lugar, fomentar el debate entre todos los agentes y la propia ciudadanía y por último, fomentar la colaboración entre países, instituciones y organizaciones europeas para hacerle frente a esta compleja realidad. Desde la Asociación de Ciencias Ambientales se reclama a los Estados Miembros el diseño de medidas coordinadas de lucha contra este problema, recordándoles que la rehabilitación energética de edificios es la mejor medida a medio y largo plazo para eliminar y prevenir la pobreza energética, reduciendo la vulnerabilidad energética de la población, luchar contra el cambio climático y reducir la dependencia energética de las economías de la UE.

En el contexto actual de re construcción post pandémica en el que se encuentran la mayoría de las administraciones, lograr una transición energética justa y sostenible que no deje a nadie atrás debería ser una de las prioridades. Acabar con la pobreza energética también es un modo de contribuir al desarrollo sostenible de las comunidades. Cabe recordar el ODS número 7, que aboga por “Garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna para todos” y recoge metas específicas (Meta 7.1) que hacen referencia a la asequibilidad de los servicios energéticos para 2030. Aún hoy, en el siglo XXI, tener que elegir entre comer o calentar la casa en invierno es una realidad en muchos hogares españoles y esto es inaceptable.

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