Como tantas otras cosas en nuestro planeta, el impacto del calentamiento global también es desigual. Si bien el sol brilla igual en todos lados, la emergencia climática no afecta del mismo modo a todas las regiones. Las personas vulnerables que viven en algunos de los países más frágiles y afectados por conflictos de diversos tipos están experimentando los efectos más graves del cambio climático, desde sequías hasta inundaciones que trae terribles consecuencias para la salud y para el desarrollo de la vida cotidiana.
La mayoría de desplazamientos relacionados con el cambio climático se producen dentro de las fronteras nacionales. Las personas que huyen de sucesos climatológicos extremos tales como huracanes, ciclones e inundaciones tienden a quedarse lo más cerca que pueden de sus casas y regresar en cuanto las condiciones climáticas lo permitan. En los casos en los que se producen desplazamientos más prolongados y movimientos a través de fronteras internacionales es probable que concurran factores adicionales que condicionen el movimiento.
La emergencia climática que estamos viviendo es una realidad fruto del modelo de desarrollo insostenible y desigual capitalista en base al cual se estructuran nuestras economías. Se trata de un fenómeno intrínsecamente injusto en sus causas y consecuencias, pues los Estados enriquecidos del Norte global son los responsables históricos de la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero, mientras que las regiones del Sur global son las que están sufriendo sus peores consecuencias. Los impactos del cambio climático hacen que muchas de las personas que habitan en los ambientes más vulnerables, tengan que migrar, fenómeno complejo y heterógeneo que recibe el nombre de "migraciones climáticas". La Organización Internacional para las Migraciones explica que estas: “comprenden el traslado de una persona o grupos de personas que, predominantemente por cambios repentinos o progresivos en el entorno debido a los efectos del cambio climático, están obligadas a abandonar su lugar de residencia habitual, u optan por hacerlo, ya sea de forma temporal o permanente, dentro de un Estado o cruzando una frontera internacional ” (OIM, 2019).
Desde Nicaragua hasta Níger, las personas que habitan zonas rurales luchan por sacar adelante las cosechas que antes mantenían a sus familias, o para encontrar pastos para sus animales para poder tener el sustento alimenticio básico. Datos de Naciones Unidas muestran que, en 2019, las condiciones meteorológicas provocaron cerca de 24,9 millones de desplazamientos en 140 países de todo el mundo. Lo grave además es que ciudades pueden ser lugares inhóspitos para recién llegados procedentes del medio rural. La escasez de empleo y de vivienda los fuerza a menudo a vivir en barrios marginales en los que son vulnerables a la violencia y la extorsión de pandillas callejeras, así como a inundaciones cuando se producen tormentas. Es evidente que en las regiones más vulnerables el cambio climático tiene consecuencias mucho peores y más difíciles de resolver, lo cual se ha visto especialmente agravado tras la pandemia de coronavirus.
La problemática es más compleja de lo que parece, el cambio climático en sí mismo está multiplicando los efectos de otras amenazas que provocan desplazamientos: agrava la pobreza e intensifica la presión sobre recursos y gobernanza de un modo que puede alimentar conflictos y violencia. Por ejemplo, la región del Sahel, donde se encuentra Níger, es una de las zonas más afectadas por el cambio climático de todo el mundo. Las temperaturas en la región suben 1,5 veces por encima de la media mundial. A la par que las temporadas de lluvias son cada vez más cortas y las estaciones secas cada vez más largas, la población crece rápidamente y cada vez se dedica más tierra a la agricultura, lo cual reduce más aún la tierra disponible para pastores y aumenta la tensión por el uso de las tierras.
Las disputas por la tierra y el agua entre agricultores y pastores han sido explotadas por los extremistas que buscan asegurar su posición en la región. Según datos aportados por la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), Níger, Malí y Burkina Faso, países del Sahel Central, se encuentran ahora en el epicentro de una de las crisis de desplazamiento de más rápido crecimiento del mundo, con cerca de 1,6 millones de personas desplazadas internas y 365.000 personas refugiadas que han huido de la violencia, de las cuales 640.000 solo en este año.
En las regiones más pobres del planeta, aquellas a donde tener acceso al agua y a alimentos es un privilegio de unos pocos, los efectos del cambio climático son aún más trágicos. La desigualdad también es medioambiental. Lo que en algunas ciudades del norte global puede significar que el verano sea más cálido y el invierno más frío de lo normal, en otras latitudes puede costar la vida. Detener el cambio climático es urgente y ya no podemos esperar a que el costo de la inacción se pague con vidas.