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Acabar con la pobreza extrema para 2030 sigue siendo aún una utopía. Si bien en términos generales el mundo ha avanzado en la reducción de la desigualdad y el aumento de la esperanza de vida, terminar definitivamente con la pobreza es un objetivo lejano. Además, la pandemia amenaza con ampliar las desigualdades y tener un grave impacto en nuestra capacidad para cumplir con los ODS.

Si bien es real que la COVID19 ha sido devastadora para la mayoría de las economías de los países del mundo, también es una oportunidad para reiniciar un sistema económico con muchas falencias. Sin duda, previo a la llegada del coronavirus, la vida humana ha mejorado mucho en las últimas décadas. La globalización y la digitalización han llevado a un mayor acceso a la atención sanitaria, la educación y las oportunidades de trabajo en todo el mundo.

En los últimos años se han hecho algunos progresos, como el crecimiento de los ingresos reales del 40% más pobre de la población en 73 países, incluido un crecimiento superior a la media nacional en aproximadamente la mitad de ellos. Pero los progresos han sido en su mayoría lentos, sobre todo en lo que respecta a la pobreza, según el Informe sobre los progresos realizados de las Naciones Unidas en 2020, y en el caso del hambre, se ha invertido el curso. Ahora, con una pandemia mundial y una crisis económica, cabe esperar que perdamos los avances logrados en muchos de estos objetivos.

La proporción de personas que viven en la pobreza extrema se redujo del 15,7% en 2010 a alrededor del 8,2% en 2019. Pero incluso antes de la pandemia y la crisis económica, se seguía proyectando que el 6% viviría en la pobreza extrema en 2030, con lo que no se alcanzó el objetivo.Del mismo modo, los trabajadores que viven en la pobreza extrema se redujeron del 14,3% en 2010 al 7,1% en 2019. Pero en 2019, el desempleo mundial era del 5%, y tan alto como el 11% en el norte de África y Asia Occidental. En el caso de las mujeres y los trabajadores jóvenes, las tasas fueron más altas.

Es claro entonces que los avances hasta ahora conquistados no alcanzan. A pesar de estos puntos positivos en la historia de la humanidad, la pobreza, el hambre y las disparidades enormes persisten y hoy se ven agravadas tras la pandemia. Como explicó el fundador y Presidente Ejecutivo del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, en el Índice de Movilidad Social Mundial 2020: "La desigualdad está aumentando incluso en los países que han experimentado un rápido crecimiento. Las consecuencias sociales y económicas de la desigualdad son profundas y de gran alcance: un creciente sentimiento de injusticia, precariedad, pérdida percibida de la identidad y la dignidad, debilitamiento del tejido social, erosión de la confianza en las instituciones, desencanto con los procesos políticos y erosión del contrato social".

En este sentido, el Informe realizado por Naciones Unidas, explica que la COVID-19 ha ampliado las diferencias. Además, el informe sostiene que es probable que los efectos más amplios de la pandemia tengan un impacto particularmente perjudicial en los países más pobres. Si una recesión mundial conduce a una reducción de las corrientes de recursos para el desarrollo, ese impacto será aún más grave.

Ante el cimbronazo que ha significado el pandemia, el mundo tiene la oportunidad de abordar la desigualdad con "reformas largamente esperadas que promuevan resultados más equitativos" y "aprovechar las innovaciones de la Cuarta Revolución Industrial para apoyar el bien público, especialmente abordando los desafíos sanitarios y sociales", explicó Schwab.

Ante este panorama, el Foro Económico Mundial sostiene que los Objetivos de desarrollo sostenible pueden ser centrales para impulsar una trasformación hacia economías más justas. En este sentido remarca los siguientes aspectos de algunos de los ODS:

ODS 1: No a la pobreza. Para 2030, eliminar la pobreza extrema y reducir el número de personas en situación de pobreza en todas sus dimensiones. Para ello es necesario aplicar medidas de protección social, garantizar la igualdad de acceso a los recursos económicos y los servicios, y fomentar la capacidad de recuperación de los pobres y los vulnerables, especialmente frente al cambio climático.

ODS 2: Hambre Cero. Para 2030, poner fin al hambre y la malnutrición y garantizar el acceso a alimentos seguros, nutritivos y suficientes. Para ello es necesario garantizar sistemas de producción de alimentos sostenibles y prácticas agrícolas resistentes, mantener la diversidad genética de los animales y los cultivos, y corregir y prevenir las restricciones y distorsiones del comercio en los mercados agrícolas mundiales, entre otras medidas.

ODS 8: Trabajo decente y crecimiento económico. Las metas incluyen el empleo pleno y productivo para todos los hombres y mujeres, el mantenimiento del crecimiento económico per cápita y el logro de niveles más altos de productividad económica, con especial atención a los sectores de alto valor añadido y de gran densidad de mano de obra. Los objetivos adicionales se centran en la creación de empleo, el espíritu empresarial, la protección de los derechos laborales y el fin de prácticas como el trabajo forzoso, la esclavitud moderna y la trata de personas.

ODS 10: Reducción de Desigualdades. Para el 2030, este objetivo apunta a lograr progresivamente y sostener el crecimiento de los ingresos del 40% más bajo de la población a un ritmo más alto que el promedio nacional. La reducción de las desigualdades también requiere garantizar la inclusión social, económica y política y la igualdad de oportunidades para todos, así como la adopción de políticas y reglamentos que promuevan la igualdad y una mejor supervisión de los mercados e instituciones financieras mundiales.

El momento de actuar es ahora y es necesario acelerar el ritmo. Se espera que el impacto de COVID-19 sea severo. Se prevé que la tasa de pobreza alcance el 8,8%, el primer aumento desde 1998. Como resultado de la pandemia, 71 millones de personas más vivirán en la pobreza extrema, mientras que 132 millones se arriesgan a la inseguridad alimentaria. Hasta el 42% de los empleos pueden no volver. Mientras tanto, los ingresos de los trabajadores del sector no estructurado -que incluyen a muchos trabajadores esenciales, como los recicladores, los cuidadores domésticos y los trabajadores agrícolas- disminuyeron en un 60% durante el primer mes de la crisis, y hasta en un 81%.

Pero todos y todas podemos aportar nuestro granito de arena, el Foro Económico Mundial ha redacto una serie de recomendaciones destinadas a la ciudadanía para aportar a construir economías más justas:

  • Cuando las finanzas lo permitan, donar dinero, alimentos o necesidades a organizaciones caritativas que trabajen para eliminar la pobreza y el hambre.
  • Realizar voluntariados en comedores de beneficencia o en una despensa de alimentos para hacer frente al hambre en la propia comunidad.
  • Apoyar el mercado de agricultores locales, lo cual apoyará a los trabajadores agrícolas locales y los esfuerzos por mantener la diversidad de los cultivos y la seguridad alimentaria mundial.
  • Apoyar a las empresas que son transparentes en cuanto a sus cadenas de suministro y que trabajan para eliminar el trabajo forzoso, la esclavitud moderna y la trata de personas.
  • Expresar el agradecimiento a los trabajadores esenciales, especialmente a los trabajadores informales y a los que trabajan en gigas, que pueden estar enfrentando riesgos adicionales e incertidumbre durante la pandemia.

Aportar a la construcción de un mundo con más justicia social, muchas veces, está al alcance de nuestra mano.

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