La Red Española del Pacto Mundial ha identificado cinco amenazas para el océano en el paper “Océanos saludables y sostenibles: oportunidades para el sector empresarial en la economía azul”. Este informe muestra que todas estas amenazas son evitables y que de uno u otro modo, son obra de la acción humana y, por tanto, tenemos la responsabilidad de resolver. Si bien este año la prioridad en la mayoría de los ámbitos es la pandemia generada por el coronavirus, es importante no perder de vista otros aspectos importantes como el cuidado del medioambiente y en este sentido la protección de nuestros océanos.
El océano tiene un papel fundamental en la regulación de la temperatura del planeta y, por lo tanto, en la lucha contra el cambio climático dada su capacidad para absorber el CO2. Sin embargo, esto no significa que sea un sumidero infinito de dióxido de carbono que soportará de forma sobrenatural todos los impactos de nuestras acciones; el océano tiene su límite: cuanto más CO2 absorbe, más aumenta la acidez del mismo, cambiando su química natural y disminuyendo su capacidad de amortiguar el impacto del calentamiento global.
Actualmente, el océano absorbe alrededor del 30% del CO2 producido por los seres humanos, lo que ha provocado que la acidez oceánica haya aumentado un 30% desde el inicio de la revolución industrial. Pero esto es totalmente evitable y todos y toda podemos aportar para que disminuya. La mejor forma de luchar contra esta amenaza es reducir las emisiones de CO2 en línea con lo planteado en el Acuerdo de París, que sitúa el límite del aumento de temperatura en 1.5ºC.
Si bien la ciudadanía en su conjunto es responsable y puede realizar acciones tendientes a reducir las emisiones, las empresas tienen un rol central y pueden comprometerse con esta lucha a través de la campaña Business ambition for 1.5 de UN Global Compact.
La contaminación es otro de los grandes problemas que golpea a nuestros océanos y el verano es un buen momento para poder ser conscientes de ello. El 40% del océano está afectado por la contaminación, lo que impacta negativamente sobre los hábitats y la biodiversidad. Y es que, la mayoría de los desechos que producimos en tierra van a parar a los océanos, desde combustibles y fertilizantes hasta las famosas bolsas de plástico, ya sea a través del vertido deliberado o de la escorrentía de las aguas a través de ríos y desagües.
Las toneladas de plástico que llegan al océano cada año, estimadas en 13 millones, son una de las amenazas más preocupantes para el océano tanto a nivel nacional como internacional ya que provocan, entre otros daños, la muerte de 100.000 especies marinas. En este sentido, las soluciones pasan por una mejor gestión de los residuos y una apuesta por la innovación tanto en el reciclaje como en la producción en materiales alternativos al plástico y otros productos contaminantes.
Si bien no lo vemos a simple vista está allí y está en peligro, se trata de la vida submarina. Esta se encuentra en constante amenaza: el exceso de pavimentación en la costa, el vertido de nutrientes derivados de la agricultura al océano o el tratamiento inadecuado de las aguas residuales son algunos de los principales causantes de la destrucción de este hábitat. De hecho, en el caso de los arrecifes de coral, aproximadamente un 20% de ellos se han perdido y otro 20% se ha degradado, y no son las únicas víctimas de estas acciones. Esto nos indica que debemos de cambiar nuestro modo de conectar con este hábitat, reduciendo el impacto sobre sus costas y abogando por un turismo sostenible y no intrusivo.
Un dato que refleja el efecto de la pesca insostenible que se ha dado en las últimas décadas es que, a pesar de que las flotas pesqueras han aumentado considerablemente desde la mitad del siglo pasado, éstas deben invertir 5 veces más esfuerzo para obtener el mismo volumen de capturas. Esto sucede porque la población de peces ha disminuido en consecuencia de la sobrepesca. De hecho, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) estima que aproximadamente el 60% de las reservas de peces están plenamente explotadas y en el otro 30% se pesca de manera insostenible. Una gran parte del sector pesquero es consciente de ello y por eso han reorientado sus estrategias empresariales para adaptarlas a la pesca responsable y cumplir con los Principios para un océano sostenible.
Este sea quizás el punto en el cual tenemos mayor responsabilidad y sobre el que debemos actuar cuanto antes. Gran parte de las amenazas que sufren los océanos son resultado de las brechas existentes en la gobernanza mundial de este ecosistema que provocan que casi dos tercios de las aguas oceánicas estén desprotegidas por situarse fuera de la jurisdicción nacional de los países. Esta falta de gobernanza da vía libre a acciones con un alto impacto negativo en la salud del océano, como la pesca ilegal. Para hacer frente al problema, los 193 Estados miembro de Naciones Unidas pretenden alcanzar en 2020-2021 un Tratado Global de los Océanos que proteja la biodiversidad marina más allá de las fronteras nacionales y asegure la explotación sostenible de este medio.
El océano esta en peligro a causa de nuestras imprudencias como sociedad. Si somos parte el problema debemos ser parte de la solución, el momento de actuar es ahora.