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Ayer se conmemoró un año más el día internacional de la tierra. Sin dudas en un contexto particular, desde el confinamiento causado por la crisis del coronavirus, que nos invita a reflexionar sobre el cuidado medioambiental. Las pocas buenas noticias vinculadas a la pandemia son aquellas que indican que con el confinamiento le hemos dado un respiro a la tierra.

Una feroz pandemia está arrasando el mundo, amenazando las vidas y los medios de subsistencia a un ritmo alarmante. A medida que las tasas de infección y de mortalidad siguen aumentando, se restringe el movimiento de los residentes, se restringe la actividad económica, los gobiernos recurren a medidas extraordinarias y las empresas se apresuran a adaptarse. En un abrir y cerrar de ojos, el coronavirus ha cambiado los supuestos de funcionamiento del mundo. Ahora, toda la atención se centra en contrarrestar esta nueva y extrema amenaza, y en atenuar la fuerza de la gran recesión que le seguirá, es un buen momento para pensar también nuestro vículo con la tierra y el medioamebiente. 

En medio de esta crisis, es fácil olvidar que hace unos pocos meses, el debate sobre el cambio climático, los impactos socioeconómicos que provoca y la respuesta colectiva que exige estaban cobrando impulso. La sostenibilidad, en efecto, estaba aumentando en la agenda de muchos líderes de los sectores público y privado antes de que lo insostenible, de repente, se hiciera imposible de evitar. Ahora bien, ante la urgencia sanitaria y la crisis económica en puerta ¿puede el mundo permitirse prestar atención al cambio climático y al programa más amplio de sostenibilidad en este momento? Dickon Pinner, Matt Rogers,y Hamid Samandari, tres expertos han desarrollado un informe para la agencia McKinsey, que sostienen  que simplemente no podemos permitirnos hacer otra cosa.

Los especialistas afirman que no sólo el cambio climático seguirá siendo crítico en la próxima década, sino que las inversiones en infraestructura resistente al clima y la transición a un futuro con menos carbono pueden impulsar una importante creación de empleo a corto plazo, al tiempo que aumentan la resistencia económica y ambiental. Y con tasas de interés casi nulas para el futuro previsible, no hay mejor momento que el presente para tales inversiones.

Estos expertos consideran que para satisfacer esta necesidad y aprovechar esta oportunidad, los líderes mundiales se beneficiarían si pudieran considerar tres cuestiones: ¿Qué lecciones se pueden aprender de la actual pandemia de cambio climático?  ¿Qué consecuencias -positivas o negativas- podrían tener nuestras respuestas a la pandemia para la acción climática?  ¿Qué medidas podrían adoptar las empresas, los gobiernos y el sector privado para armonizar nuestra respuesta inmediata a la pandemia con los imperativos de la sostenibilidad?

A continuación, los tres especialistas proporcionan algunas respuestas iniciales a estas preguntas, con la esperanza de que inspiren ideas y acciones que ayuden a conectar nuestra respuesta inmediata a la crisis con las prioridades para la recuperación.

Potenciales aprendizajes de la pandemia

Comprender las similitudes, las diferencias y las relaciones más amplias entre las pandemias y el riesgo climático es un primer paso si queremos aprovechar las potencialidades de este momento. Algunos investigadores e investigadoras han considerado que el impacto ambiental de muchas de las medidas adoptadas para contrarrestar la pandemia de coronavirus son una ilustración a gran escala de lo que una acción drástica puede producir en un corto período de tiempo. Las imágenes satelitales de la contaminación que se desvanece en China e India durante el cierre de COVID-19 son un ejemplo de ello. Sin embargo, este impacto (temporal) tiene un enorme costo humano y económico. La cuestión clave es cómo encontrar un paradigma que proporcione a la vez sostenibilidad ambiental y económica. Mucho más fácil de decir que de hacer, pero aun así es algo que hay que hacer.

Si bien nos encontramos en las etapas iniciales de una crisis de rápida evolución, ya podemos empezar a ver cómo la pandemia puede influir en el ritmo y la naturaleza de la acción climática, y cómo la acción climática podría acelerar la recuperación creando puestos de trabajo, impulsando la formación de capital y aumentando la resistencia económica.

Para empezar, ciertos ajustes temporales, como el teletrabajo y una mayor dependencia de los canales digitales, pueden perdurar mucho tiempo después de que hayan terminado los estados de alarma, reduciendo la demanda de transporte y las emisiones. En segundo lugar, las cadenas de suministro pueden ser repatriadas, reduciendo algunas emisiones de alcance (las que se encuentran en la cadena de valor de una empresa, pero no están asociadas a sus emisiones directas o a la generación de energía que compra). En tercer lugar, los mercados pueden valorar mejor los riesgos (y, en particular, el riesgo climático) como resultado de una mayor apreciación de las dislocaciones físicas y sistémicas. Esto crearía la posibilidad de que se produzcan más perturbaciones del modelo de negocios a corto plazo y riesgos de transición más amplios, pero también ofrecería mayores incentivos para un cambio acelerado.

En este contexto, los expertos consideran que todos los actores -individuos, empresas, gobiernos y sociedad civil- tendrán un papel importante. Podemos vivir la pandemia como una oportunidad para ser mejores. La resiliencia será clave para esta nueva etapa que afrontaremos y es ahí a donde no podemos olvidarnos del medioambiente, más bien todo lo contrario, deberá estar en el centro de nuestra reflexión.

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