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El Banco Interamericano de Desarrollo y Forética han realizado un informe de buenas prácticas para evitar que esto siga sucediendo. El documento se centra sobre todo en lo que está ocurriendo en América Latina y Caribe, donde se están desperdiciando unas 348.000 toneladas de alimentos diarias.

El estudio no solo habla del impacto social y económico que esto conlleva. Va más allá y afirma que "su huella medioambiental es extraordinaria: 18% de las tierras cultivables, 21% del agua dulce y 19% de los fertilizantes. Con #SinDesperdicio, el BID está movilizando una coalición que desarrolle soluciones innovadoras, comparta experiencias y buenas prácticas y apoye a organizaciones que están en la vanguardia".

En América Latina y el Caribe se pierden y desperdician cada año 127 millones de toneladas de alimentos, el 34% de todo lo producido y el equivalente a 223 kg per cápita. Las pérdidas y desperdicios de alimentos tienen consecuencias ambientales y económicas muy significativas. Contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero y al consumo de agua y energía. Trabajar en su reducción constituye una prioridad institucional para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Con el fin de contribuir a ello, el BID lanzó la plataforma #SinDesperdicio, aprovechando a los esfuerzos de los sectores público y privado y la sociedad civil. La plataforma reúne a empresas líderes en los sectores de alimentos y tecnología, como The Coca-Cola Company, Nestlé, Dow Chemical, la Fundación FEMSA, Grupo Bimbo, IBM y Oxxo. Otros socios estratégicos incluyen la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Red Global de Bancos de Alimentos (GFN), el Consumer Goods Forum (CGF) y el World Resources Institute (WRI).

#SinDesperdicio promueve cuatro áreas de actividades: proyectos innovadores, con el objeto de financiar proyectos piloto y el uso de tecnologías orientadas a la reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos; política públicas, con el objeto de promover el desarrollo de normativas, políticas y programas que generen un entorno legislativo y de política pública que facilite su reducción, desde leyes de donación hasta programas nacionales y municipales; generación de conocimiento, con el objeto de financiar el desarrollo de estudios diagnóstico para diferentes cadenas de alimentos, así como análisis sobre las fallas de mercado y, finalmente, hábitos de consumo responsables, con el objeto de estimular cambios de comportamiento entre consumidores y trabajadores del sector a través del apoyo a programas y campañas orientados a educar sobre este problema.

El documento denuncia que los números son abrumadores: las pérdidas y desperdicios de alimentos representan un tercio de los alimentos producidos para consumo humano. Esta proporción supone, aproximadamente, 1.300 millones de toneladas anuales, que serían suficientes para alimentar a los 815 millones de personas que están subalimentadas en el mundo. A nivel económico, el costo que tienen los alimentos que se pierden y desperdician asciende a 1 trillón de dólares anuales, que se incrementa si consideramos los costes ambientales y sociales asociados, que han sido cuantificados en 700 y 900 billones de dólares, respectivamente.

A pesar de que muchas empresas están dando respuesta a este llamado global, todavía es necesario seguir invirtiendo esfuerzos en implicar al sector privado en la consecución de los ODS. Según los resultados de la encuesta llevada a cabo por el World Business Council for Sustainable Development (WBCSD) a 250 empresas líderes de 43 países sobre la integración de los ODS en la estrategia empresarial, las empresas están comprometidas e identifican los ODS como una oportunidad estratégica en términos de crecimiento e innovación, pero todavía existen desafíos en su integración en la estrategia empresarial (solo un tercio de las empresas encuestadas habían fijado objetivos vinculados con la consecución de los ODS).

Los resultados mostraron que el ODS 12 (producción y consumo responsable) fue uno de los tres ODS más prioritarios (junto con el ODS 13 y 8) identificados por las empresas. Este hecho supone un buen punto de partida, ya que para la consecución del ODS 12 y su meta 12.3 será necesaria la implicación del sector privado. Además de los resultados de esta encuesta, existen otras evidencias que ponen de manifiesto la movilización de las empresas en la gestión de las pédidas alimentarias, la relevancia de este reto a nivel global y el compromiso empresarial en la materia. Por ejemplo, alianzas como la coalición Champions 12.3 o la iniciativa del Consumer Goods Forum (CGF) “The Food Waste Resolution”, entre otras, agrupan a empresas pertenecientes a toda la cadena de valor que ya están llevando a cabo acciones en este sentido.

Además, según un estudio realizado por el World Resources Institute (WRI) y el Waste and Re-sources Action Program (WRAP)34 en el que se analizaron 1.200 organizaciones en 17 países, de las cuales más de 700 eran empresas de distintos sectores (producción de alimentos, venta al por menor, hoteles, ocio y servicios de comida, entre otros), existe una clara ventaja económica para aquellas organizaciones que invierten recursos en reducir las pérdidas de alimentos. El estudio mostró que el 99% de las empresas que invirtieron en su gestión obtuvieron un retorno financiero positivo que se traducía en un beneficio de 14 dólares por cada dólar invertido en aspectos como la sensibilización y formación del personal, la identificación de las pérdidas y desperdicios alimentarios (inventarios), su cuantificación y la innovación en el envasado. Este beneficio se generó a través de la venta de productos imperfectos como una nueva línea de negocio, del desarrollo de nuevos productos, de la reducción de los costes de gestión de residuos y de los costes asociados a la comida no vendida.

Buenas prácticas corporativas en materia de reducción de pérdidas y desperdicios de alimentos en América Latina y el Caribe

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