Desde hace varios años cada vez son más los avances científicos que comprueban que la Inteligencia Artificial puede mejorar la calidad de vida de las personas. Sin embargo, es importante que su uso se gestione de forma cuidadosa, responsable y sobre todo ética. Esto resulta central para evitar problemas tales como el exceso de control humano, la falta de transparencia o la posible violación de privacidad que su uso puede suponer.