No cabe duda que la vulnerabilidad de nuestras relaciones humanas –tanto inter-personales como grupales u organizativas- se agudiza, hoy, ante el tsunami imparable de influencia de las TICs, las omnipresentes redes sociales y la todopoderosa IA generativa. Esta fragilidad comporta un arduo desafío para el desarrollo de lo ético, a nivel individual y comunitario, que se ve obligado a desempeñarse en medio de la espesa jungla de un tiempo al que se pretende caracterizar con términos como los de post-verdad, “deep fakes”, ideología “woke” y manipulación colectiva .