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Cuando realizo formaciones a equipos directivos suelo empezar lanzando una pregunta: ¿Negocio y/o sostenibilidad? En la mayoría de los casos escogen la segunda. Admiten que la sostenibilidad es necesaria, pero la ven incompatible con las exigencias de negocio. No sorprende que sea así. Vivimos en un sistema viciado por la inercia de resultados a corto plazo, que nos incita a pensar que la sostenibilidad amenaza los objetivos de negocio.
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Pero el desafío climático, cuya magnitud pone en riesgo nuestra propia prosperidad, solo puede afrontarse con un cambio profundo. Y mientras persista esta creencia, aunque sea de forma no explícita, guiará nuestra toma de decisiones, impidiendo la transformación.

El problema no es lo que hacemos, sino lo que valoramos

En muchas empresas, la sostenibilidad ya forma parte del discurso: está en los informes, la web, algunas acciones simbólicas.

Y aunque eso es un primer paso, no significa que sea una realidad presente en el día a día laboral:

  • Se felicita a quien “logra mejorar sus resultados” (aunque eso implique mantener procesos que generan emisiones innecesarias.)
  • Se asiste a eventos sectoriales para acelerar acuerdos de negocio (aunque suponga viajar en avión como sustituto a reuniones que podrían realizarse en formato virtual).
  • Se visibiliza y aplaude al equipo más productivo (y no al que trabaja en rediseñar procesos más circulares).

Hasta que la sostenibilidad no esté implícita en las decisiones, rutinas y procesos diarios no será un valor de la cultura de empresa. Y si queremos que lo sea, debemos valorarla de la misma forma que hacemos con los resultados de negocio.

Tres pasos para crear una cultura de sostenibilidad 

Para que la sostenibilidad sea un valor transversal de la cultura de empresa, debemos trabajar a tres niveles:

Las creencias

El primero, la revisión de las creencias. Si el equipo directivo comparte la idea de que los objetivos de negocio son incompatibles con el cuidado medio ambiental, es imposible que la sostenibilidad se integre en la cultura.

El desafío del clima es urgente. Sin planeta no hay empresa. Esa es la realidad.

Organizar workshops al equipo directivo y crear espacios de reflexión para revisar estas creencias es un primer paso esencial para iniciar la transformación. En el momento en que interioricemos que la sostenibilidad es el único camino posible para el futuro de negocio, tendremos la mitad del trabajo hecho. 

Las herramientas

Una vez revisadas las creencias es momento de pasar a la acción, involucrando en esta fase a toda la plantilla. Aquí, el gran desafío es el “cómo”.

Hay quienes reciclan con rigor y apagan luces innecesarias, pero viajan en avión cada semana. Quienes apoyan campañas ambientales, pero desconocen la huella de su actividad diaria. Cuando no se sabe qué es lo importante, se dispersan esfuerzos con acciones intrascendentes, mientras que las decisiones clave para impactar en la huella siguen intactas.

Agendar charlas de sensibilización y formaciones específicas, como los talleres de huella de carbono que organizamos en Uttopy, es esencial para aprender a poner el foco en lo importante e impulsar un cambio con resultados tangibles.

La pertenencia

Y como tercer punto, el reconocimiento y la celebración.

Las personas somos seres psicológicos y nos movemos por dos necesidades básicas: la supervivencia y el reconocimiento. Necesitamos trabajar para poder comer, y necesitamos obtener el reconocimiento del grupo para asegurarnos la pertenencia. Esto, evidentemente, también sucede en la empresa.

Mientras lo único que se valore en la empresa sean los resultados económicos inmediatos, lo que haremos es responder a eso. Aunque se aleje de nuestros valores personales, y sepamos, en lo profundo, que estamos alimentando la crisis climática. De ahí la importancia de celebrar y premiar el compromiso con la sostenibilidad.

Cuando la cultura cambia, todo cambia.

Cuando una empresa cambia su cultura, el resto de las cosas cambian.

Las personas comprenden su impacto. Proponen mejoras. Cuestionan inercias. Se sienten parte. Actúan por coherencia, y no por obligación. La sostenibilidad deja de ser un “tema de RSC” para convertirse en parte del carácter de la organización. Y eso lo transforma todo: desde la forma en que se diseñan los productos hasta las decisiones de movilidad, consumo energético o relación con proveedores.

Según Deloitte, las empresas guiadas por un propósito fuerte y coherente superan en un 42% el rendimiento financiero medio. Y no solo eso: retienen mejor el talento, se adaptan antes a nuevas regulaciones y generan mayor fidelidad en sus clientes.

Abundancia para la empresa. Abundancia para el equipo. Y abundancia para el mundo. ¿Te sumas a la transformación?

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