Podríamos referirnos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible como los 17 mandamientos de la Agenda 2030, un plan de acción para las personas y nuestro planeta en aras de una prosperidad permanente, 17 ambiciones que buscan abordar retos globales como la pobreza, la desigualdad, la acción por el clima o el crecimiento económico entre otros.
En la última edición especial del informe de los ODS, las Naciones Unidas señalaban cinco esferas prioritarias de medidas urgentes, centradas en el rol que deben jugar gobiernos, jefes de estado, y la comunidad internacional, una llamada a la acción como rezan sus líneas, para promover el compromiso de los estados miembros a la hora de establecer medidas aceleradas, sostenidas y transformadoras en los próximos siete años. El propio apartado comparte otra serie de “obligaciones” orientadas a facilitar un avance común para la consecución de los ODS, y sin duda esto requiere y requerirá de esfuerzos colectivos y continuados, aquí es donde cobra protagonismo el ODS número 17, Alianzas para lograr los objetivos.
Desde un punto de vista personal y resaltando la importancia de todos los demás, el número 17 presenta una visión más holística, centrándose en los mecanismos necesarios para alcanzar la ambición de la Agenda 2030, e impulsar el logro de los otros 16. Uno de los aspectos más interesantes planteados bajo esta aspiración en la cumbre de los ODS, es preparar la gobernanza y a las instituciones para llevar a cabo una transformación sostenible e inclusiva, además de cerrar las brechas existentes para no dejar a nadie atrás, un paso que la ONU estima necesario a la hora de priorizar políticas e inversiones que impulsen no solo progresos, pero también transiciones justas. Es en definitiva un objetivo ambicioso y por ello podríamos decir que este ODS, lejos de ser únicamente una “preferencia” sobre el papel, es una necesidad real para avanzar hacia un futuro más equilibrado y sostenible.
¿Estamos a tiempo de que se cumplan los ODS?
En un entorno como el actual, la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible se plantea como un desafío inquietante, una carrera que no estará exenta de obstáculos. Cuestiones como la emergencia climática, los niveles de inflación, la crisis energética o la guerra de Ucrania, están minando el ritmo al que se precisa que avancemos en cada uno de los ODS durante los próximos siete años.
El mismo informe de los ODS indicaba que los primeros esfuerzos realizados tras la aprobación de los mismos produjeron algunas tendencias favorables, sin embargo, asegura que en “la evaluación de alrededor de 140 metas sobre las que se dispone de datos de tendencias, aproximadamente la mitad de ellas están moderada o gravemente desencaminadas; y que más del 30% no han avanzado o han involucionado hasta situarse por debajo de la base de referencia de 2015”. En pocas palabras, son cifras desalentadoras que pueden anticipar el curso y el éxito de nuestra trayectoria hacia 2030, si no aceleramos en el sprint final.
