Una encrucijada es, de acuerdo a la RAE, aquella situación difícil o comprometida donde hay varias posibilidades de actuación y no se sabe cuál de ellas escoger. No se me ocurre mejor encaje para ilustrar el momento en el que nos encontramos.
Por un lado, tenemos importantes retos sociales estructurales que, en gran manera, definen los grandes desafíos a los que nos enfrentamos. La desigualdad, la polarización o la exclusión forman parte de nuestro paisaje, de manera mucho más principal de lo que debería.
Por otro, cada vez entendemos mejor cómo la evolución y el desarrollo pueden llevarnos, si no cuidamos bien, a profundizar estas injusticias. La transformación digital y su impacto en el empleo, o el cambio climático y el impulso de una economía baja en carbono, son ejemplos claros de elementos que abren diferentes escenarios de impacto en función de la importancia que se dé en las respuestas a la sostenibilidad.
Además, es preciso incorporar en la ecuación la pandemia y la gran disrupción global que ha supuesto, especialmente para los colectivos más vulnerables.
Hay que actuar ya, y de manera coordinada si queremos ser capaces de buscar soluciones efectivas encaminadas a lograr una mayor justicia social. Las empresas tienen, en este escenario, un papel decisivo. Sin ellas, la justicia social queda, todavía mucho más lejos.
El sector empresarial tiene el derecho, el deber, y la oportunidad de protagonizar un revulsivo capaz de cambiar la tendencia. Para ello, las organizaciones líderes en sostenibilidad deben comprender bien cuál es su papel en este ámbito (tanto directo como en su cadena de valor), articular un propósito alineado con su manera de entender el negocio, estructurar estrategias y acciones encaminadas a buscar respuestas a estos retos de la sostenibilidad, y establecer marcos de medición, reporte y rendición de cuentas para, de manera transparente, comunicar cuáles son sus objetivos y cómo lo están logrando.
Desde las instituciones públicas, especialmente en Europa, el impulso de la sostenibilidad se ha convertido en un elemento diferencial (tenemos los programas Green Deal o los fondos Next Generation, pero también aspectos como la taxonomía o el paquete normativo en gobierno corporativo sostenible y debida diligencia que verá la luz en breve). También hay otros actores realmente concienciados, entre los que podemos destacar los inversores (que utilizan la ESG como predictor del riesgo y del valor de las compañías) o incluso el auge del consumidor consciente, que cada vez da mayor peso a la sostenibilidad en sus decisiones de compra.
Desde Forética se articulan distintos programas e iniciativas encaminadas y orientadas a crear espacios de diálogo y facilitar la acción empresarial encaminada a afrontar los tremendos retos que tenemos por delante y a escoger el mejor camino frente a la encrucijada. Así desde el Clúster de Impacto Social trabajamos junto a más de 40 empresas en situar a la ‘S’ social en el centro de la estrategia empresarial y en activar una transformación social de impacto positivo, desde el proyecto JOBS 2030: Futuro del Trabajo tratamos de poner luz a cómo la transformación digital o el empleo verde debe construirse sin dejar a nadie atrás, con el Grupo de Acción de Salud y Sostenibilidad abordamos junto a 17 grandes empresas la huella en la salud de las empresas y sus vínculos con la sostenibilidad, o a través del Give & Gain contribuimos a una actividad solidaria de las empresas verdaderamente estratégica y orientada a promover un mundo más justo.
La integración de estas prioridades estratégicas en materia de impacto social en las empresas impulsa la necesidad de mejorar las competencias en este ámbito en distintas áreas de las compañías, como abordamos desde la ESG Academy de Forética.
La encrucijada hacia una mayor justicia social está delante de nosotros y ahora es el momento de tomar las decisiones correctas.