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Nuestra vida transcurre indecisa, sin saber nuestro destino, si bien podríamos aplicarnos la expresión popular “qué difícil es llegar a buen pueblo por mal camino”. Nadie pondrá en duda que el camino por el que transitamos es complejo, con riesgos claros de accidente y con rumbo incierto. La sociedad ha asimilado, más o menos, la tecnología creciente, las comunicaciones fáciles e inmediatas. No nos damos cuenta que tenemos que hacer un gran esfuerzo de reflexión e intentar poner orden a nuestros esfuerzos baldíos para conseguir una vida equilibrada

¿Por qué  insistimos tanto en una dieta equilibrada y no somos capaces de buscar una vida equilibrada?

Razones habrá muchas, seguro. Estamos sometidos a tal vorágine monumental, trabajo interminable,  atascos continuos, prioridades mal escogidas, miedos impuestos y falta de medios para asumir nuestra propia libertad que se traduciría de inmediato en responsabilidad personal. Quizá alguien podrá decir que así sería fácil,  pues incluso con responsabilidad personal, no lo es tanto.

 El mundo está dando pasos hacia un supuesto bienestar general. Sin embargo, aparecen demasiadas complicaciones que no tienen solución inmediata: La superpoblación mundial (7.800 millones), el deterioro del medio ambiente, la carencia en la regulación sobre la riqueza, la inmigración, el aprovechamiento de lo público para intereses privados, las políticas erróneas, las guerras, etc… nos impiden ser optimistas.

Estas y otras muchas ideas nos introducen en la realidad de nuestro mundo globalizado, tensionado y sin ideas precisas para dirigir nuestros pasos hacia  esa deseada vida equilibrada. En casi cualquier actividad solo prevalece el interés de obtener un beneficio económico, cuanto más rápido mejor, evadiendo o soslayando el medio ambiente, las consecuencias sociales de la actividad desarrollada e, incluso, argumentando con falsedad los beneficios generados.

Muchos podrán preguntarse si esta descripción ha cambiado mucho a lo largo de la historia reciente o incluso antigua. Mi opinión es que el comportamiento del ser humano ha cambiado poco, pero mucho los medios que disponemos para hacer el bien o el mal.

En este artículo generalista, aunque muy relacionado con la RSC, me gustaría plantear uno de los mayores problemas que tenemos en la sociedad descrita y que será determinante en los próximos años a la vista de los acontecimientos recientes.

Necesitamos apostar y luchar por una sociedad abierta, donde rechacemos la autoridad absoluta, favoreciendo las viejas tradiciones como identidad social e incluir las nuevas que se generan a través de los cambios tecnológicos y la evolución requerida, pero siempre que sean compatibles con la libertad, el sentimiento de humanidad y, sobre todo, con la crítica racional.

Según planteaba el gran filósofo austriaco Karl Popper, el gran problema intelectual, o incluso moral, de nuestro tiempo es el conflicto abierto entre los racionalistas y los irracionalistas.

Para poder seguir con este comentario, permítanme que haga una definición breve de estos términos, seguramente ya conocido, pero necesario para su entendimiento.

Racionalismo: es una actitud en la que predomina la disposición a escuchar los argumentos críticos, a la vez que nos aprovecharnos de la experiencia. Para conseguir acercarnos a la verdad necesitamos racionalidad y cooperación, de esta manera podremos alcanzar algo de objetividad.

Irracionalismo: afirma que la naturaleza humana no es en esencia racional, afirmando que es la configuración emocional (emociones, pasiones..) la que determina la actitud final de nuestros actos.

Efectivamente, esta lucha puede llevarnos a una situación de conflicto permanente, o incluso de desastre, si tenemos en cuenta la falta de formación intelectual de muchas personas. Parece bastante lógico que evitemos el conflicto teniendo siempre presente la razón. Karl Popper decía al respecto: “que quienes enseñan que no debe gobernar la razón sino el amor, abren las puertas a aquellos que quieren y pueden gobernar por el odio”.

¿Se adelantó Karl Popper  a lo que vivimos actualmente en España, y en otras partes del mundo?

Cada uno podrá tener su opinión al respecto pero, desde luego, se acercan tiempos con grandes incertidumbres, grandes curvas. La situación requiere que afrontemos los problemas con fuerza intelectual y moral suficiente para aportar conjuntamente la cooperación necesaria hacia ese supuesto bienestar general.

Concluyo con un ruego que mejoraría sensiblemente nuestra sociedad y la RSC: comprometámonos, más que nunca, a realizar esfuerzos en la misma dirección, ayudémonos de la imaginación y potenciemos el respeto, el amor y la devoción por la causa común. De este modo contribuiremos a alejar el miedo, el odio, la envidia y la violencia.

Pedro Rodríguez Castañeda

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