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Permitidme que empiece con una historia que da mucho que pensar y que conocí por primera vez en la película-documental Catfish:

“En los primeros años del siglo XX en Estados Unidos, la demanda de bacalao se vio fuertemente incrementada en la costa oeste del país. Las noticias sobre este sabroso pez se empezaron a difundir por todo el país hasta llegar a la otra costa pero había un problema (pensemos que eran inicios de siglo XX). ¿Cómo se podría llevar el pescado de un extremo a otro del país de modo que se mantuviese fresco? En un primer momento probaron con la congelación y el envío por ferrocarril, que por aquel entonces era el medio de transporte más rápido. El problema surgió al prepararse, pues estaba demasiado blando y carecía de sabor. Entonces, para evitar esto, alguien decidió enviar al pez vivo dentro de grandes tanques de agua salada que iban en los trenes de mercancías. De nuevo el problema volvió a aparecer, puesto que si bien el pescado llegaba vivo pero al prepararlo seguía resultando blando y con muy poco sabor.

Después de estudiar con mayor detalle el bacalao alguien descubrió que su enemigo natural era el siluro, de modo que optaron por introducir unos pocos siluros en los tanques de agua salada. Los siluros perseguían continuamente a los bacalaos en los tanques, tratando de mordisquearles las aletas. Al preparar al bacalao esta vez sí que tenía el mismo sabor que al prepararse recién capturado en la costa este. En este caso se ve como el siluro evita que el bacalao se vuelva rancio porque los siluros se encargaban de mantenerlos frescos.”

La RSE ha sido a las empresas lo que los siluros al bacalao, o dicho de otra forma, antes de que la Responsabilidad Social Corporativa o Empresarial se crease (o se transformase más bien a lo que conocemos hoy en día) las empresas realizaban su actividad (unas mejores que otras) con un mejor o peor desempeño en el aspecto social, ético y ambiental pero no tenían (o no recibían tanto como hoy en día) las demandas y exigencias de sus grupos de interés que, casualidad o no, vieron como su voz y repercusión se amplificó a la par que se mejoraron de forma exponencial las comunicaciones.

Hace 30 años el listón de medición y de control por excelencia era la legislación, pero hoy en día, ese listón, que en su momento era prácticamente el único, ha pasado a ser el listón de mínimos que en muchos casos ha demostrado no ser suficiente para que las empresas gocen del reconocimiento adecuado en la sociedad y la confianza por parte de sus consumidores, clientes, accionistas, etc.

Los siluros (ya se llamen RSE, RSC, sostenibilidad o como cada uno considere más oportuno,  representados por muchísimas personas) han hecho a los bacalaos (las empresas) estar alerta y realizar un ejercicio de inteligencia empresarial para entender su actividad, sus impactos y sus implicaciones, de una forma que no habían hecho hasta entonces, al menos de forma generalizada.

Las empresas, hasta la aparición de los siluros, realizaban su actividad, sí, tenían en cuenta su desempeño económico, sí, pero hoy en día podríamos valorarlo como un desempeño que alimenta (tener la cuenta en positivo al final del año) pero que no tiene ningún sabor ni aporta nada más allá de la mera función de cubrir una necesidad básica. Los siluros han conseguido que se tengan en cuenta las otras variables que estaban ocultas (ética, social y ambiental). Esta combinación ha conducido y está conduciendo a las empresas a tener un mejor desempeño global en todos los ámbitos y a ejercer su actividad de forma realmente equilibrada y en armonía con el entorno en el cual la realizan.

Termino esta reflexión dando importancia que deben tener los siluros en nuestras vidas, representados en personas que nos hacen estar alerta y no dormirnos en nuestros laureles, que nos hacen ser mejores, que nos hacen progresar y sin las cuales el camino hacia el progreso y la mejora personal sería algo más complicado. 

(Por Daniel Lois Cerezo @daniloisytal)


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