Un ejemplo claro de esta realidad es la situación geopolítica en la que nos encontramos. La llegada de Donal J. Trump está produciendo una imposición desmedida en aranceles, así como otros criterios desnortados como son el deseo de adjudicarse el Canal de Panamá, Groenlandia y Canadá, tomar protagonismo en la paz de Ucrania, la posible destrucción de la OTAN, dejar de pertenecer a la Organización Mundial de la Salud, dudar de la ONU, no creer en el cambio climático y otros muchos temas de gran importancia. Siempre para conseguir beneficios económicos y protagonismo interesado. Este panorama no ha hecho más que empezar y veremos las consecuencias que se van produciendo en todo Occidente, especialmente para la Unión Europea, y las posibles reacciones de China y Rusia, si se ven implicados.
Si miramos a la historia, la situación geopolítica descrita no representa una novedad, pero en estos momentos los riesgos que asumimos son muy peligrosos y podría llevarnos a la tercera guerra mundial, lo cual, con los medios de comunicación controlados, la tecnología destructiva existente y el afán de imposición de criterios, resultaría desastroso para los ciudadanos y para la naturaleza.
Este inicio no parece muy optimista, pero espero que no se cumpla. Es necesario que seamos todos abanderados del único objetivo importante, que no es otro que recuperar el humanismo perdido o silenciado en el mejor de los casos.
Todos escuchamos y percibimos como se defienden los derechos individuales y comunales de todo tipo, algo que ha existido siempre y que podemos percibir con la lectura de la Biblia, la religión judeo-católica, la Revolución Francesa y más recientemente con la Declaración Universal de los Derechos Humanos, proclamados en París el 10 de diciembre de 1948 para todos los pueblos y naciones.
Esta declaración de los Derechos Humanos no apareció por casualidad, sino que había pasado por varias fases anteriormente, pudiendo resaltar las tres más significativas: 1ª/ la aportada por el liberalismo burgués, donde se privilegiaron los derechos civiles, procesales y políticos. 2ª/ la impuesta por el proletariado que prioriza los derechos económicos, sociales y culturales. 3ª/ la conseguida por la humanidad donde se tiene en cuenta el feminismo, la emancipación colonial, el medio ambiente, el desarrollo y el deseo de paz. Esta última fase ha resultado ser significativa para desautorizar el enfoque subjetivo e intentar dar un enfoque más relevante hacia las colectividades.
Llegado este momento y admitiendo que todos tenemos derechos y que todos tenemos que ser iguales ante la ley, el futuro dependerá exclusivamente de nuestra actuación ética. El gran filósofo alemán Hans Jonas, conocido por su influyente obra “El principio de la responsabilidad” centra los problemas éticos y sociales creados por la tecnología y fundamenta la ética orientada al futuro en dos axiomas: 1.- debe haber un futuro y 2.- nunca es lícito apostar la existencia o la esencia del hombre en su totalidad, hay que dar más peso a los pronósticos catastrofistas que a los optimistas, concluyendo con esta interesantísima frase: “ Lo relevante éticamente hacia la humanidad futura no es transmitir goce y evitar sufrimiento, a través del cálculo cuantitativo, sino la capacidad de transmitir la noción de deber, y que este deber pueda ser asumible por la humanidad futura”.
La ética propone para conseguir “una vida buena” calidad y seguridad, sin menospreciar que en este momento estamos expuestos a inseguridades por fuerzas no controladas, como son la energía atómica, la manipulación de alimentos, el tráfico de productos peligrosos y de personas, las drogas o la incapacidad de los dirigentes políticos.
Es preciso crear una ética universal, lo que implica una ética de la justicia, superando el subjetivismo y el emotivismo, a la vez que reducimos los riesgos para conseguir una ética aplicada que nos ayudará a establecer las reglas de juego con criterios racionales y universales.
Todos sabemos que controlar todos los riesgos es prácticamente imposible, pero siempre debe haber mecanismos de control y que estos mecanismos se transmitan a los especialistas, a los políticos y a los consumidores, lo que ayudará a tener mayor responsabilidad, como decía Karl-Otto Apel. Además, esta actuación conlleva una cierta justicia proporcional en el reparto de responsabilidades, pues como todos conocemos, es más responsable quien más puede y más sabe y, además, esta mayor responsabilidad también les ayudará a ser más cautos, como expuso Hans Jonas.
La heurística del temor nos llevará a minimizar los riesgos, pero para ello será preciso tener información de los científicos, de los políticos y de los medios de información, pero sin caer en manos de una ciencia politizada, una política burocratizada y, menos aún, a tener miedo del progreso.
Para no alargar más esta reflexión voy a exponer las cuatro normas universales establecidas por el gran filósofo italiano Giuliano Pontara al tratar sobre riesgos tecnológicos, de consecuencias globales y que deberían ser asumidas por todos:
1.- No efectuar elecciones que tengan consecuencias irreversibles, o cuya reversibilidad sea muy difícil y extremadamente costosa.
2.- Maximizar el nivel de vida sostenible.
3.- Proteger la biodiversidad.
4.- Proteger el patrimonio artístico, científico y cultural.
Después de esta exposición intentando aglutinar todos los temas abordados, mi conclusión sería:
El momento actual nos obliga a respetar la humanidad y hacer justicia para conseguir la felicidad. Es imprescindible una actitud moral rigurosa para todos los dirigentes, que solo se consigue buscando la verdad, con transparencia, prudencia y eficacia. Evitemos los grandes riesgos y, de manera especial, la ignorancia.