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Igualdad a golpe de ley, a golpe de moda, a golpe de negocio, pero no por convicción

La llegada de Donald Trump al poder ha hecho tambalear los cimientos de la diversidad, igualdad e inclusión (DEI). Quizás, solo ha puesto de manifiesto que la casa de la “igualdad” no estaba bien construida.

El decreto aprobado por Trump, para acabar con cualquier programa de diversidad, equidad, inclusión y accesibilidad, ha colocado a las empresas españolas, con negocios en Estados Unidos, y las estadounidenses, con negocios aquí, en una encrucijada. Además de enfrentarse a un conflicto de normas, si cumplen con la ley estadounidense estarían incumpliendo la legislación española y europea, hay un trasfondo, mucho más importante, de naturaleza ética: defender la igualdad, la diversidad y la inclusión frente a un atropello partidista y poner dicha defensa por encima del negocio.

Muchas empresas ya se están retratando, unas para bien como la cadena de hipermercados Costco o Apple, que mantienen sus políticas de DEI, pero son las menos. La mayoría han preferido renunciar a ellas y plegarse a los deseos de Trump: Walmart, McDonald’s, Ford,  Harley-Davidson han retirado sus políticas DEI; Walt Disney, Goldman Sachs y Google están empezado a dar marcha atrás y desmarcarse de la denominada “ideología woke”; Accenture, KMPG, Deloitte, Coca-Cola y Pepsico están dando pasos para cumplir con la orden de Trump; Meta, Amazon y Alphabet (matriz de Google) están estudiando hacerlo. Otras son pro-igualdad y diversidad a la carta: la aplican en España, pero no en Estados Unidos. Deloitte, por ejemplo, ha eliminado de su web en EE.UU la mención a la diversidad como uno de sus valores fundamentales, pero lo mantiene en la web española.

Estamos presenciando un “levantamiento del velo”, que está destapando que la igualdad, la diversidad y la inclusión, en materia de género, ha sido siempre más una cuestión de ley, moda o negocio, que de convicción. Con el mandato de Trump está desaparecido el filtro del “gender whashing” y mostrado la cruda realidad: qué empresas tienen políticas y promueve mensajes a favor de la igualdad y la diversidad por obligación, por moda o por negocio y cuáles las tienen incorporadas a su cultura y práctica corporativa por convicción, por considerarlo un valor a mantener y defender.

No nos engañemos, las empresas comenzaron a implementar medidas para favorecer la igualdad de oportunidades, la diversidad y la inclusión porque lo impuso una ley; después, las multinacionales, principalmente americanas, la pusieron de moda, y se generó todo un negocio alrededor de ello. Las grandes consultoras, esas que ahora se están retirando del escenario de la diversidad, inundaron el mundo de estudios, buenas prácticas, casos de éxito en favor de la igualdad y la diversidad. La mayor parte de ellos haciendo énfasis en sus aportaciones y beneficios para la rentabilidad del negocio.

“La igualdad de género es una estrategia clave para cualquier empresa que busque mejorar su rentabilidad, fomentar la creatividad y la innovación, y mejorar su reputación.” CEOE Valladolid[1]. 

“Tener equipos diversos en todos los aspectos impulsa el negocio, generando las mejores ideas y proyectos.” KPMG[2]. 

“Inclusión e igualdad, pilares para la construcción de una buena marca empresarial” Deloitte[3]. 

Closingap,[4] declaraba hace unos días para “El País”, que en España las compañías están alineadas con los principios DEI, no solo por cumplimiento normativo, sino porque existe un claro reconocimiento del valor que aporta la igualdad a la competitividad y sostenibilidad del negocio.

El discurso en torno a la rentabilidad, pone la igualdad al nivel de la innovación, la digitalización o la internacionalización, rebajándolo a un estatus de estrategia o recurso empresarial, cuando la igualdad es un valor y un derecho a defender, y una cuestión de justicia. Aunque no sea rentable, la igualdad hay que promoverla, reivindicarla, defenderla y protegerla, debe estar por encima del negocio.

En estos años hemos asistido a una apropiación del discurso sobre la igualdad y la diversidad por las grandes empresas y las grandes consultoras especializadas, tergiversando su verdadero propósito y convirtiéndolo en un asunto de marketing y negocio de consultoría, inundado de titulares promocionales y recetas paquetizadas, con bastante sesgo etnocentristas y económico, que todos han seguido fielmente, haciendo copia y pega, aplicándolas sin reflexión, ni convicción. Las consecuencias pocos resultados y cambios y lo que se conoce como "Diversity Fatigue"[5].

Cada año, el 8 de Marzo, vivimos exhibiciones lamentables con una avalancha de empresas que publican imágenes de las mujeres que trabajan en ellas como si fueran medallas o amuletos de la diversidad, pensando que con ello están colaborando con la igualdad de oportunidades y la inclusión. Muchas marcas lo convierten en una oportunidad de marketing, para captar negocio. Un claro ejemplo de “igualdad de escaparate”, con muchos fuegos artificiales pero muy poca convicción. El 8 de marzo no es una celebración, no es un Black Friday, San Valentín o Halloween, es una fecha compromiso activo con una causa que tiene mucha historia, que necesita ser recordada y actualizada de forma permanente. 

Lo más llamativo, de toda esta situación, es que nos rasgamos las vestiduras ante el retroceso de la diversidad y la inclusión en las empresas, debido al tsunami provocado por Trump. Las redes sociales, los medios de comunicación se llenan de artículos, opiniones y debates al respecto, aparecen voces indignadas y críticas, pero me temo que la razón es más la notoriedad que una verdadera convicción a favor de la igualdad y el respeto a la diversidad. Este ruido contrasta con el silencio, o la poca atención y reivindicación que reciben hechos mucho más graves, verdaderos atentados no solo contra la igualdad, sino contra la dignidad y la vida de las mujeres, que llevan años y años produciéndose: 

-En Afganistán existe un "apartheid de género", que la comunidad internacional contempla con bastante pasividad. Las mujeres afganas no pueden estudiar más allá de los siete años, deben cubrirse completamente con el burka, no pueden salir sin la compañía de un tutor masculino, tienen prohibido trabajar, poseer dinero o recibir asistencia médica adecuada durante el parto y el posparto y, desde hace unos meses, no pueden hablar en público.

En otros muchos países sufren mutilaciones, violencia sexual y exclavitud y trata. Según el Índice de Derechos de Mujeres y Niñas las mujeres se encuentran «en riesgo extremo» de padecer estos ataques en 80 países del mundo, incluyendo 33 países de África subsahariana, prácticamente todo Oriente Medio y la región de África del Norte, así como muchas economías emergentes.

-La trata de mujeres y niñas para su explotación sexual ha aumentado en los últimos 10 años.

Más de 123.000 mujeres y niñas fueron explotadas sexualmente en el mundo en 2023[6]. Más de 370 millones de niñas y mujeres vivas en la actualidad han sufrido violaciones o abusos sexuales antes de los 18 años, según Unicef[7].

-En 2023, se perpetraron 51.100 feminicidios, mujeres y niñas de todo el mundo que murieron en manos de sus parejas u otros miembros de su familia, de acuerdo con datos de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Es decir, se asesinaron a 140 mujeres por día (una mujer cada diez minutos) por razones de género. Según la misma fuente, 736 millones de mujeres en el mundo han sido víctimas de violencia física o sexual por parte de su pareja; de violencia sexual fuera de la pareja o de ambas al menos una vez en su vida.

-Los contínuos abusos contra mujeres, los que saltan a los medios protagonizados por personas famosas o conocidas, solo son la punta del iceberg: los hemos visto en política, en el cine, en el deporte, en las empresas, pero en el hogar y en la calle se producen muchos más. Según Naciones Unidas[8], 1 de cada 3 mujeres experimenta alguna forma de violencia física o sexual durante su vida. 

-La violencia contra las mujeres va mucho más allá del hecho traumático del abuso físico o sexual. Según Unicef, 650 millones de niñas y mujeres en el mundo sufren abuso verbal o en línea.

Los medios de comunicación maltratan a las víctimas, en la forma de redactar las noticias hay mucha culpabilización directa o indirecta de la mujer en lo sucedido. El 20% de las noticias sobre este tema aún justifican las agresiones, y ponen el foco en la víctima, culpándola de lo sucedido; en las conversaciones de calle es frecuente escuchar que muchas denuncias por violencia de género son falsas, a pesar de que las estadísticas de la Fiscalía General del Estado dicen lo contrario: en 2023 sólo hubo dos sentencias condenatorias por denuncia falsa en España de un total de 199.282 causas de violencia de género, lo que supone 0,001% de las mismas; los interrogatorios, por parte de policías y jueces, en estos casos, están llenos de reproches y cuestionamientos al comportamiento de las víctimas, el último episodio de este maltrato lo ha protagonizado el juez Adolfo Carretero en el juicio contra Iñigo Errejón.

Un mundo que trata a la mujer como un objeto, como una cosa, que comercia con ella, que la maltrata, es un mundo hostil y beligerante contra una parte de la humanidad. El mundo está en guerra desde hace mucho tiempo contra las mujeres, lo de Donald Trump es solo una de las batallas, pero las hay más largas, graves y destructivas, sobre todo, cuando no se habla de ellas, o se pasa de puntillas. Y son precisamente de ellas de las que hay que hablar el 8M.

Hace muchos años que siento, que la mayoría de voces que se alzan defendiendo la diversidad inclusión, al menos en materia de género, son voces movidas por el interés, el negocio o la moda y no por una verdadera convicción de lo que significa defender la igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres. Hay demasiado feminismo de escaparate y muy poco feminismo por convicción.

Ni los escaparates, ni el marketing, ni los discursos empoderadores, ni los avances nos deben hacer caer en la complacencia y bajar la guardia. Nos faltan 134 años para alcanzar una verdadera igualdad de género, según los datos del Global Gender Gap Report, la brecha de la igualdad entre hombres y mujeres se reduce a un ritmo desesperadamente lento. Si las cosas no cambian harán falta cinco generaciones para vivir en un mundo realmente igualitario. Por eso no hay nada que celebrar y si mucho que seguir reivindicando.

La igualdad es una cuestión de dignidad y de justicia, ante todo, este es el argumento que hay que enarbolar. No podemos permitir que quede ensombrecido con otros argumentos, como el de la rentabilidad o la estrategia de marca. Tampoco que el mayor esfuerzo y foco de atención lo reciban las conquistas a nivel empresarial y macroeconómico. Poco importa que acabar con la brecha existente entre hombres y mujeres en el mercado laboral eleve el PIB en un del 17%[9], si se siguen matando mujeres, comerciando sexualmente con ellas y sometiéndolas a diferentes tipos de abusos.

La lucha por la igualdad tiene que ser una lucha global, diversa, viva, atenta en todo momento a cualquier indicio que la menoscabe, activa, inconformista, solidaria, ambiciosa y, sobre todo, muy ruidosa. Quienes ostentan mejores pulpitos para hacerse escuchar, quienes disfrutan de más cuota de poder, quienes tienen más posibilidad de impactar en esta lucha deben convertirse en aliados de las voces menos favorecidas. Las empresas deberían defender y apoyar la igualdad mucho más allá de su casa, mucho más allá de lo económico, denunciando los abusos, las violaciones, los feminicidios y apoyando a los movimientos que están luchando para erradicarlos.

 

El mayor peligro para la igualdad es el silencio, la falta de solidaridad de los privilegiados y el conformismo. El 8M tiene que ser todos los días y de todos para todos. 

 

[1] Fuente: https://acortar.link/a3X7UY

[2] Fuente: https://acortar.link/ujXPpg

[3] Fuente: https://acortar.link/1ogOGL

[4] Asociación de 14 empresas que impulsa medidas y acciones en favor de la igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres.

[5] La “fatiga de la diversidad” hace referencia al cansancio, experimentado porque quienes trabajan en DEI, debido a que sienten que hacen y hacen muchas cosas para implementarla en sus organizaciones pero no ven los resultados, debido a  una incorrecta implementación demasiado basada en declaraciones aspiracionales y mensajes de sensibilización, charlas o talleres, pero poca repercusión en la práctica diaria y en el cambio de comportamientos.

[6] Fuente: Statista

[7] Fuente: Unicef https://acortar.link/TWpbj5

[8] Fuente: ONU Mujeres https://acortar.link/qSkvcq

[9] Fuente: https://acortar.link/qpNxaL

En este artículo se habla de:
Opinión#8M2025

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