En pleno siglo XXI, en la sociedad y empresas españolas (podríamos decir que en todo el mundo incluso) persiste una brecha de género que considero tan urgente como invisibilizada: la brecha mental-cultural. Es fundamental reconocer que las mujeres no deben ser percibidas como simples objetos, instrumentos, sino como sujetos plenos de derechos, capacidades, aportes y visiones que enriquecen y transforman nuestro entorno. Que tienen igual derecho hasta equivocarse igual que los hombres, incluso en ese ejercicio de actor social. Mientras persista esta mentalidad obsoleta, la igualdad de género seguirá siendo un anhelo lejano.
Es imperativo trascender los estereotipos arraigados que relegan a las mujeres a roles secundarios y desvalorizan sus aportes en la sociedad y en el ámbito empresarial. La verdadera igualdad comienza en la mente y en la cultura que fomentamos. Debemos avanzar en las normas de discriminación positiva a modo de acelerar la capilaridad en las instancias sociales de la presencia habitual y equilibrada de la mujer y conseguir instalar un paradigma donde cada mujer se sienta libre para perseguir sus sueños, de contribuir al progreso sin temor o reparo a ser subestimada o discriminada. Abandonar la concepción arcaica de la mujer como objeto es esencial para construir un futuro donde la igualdad sea una realidad y no solo una aspiración.