El año 2023 fue sin duda el año de la Inteligencia Artificial. Con la irrupción en nuestras vidas de Chat GPT a finales del 2022 fuimos más conscientes que nunca de que esta tecnología, que llevaba años desarrollándose, era una realidad y no sólo una cuestión de ciencia ficción. En seguida, gobiernos, agencias internacionales, empresas y organismos de Derechos Humanos comenzaron a preguntarse por los riesgos y los límites que deberían ponerse en el desarrollo y uso de la Inteligencia Artificial. No en vano, la Unión Europea puso en marcha el debate legislativo sobre la Inteligencia Artificial que acabará con la aprobación de la primera ley integral sobre IA del mundo. Las mujeres igualmente decidimos poner nuestro foco en la inteligencia artificial, lo que nos llevó a preguntarnos, ¿será una aliada o vendrá a complicar aún más las desigualdades?
En este sentido, pocas certezas existen en este momento, pero sí parece aceptado, tanto por la sociedad científica como por las empresas desarrolladoras, que existe un gran riesgo de que la Inteligencia Artificial haya nacido con sesgos de género que puedan perpetuar e incrementar la desigualdad entre hombres y mujeres si no se pone atención.
Las personas involucradas en esta industria convienen que la programación de algoritmos de Inteligencia Artificial puede ser sesgada y que las causas de esto estarían, por un lado, en el escaso número de mujeres en los equipos y, por otro, en los datos, tanto los iniciales como aquellos que la tecnología se encuentra en un contexto cultural que continúa siendo patriarcal. Estos datos contienen sesgos y, por lo tanto, los sistemas algorítmicos pueden crear estándares que refuercen estereotipos y roles sexistas, tal como se ha demostrado en aplicaciones como Lensa o Google Imágenes. Además, la IA también puede ser utilizada para cometer ciberdelitos, como en los casos de pornovenganza, lo cual pone de manifiesto la necesidad imperante de programarla con capacidad para detectar e impedir estas prácticas, de la misma manera que ChatGPT no te crearía un malware aunque se lo pidieses.
Las empresas tecnológicas son conscientes de estos problemas y prueba de esto es que en el pasado han tomado medidas correctivas, pero a menudo se enfrentan a dificultades para actuar en prevención debido, por ejemplo, a la falta de legislación. Sin embargo, la lentitud de los procesos legislativos no puede ser la excusa y frente a ello la inclusión de la perspectiva de género en los equipos encargados del desarrollo y auditoría de la Inteligencia Artificial es la solución. Pero es más, los números avalan que una empresa que se toma en serio la igualdad es más rentable. La IA ha llegado para quedarse, pero que se convierta en un instrumento para la igualdad depende de nuestra voluntad para que así sea.