Nos encontramos en 2024 y, a pesar de los avances conseguidos en igualdad de género, la realidad es que aún seguimos registrando brechas significativas entre hombres y mujeres. En sí mismo esto ya es un hecho relevante y preocupante para todos. Según destacan los expertos, las áreas principales en las que vemos estas diferencias son: el empleo (salario, carrera profesional y acceso a puestos directivos), la salud y el bienestar (calidad de vida y riesgo de pobreza), la digitalización (capacidades y acceso y utilización de la tecnología), la educación (estudios universitarios superiores y vocación STEM) y la conciliación (trabajo no remunerado y cuidado de familiares).
Me gustaría hacer foco en la brecha que claramente presenta un margen más amplio de mejora: la brecha en la conciliación. No solo es la más amplia (aún queda un 56,9% por cerrar, según la cuarta edición del índice ClosinGap publicada en febrero de 2024) sino que, además, contribuye de manera significativa a acrecentar otras brechas como la del empleo o la de la salud y bienestar. Si bien es cierto que se van logrando avances, especialmente en entornos como el nuestro, donde se presta atención activa, es importante perseverar en la implicación a todos los niveles.
Reducir esta brecha es clave no solo para el desarrollo personal, sino para el avance a nivel social, profesional y económico de hombres y mujeres. Y solo vamos a conseguirlo con un avance en la mentalidad tanto a nivel individual (de hombres y mujeres) como colectivo (entornos familiares, comunidades, centros educativos y, por supuesto, empresas).