Negamos la ciencia cuando pensamos que el cambio climático es cosa de hippies, o de rojos, o de cultura woke, o de antisistemas…. Cuando las evidencias científicas nos dicen que la temperatura aumenta, sí, por la acción humana, con más velocidad y mayor intensidad en sus efectos de lo que lo ha hecho a lo largo de la historia geológica, y nos empeñamos en buscar excusas conspiranoicas o ideológicas;
Negamos la ciencia cuando no aceptamos que todos los seres humanos somos esencialmente iguales, cuando determinamos el valor de las personas en base al color de su piel, su sexo y su género, su religión, su poder adquisitivo, su origen social, étnico o geográfico… cuando no entendemos que los méritos no son, pocas veces lo son, resultado de nuestras habilidades “de serie” y sí de la educación recibida y las circunstancias y el entorno social.
Negamos la ciencia cuando pensamos que alguien es hombre o mujer solo porque así lo desea y lo decide y no porque su cuerpo está determinado por una carga genética que condiciona su desarrollo biológico, sus dimensiones físicas y, por tanto, su capacidad de ejercitarse y hacer deporte, etc. (Por supuesto que su genética no tiene que determinar como quiere presentarse ante el mundo, llamarse, enamorarse, tener relaciones sexuales, vestirse, trabajar, etc…, que eso es una construcción social, no genética);
Negamos la ciencia cuando no llevamos una vida saludable, comemos porquería, no hacemos deporte… y creemos en fórmulas milagrosas para rejuvenecer y estar delgados;
Negamos la ciencia cuando decidimos ser madres pasada, de largo, la edad para procrear; cuando negamos la muerte, incluso de un ser muy querido y lo queremos hacer revivir en otro;
Vivimos en un mundo que, no solo da la espalda a la naturaleza, sino también a la ciencia y a las evidencias empíricas. La brujería y la superchería, en forma de ideología, están suplantando al conocimiento y la ciencia….. Eppur si muove!
