La evidencia científica dice que el estilo de vida que llevamos durante las últimas décadas, con los patrones de consumo y movilidad que ello implica, está dañando al medio ambiente e imposibilitando un desarrollo sostenible. En estas circunstancias, desde hace años se están empezando a promover iniciativas basadas en revitalizar espacios mediante infraestructura verde, cuya implementación puede proporcionar múltiples beneficios alineados con los principios del desarrollo sostenible. Para hablar sobre este tema, voy a intentar dar respuesta a dos preguntas: ¿por qué y para qué la infraestructura verde?
Empecemos por el porqué. Hay dos aspectos interrelacionados que están poniendo en peligro la sostenibilidad futura. Por un lado está la urbanización, que implica una mayor concentración de población en las ciudades y una expansión de estas hacia su entorno, al no poder albergar toda la actividad que implica este crecimiento demográfico. Este proceso cristaliza en una desnaturalización del terreno, con lo que ello conlleva: mayor contaminación, fragmentación ecológica, pérdida de biodiversidad, etc. A esto hay que sumar además los efectos del cambio climático, que, entre otras cosas, están causando un aumento de la temperatura y un incremento de los extremos húmedos y secos. Todo esto pone en peligro la sostenibilidad del planeta en general, especialmente la de las ciudades del futuro. Es en este contexto donde surge el concepto de infraestructura verde, que puede definirse como una red estratégicamente planificada de zonas naturales y seminaturales interconectadas con múltiples valores ambientales. Quiero incidir en lo de “estratégicamente planificada”, porque esto es lo que realmente marca la diferencia. No se trata simplemente de zonas verdes en general, que también tienen sus bondades como espacios puntuales, sino de algo diseñado de forma estratégica para maximizar sus beneficios.
Pero, ¿cuáles son esos beneficios? ¿Para qué sirve la infraestructura verde y cómo ayuda a frenar esas dos amenazas que suponen la urbanización y el cambio climático? Esto se puede expresar de acuerdo con los llamados Servicios Ecosistémicos, que, grosso modo, son aquellos beneficios que el ser humano obtiene de los ecosistemas. Estos servicios pueden dividirse en cuatro grandes familias: servicios de aprovisionamiento, servicios de regulación, servicios de soporte de hábitat y servicios culturales. Si desgranamos un poco cada uno de estos grupos tendríamos lo siguiente: los servicios de aprovisionamiento se refieren a los bienes o recursos que ofrecen un ecosistema, que puede ser comida, energía, agua, madera, etc. Los servicios de regulación son aquellos que ayudan a reducir ciertos impactos a diferentes escalas, como pueden ser aspectos relacionados con la gestión del agua, el clima, la polinización o el balance energético de una zona. Los servicios de soporte de hábitat tienen que ver con procesos ecológicos básicos que, de alguna forma, sustentan a los otros tres, incluyendo cuestiones como la biodiversidad, la conectividad ecológica o los ciclos de nutrientes y del agua. Por último, tenemos los servicios culturales, que se centran en beneficios no tangibles relacionados con la salud mental y física, el ocio o la estética, por ejemplo. Pues bien, dicho esto: la infraestructura verde contribuye a proporcionar beneficios enmarcados dentro de estas cuatro familias.
Por todo esto, la infraestructura verde se erige como un medio para cumplir con los principios de la Nueva Agenda Urbana de las Naciones Unidas, que promueve la transformación de las ciudades en lugares habitables, inclusivos, sanos, compactos y resilientes. Esta resiliencia incluye la capacidad de la infraestructura verde para hacer frente al cambio climático, ya sea de forma preventiva mediante la captura de dióxido de carbono y la termorregulación o de forma reactiva a través de la mitigación de eventos climáticos extremos como inundaciones, sequías u olas de calor. Para cerrar, me permito volver al título: mirar al pasado para construir el futuro. Reconozco que es una frase que suena bastante cliché, pero realmente recoge la esencia de la filosofía detrás de la infraestructura verde. Como tal, se alinea con la Estrategia de Biodiversidad 2030 de la Unión Europea, cuyo objetivo es “traer la naturaleza de vuelta a nuestras vidas”. Para conseguir este propósito, el desarrollo humano debe armonizarse con la protección y provisión.