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Dejarlo todo durante unos meses. Adiós a la familia y amistades, la pareja, el wifi a todas horas, las comidas variadas, la cama cómoda, las mil y una alternativas de ocio, a menudo a la libertad para moverse sin peligro, las compras… Y traerse de vuelta el aprendizaje de la resiliencia, el compromiso, la cooperación, la fortaleza de la unión, el conocimiento de otras culturas y el aprendizaje de cómo resistir ante las dificultades que realmente ponen difícil la vida. Participar en un voluntariado de una ONG con proyectos en mundos del sur global,  muy diferente a aquel en el tenemos la vida hecha, es una opción vital que vuelve a estar en auge, tras unos años de bajón a causa de la pandemia de COVID-19.

Casi un millar de personas presentaron solicitudes para cubrir una de las 42 plazas de voluntariado que ofreció Alianza por la Solidaridad-ActionAid en Colombia, Bolivia, Jordania, Perú, Senegal, Mauritania y Palestina a lo largo de este año, dentro de una iniciativa financiada a nivel europeo que busca ese intercambio necesario entre diferentes realidades. Es el programa EU Aid Volunteers que, durante años, ha movilizado a miles de jóvenes estudiantes y profesionales del continente hacia países que requieren de ayuda humanitaria y en los que sus perfiles cualificados son útiles tanto para asistir a las comunidades como para formar al personal local, al mismo tiempo que quienes van desde Europa se traen de vuelta unos conocimientos y experiencias personales que, aseguran, les cambian la vida gracias a las organizaciones locales y las comunidades con las que trabajan y conviven durante meses. Ahora, este programa acaba, pero no las ganas de seguir haciendo voluntariado, una opción que sigue abierta en ONG como Alianza.

“Cuando nos ven llegar con la camioneta se asoman y nos invitan a sus casas, donde nos dedican toda su atención. Entre conversación y conversación nos agasajan con zumo, frutas, flores…  Su sonrisa sinceridad y esta es su manera particular de recibirnos y brindarnos su hospitalidad”. Así describe el voluntario Josep Franco su paso por las comunidades del norte del Cauca colombiano, una zona donde la violencia armada ha hecho estragos y donde Alianza ActionAid lleva más de dos décadas de trabajo con asociaciones locales, especialmente de mujeres que han emprendido iniciativas agrícolas en una zona copada por los monocultivos de caña de azúcar.

Ese conocimiento mutuo en el que las distancias se acortan para siempre entre los que llegan y los que están, lo expresa también Giulia Parodi, que ha pasado varios meses conociendo a las mujeres del Chocó, en otra región del mismo país latinoamericano: “Ir al terreno me ha ayudado mucho a tener contacto directo con la realidad del conflicto. Muchas han sufrido violencia y han sido, y son todavía, las primeras víctimas de la guerra que todavía está presente en Colombia. Hablando cara a cara con ellas, he percibido cuánta fuerza y determinación tienen; han sufrido violencia, han perdido a sus seres queridos y se ven obligadas a luchar cada día para poder seguir con sus vidas y sus familias; pero, a pesar de todo, en sus ojos y rostros cansados, brilla el deseo de trabajar duro por su independencia y para que sus hijos tengan un futuro mejor y vivan en un país donde por fin haya paz”.  “Me llevo esa fuerza y esa determinación para luchar que me han transmitido”, concluye Giulia en su testimonio.

Por su parte, Debora Lucque, desde la ciudad de Kolda, en Senegal, nos habla de cómo la experiencia le ha revelado la importancia del contacto humano y de cómo se siente afortunada por haberlo vivido: “Es increíble cómo un terreno de dos hectáreas puede cambiar la vida de las personas. Cuando leía sobre el proyecto agrícola al que iría en África, solo era tinta negra sobre un papel…Pero aquí los números estériles se disuelven dejando su lugar a caras. La descripción escrita es reemplazada por las voces de las mujeres. Bajo un árbol secular rodeado de decenas de ellas, en un pequeño pueblo senegalés, tengo la confirmación de que la humanidad es lo que se vive en momentos inolvidables como éste ”.

Son muchas las historias como las de Josep, Giulia o Debora que decenas de voluntarios y voluntarias europeos han compartido para de este modo colaborar en concienciar sobre las situaciones que han conocido de primera mano trabajando, codo con codo, tanto con el personal de las organizaciones locales como internacionales, como Alianza ActionAid. Y cada una de estas personas son escogidas entre cientos de candidaturas: “Hacemos una exhaustiva selección de quienes van para que el tiempo que pasan allí sea aprovechado de la mejor forma posible y no es fácil porque todos están muy comprometidos y comprometidas.  A la vuelta, vemos que cómo a la mayoría les cambia la vida pasar esos meses trabajando por un mundo más justo a nivel global, así que hay quienes nos dicen que quieren repetir”, señala Sandra Victoria Salazar, coordinadora del área de voluntariado en Alianza ActionAid.

Según los últimos datos, en España hay 2,7 millones de personas que dedican parte de su tiempo al voluntariado o que participan en acciones puntuales en momentos de crisis, como recientemente hemos visto en el caso de la pandemia del COVID-19 y de la guerra de Ucrania. De ellas, sin embargo, sólo un pequeño porcentaje las que dan el salto internacional para irse a vivir temporalmente a lugares como Kolda o el Chocó, donde con frecuencia escasean las comodidades y experimentan los mismos problemas que tienen las poblaciones locales. Pese a todo ello, si algo se repite en su relato es el reconocimiento sin fisuras de que salen ganando en ese intercambio de ida y vuelta que les transforma para siempre y del que regresan con una visión muy distinta de e pueblos, gentes y culturas que solo conocían en la distancia y a través de terceros.

“En muchos lugares se suele llamar a las personas ‘beneficiarias’ de los proyectos y aquí he comprendido que no es el término adecuado. Parece que les quitamos su capacidad de autodeterminación y, considerando el poder que tienen, deberían reconocerse, pensarse y verse como participantes activas, que es lo que son por lo que he vivido con Alianza. Me parece más justo”, asegura María Rosaria Lima, que dentro del EU Voluntiers trabajó como comunicadora en un proyecto de mujeres afrocolombianas.

Sandra Victoria Salazar, desde la experiencia que le otorgan los muchos años dedicados a organziar esta parte de la cooperación internacional, lo tiene claro: “El voluntariado es una expresión fundamental de lo que es crear una ciudadanía global comprometida con los demás y participativa del cambio social que necesitamos, así que encontrar a tanta gente que quiere formar parte de ello aportando, aprendiendo de la experiencia y divulgado después lo que ha vivido no sólo es gratificante sino también muy esperanzador”.

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