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Arancha Martínez es puro emprendimiento social. Llevaba tiempo queriendo conversar con ella, pero al vivir en Francia y viajar no tanto como le gustaría a España para ver a la familia y amigos, nos costaba buscar un hueco para vernos. Al final lo encontramos en una mañana soleada de noviembre, aunque solo para hacernos la foto que acompaña a esta charla. La entrevista la realizamos online en diciembre y al finalizar no dudó en afirmar que atravesaba un momento bajo de ánimo, como los que podemos tener cualquiera, pero “me ha venido muy bien esta conversación para volver a conectar con lo que hago, por qué, quién soy, hacia dónde voy…”.

Muchas gracias a ti, Arancha, porque con esta conversación. Seguro que a muchos les puede ayudar a hacerse muchas preguntas sobre qué hacen, quiénes son y cómo pueden mejorar su entorno. A mí me ha inspirado mucho.

Con Arancha Martínez continuamos las entrevistas en #ConversacionesdeImpacto que iniciamos con Gonzalo Fanjul y Pablo Sánchez.

Y todo comenzó con un viaje a la India en 2008…

Pablo Martín: ¿Quién es Arancha Martínez?

Arancha Martínez: Inconformista, innovadora social, afortunada de haber encontrado mi propósito en este mundo y feliz de poder dedicarme profesionalmente a ello mientras concilio mi actividad con mi familia desde un pueblo francés. Trabajo intentando equilibrar la riqueza en el mundo. Persigo la justicia social. Por eso a veces paso por momentos emocionalmente muy duros.

Nací en Madrid, pero he vivido en diferentes lugares como Dublín, Reims, París, Nueva Delhi o un pueblo en Alsacia. Me encanta la filosofía y tener conversaciones profundas con buenos amigos.

PM: ¿Qué supuso para ti el viaje a la India en 2008? Tanto a nivel personal como profesional.

AM: Fue un regalo. Un viaje que se convirtió en cinco años viviendo en India que me abrieron la mirada, me ensancharon el corazón y me hicieron comprender el sentido de la vida. Vivir en India me enseñó que estaba persiguiendo un concepto de éxito equivocado. Que el éxito poco tiene que ver con acumular bienes materiales. Me enseñó el verdadero significado de la familia y, sobre todo, la comunidad y su importancia. Entendí que el bienestar sólo se alcanza encontrando un equilibrio entre muchísimas partes de la vida: la salud, el trabajo, la familia, los amigos, las finanzas personales, la espirtualidad, el lugar donde vives. Pero, lo más importante, me enseñó que no somos felices (a título individual) si como comunidad no lo somos. Y en un mundo tan individualista en el que vivimos, creo que ahí es donde está la palanca de cambio. Sólo alcanzando mayor justicia social, las sociedades podremos ser felices.

A veces me aplauden haber dejado mi trabajo (y mi buen sueldo) anterior en un banco para quedarme en India y montar una ONG para perseguir mi propósito. Pero la verdad es que no hice ningún sacrificio. Cuando encuentras el sentido a todo, la paz que sientes y lo fácil que es tomar decisiones es increíble. Luego el camino no es un camino de rosas ni mucho menos, pero merece la pena y lo vivo como un éxito en sí, independientemente de hasta dónde llegue.

PM:¿Cómo fue tu vuelta de la India? ¿Cómo surge la chispa del emprendimiento?

AM: Efectivamente, es a mi vuelta de India cuando hago “click” y me doy cuenta de que, si queremos solucionar retos sociales persistentes, si queremos realmente alcanzar justicia social, es necesario arriesgar, innovar. No podemos seguir trabajando como hace 50 años. Además, yo que había trabajado en grandes multinacionales y en banca, en sectores muy eficientes que cuentan con las herramientas adecuadas para conocer perfectamente las necesidades de sus clientes para diseñar los mejores productos y servicios, de repente me pregunté ¿cómo puede ser que el sector social siga trabajando con herramientas tan precarias cuando tiene los retos más complejos por resolver?

Es decir, que las chispa de emprender surgió ya en 2008 al aterrizar en India. De 2008 a 2013 monté mi primera ONG (que sería la antesala de Itwillbe), pero también diferentes empresas sociales, algunas que siguen en marcha como Naya Nagar (www.nayanagar.org), una marca de comercio justo y otras no, como Delhicious, un catering que funcionó dos años y en el que empleábamos a personas vulnerables y organizábamos catering mediterráneo para empresarios expatriados. 

PM: Y en 2016 es cuando decides montar Itwillbe y apostar por el blockhain como herramienta que puede ayudar a luchar contra la pobreza, a través de la tecnología…

AM: Así, es. En 2016 Itwillbe nace en España como una ONG bastante disruptiva en ese momento, porque decidimos poner el foco en la innovación tecnológica. Hoy ya es muy común que las ONG cuenten con planes de transformación digital e integren algunas herramientas digitales en su gestión en intervenciones o para el fundraising. Pero en 2016 es cierto que utilizar biometría para dotar de identidad a niños de la calle o blockchain para trazar el destino de fondos era bastante raro y de hecho en absoluto monetizábamos la innovación. Al revés, ha sido y sigue siendo duro. Hemos tenido que endeudarnos para hacer I+D en un sector que aún no arriesga. Pero cuando ves que uno de tus socios locales ha sido capaz de devolver a casa a más de 67.000 niños perdidos en India gracias a implementar tecnología, uno no se puede parar. Tenemos que seguir adelante a pesar de las dificultades.

Blockchain fue uno de los mayores descubrimientos para mi. Lo conocí en 2017 y desde entonces invierto mucho tiempo en proyectos de I+D para ver su potencial para mejorar el mundo y hacerlo más justo. Aunque monté una startup en 2018 (The Common Good Chain, más conocida como Comgo por nuestro proyecto principal), Itwillbe ha sido la ONG que ha pilotado todos nuestros avances para ir validando que tienen sentido en el sector. 

PM: Todavía en 2022, se trata de algo innovador, que permite a los donantes conocer en todo momento el destino de su colaboración y hacer más eficiente la colaboración. ¿Lo están aplicando otras ONG? ¿por qué no lo replican?

AM: Nuestra plataforma Comgo (herramientas de trazabilidad, certificación y auditoría de impacto) en el ámbito social ha sido utilizada ya por más de 135 ONG en diferentes pruebas de concepto y pilotos. Inicialmente, estuvimos muy centrados en trazabilidad financiera, poniendo el foco en incrementar la transparencia en la gestión de fondos. Pronto nos dimos cuenta de que ese no es el gran reto del sector. Si bien el blockchain puede ayudar a evitar malversación de fondos y corrupción, hoy en día existen muchas otras herramientas que ya han minimizado esos problemas. Así, desde 2020 estamos mucho más centrados en ofrecer a las ONG herramientas que les ayuden en otros retos que desde mi punto de vista son más importantes: la trazabilidad, gestión y medición de impacto social y la reducción de gastos de gestión y administración, justificación de fondos, auditorías de impacto etc. Precisamente, para ayudar a que podamos -y aquí me incluyo con el gorro de ONG porque he gestionado 14 años impacto social- dedicar el 95% de nuestro tiempo a aquello en lo que somos buenas: crear impacto social.

Acabamos de estrenar nueva plataforma y estamos en beta haciendo algunas pruebas con ONG amigas, pero en 2023 esperamos que centenares de ONG empiecen a utilizar nuestras herramientas y podamos contribuir a un cambio de mentalidad importante, que se ponga en el centro de la gestión al beneficiario y los datos rigurosos de impacto, y que el donante y la justificación de fondos pasen a un plano secundario. Con esto no quiero decir que no sean importantes, que lo son, pero que no pueden serlo más que el impacto social que genera la entidad. 

PM: En 2018 recibiste el Premio Princesa Girona Social. ¿Qué te cambió recibir ese premio?

AM: Pasé de trabajar en la sombra a hacer exactamente lo mismo, pero con más visibilidad. Es una gran responsabilidad y a veces premios así pesan un poco porque se espera de ti mucho más. Cuando algo no sale bien te sientes un poco impostora. Pero por supuesto fue maravilloso recibir dicho reconocimiento. Siempre digo que es esperanzador que se reconozca lo que creo que yo represento. No soy la veinteñera que ha creado un unicornio tecnológico. Soy una treintañera camino de los 40 que sin embargo he tomado una decisión firme de dedicar mi vida a intentar humildemente, y en muchos momentos seguramente de manera muy mediocre, a mejorar la sociedad. Y mido mi éxito en número de personas a las que mis organizaciones han mejorado la vida. Y en esa métrica si llevamos unas cuantas decenas de miles. Nunca me ha gustado que me pregunten que cuánto facturan mis organizaciones o cuántos empleados tenemos.

A final del ejercicio económico me gusta más mirar cuántas personas nos han apoyado voluntariamente, cuántas ONG en terreno siguen considerándonos valiosos y confiando en nosotros, cuántas personas han mejorado ese año su vida gracias a existir nuestra organización o cuántas personas me han escrito personalmente para agradecerme y decirme que les he inspirado a tomar una decisión importante que les hace felices.

PM: Y en 2020 te reconocen desde Europa con el EU Prize for Women Innovators 2020… Ya eres un referente de emprendimiento femenino en España y en Europa. ¿Cómo es tu relación con los premios?

AM: Tengo una relación complicada. Lógicamente agradezco enormemente que se valore mi trabajo y que se me de visibilidad porque entiendo que eso ayuda en mi misión de conseguir inspirar más vocaciones que se sumen a luchar contra la injusticia social, que me preocupa y cada vez más. Y es cierto que los premios lo consiguen.

Pero también es cierto que, si los premios no van acompañados de una dotación económica importante, a veces pueden generar unas expectativas por parte de la sociedad y por tanto una presión enorme para quien recibe el premio. Porque de repente estás en el foco y tienes que seguir haciendo. Pero sin fondos, hacer es muy difícil.

El premio europeo sí supuso una importante dotación económica que me llevó a delegar la dirección de itwillbe y centrarme durante 2 años en hacer I+D con Comgo. Pero es cierto, que normalmente los premios no ayudan a seguir dando pasos. Y como digo, pueden ser esa arma de doble filo que, aun con buenísimas intenciones, puede perjudicar la salud mental de quien lo recibe si no le pilla en el mejor de los momentos (anímico o económico). Por supuesto no hablo de premios a empresas consolidadas, hablo de premios a emprendedores sociales como yo, que seguimos necesitando apoyo económico para sacar adelante nuestros planes de impacto. 

PM: Brevemente, qué hacéis desde Itwillbe (proyectos, planes…)

AM: Itwillbe colabora con ONG en terreno (principalmente en India) aportando:

1) Herramientas tecnológicas que les ayuden a ser más eficientes en las intervenciones sociales y por tanto a tener más impacto social. Ejemplo de ello son ChildPPa en el ámbito de la protección de niños de la calle o el proyecto nuevo para mejorar el acceso a crédito y formación para mujeres vulnerables en zonas rurales en India.

2) Formación al personal local en innovación y competencias digitales.

3) Actualmente, tenemos también un ambicioso plan para sensibilizar sobre los derechos digitales ya que hemos identificado un riesgo importante en la transformación digital acelerada que está viviendo el sector. O lo hacemos bien, o quizás estemos creando nuevos problemas. Por ejemplo, hemos visto como las mafias en India han aprovechado muchos datos de ONG para trata de menores. 

PM: Y en Comgo, que como has comentado tiene un nombre precioso al ser el acrónimo de The Common Good…

AM: Comgo es la primera comunidad digital de impacto construida con tecnología blockchain que permite a organizaciones sociales (ONG o empresas sociales) descentralizar la gestión de impacto dando mayor participación a sus grupos de interés, digitalizar su estrategia de impacto y trazarla de manera transparente a todos ellos. Ahora mismo se habla de la cantidad de millones que se están dirigiendo a la economía de impacto. Sin embargo, no existen herramientas adecuadas para, lo primero, saber en qué proyectos poner los fondos. Y, segundo, poder realmente entender después el impacto real que generan esos fondos. Esperamos con Comgo poder ayudar a generar nuevas interacciones entre agentes, tener datos en tiempo real y, muy importante, certificados desde la fuente.

PM: He leído un artículo que escribiste para Cruz Roja ‘Que ‘llegue’ el dinero ya no será suficiente’ en el que hablas sobre el impacto, el rol de las empresas sociales, el cuarto sector… ¿Cómo ves el futro del impacto?

AM: Mi visión es un mundo donde el impacto es completamente transversal a todas las industrias. No lo veo como un sector aislado. Y, de hecho, creo que no debería importar tampoco la forma jurídica. Da igual si una entidad tiene o no ánimo de lucro. Todas deben y deberán generar impacto positivo en la sociedad y el medioambiente. Y cualquier organización debería ser capaz de reportarlo igual que hoy reporta sus cuentas anuales. El problema es precisamente que no contamos con las herramientas y legislación adecuada todavía. Pero estamos dando pasos. Aunque en mi opinión, demasiado lentos.

Se habla mucho ahora de la nueva economía de impacto. Sin embargo, yo llevo 2 años hablando con administración pública, con directores de RSC y sostenibilidad y con Tercer y Cuarto Sector de un sistema contable de impacto para España (que hoy la tecnología posibilita) y normalmente recibo el feedback de que “es demasiado ambicioso”. Lo es, pero es necesario y me frustra un poco que cueste tanto encontrar aliados para intentar crearlo entre todos. Creo que España no sólo hace falta más innovación, sino también más cooperación entre agentes.

PM: Fuiste miembro de la primera cohorte de Acumen Fellow en España en 2020. Cuéntanos qué es ser Acumen Fellow y tu experiencia…

AM: Fue una pasada. Un programa muy disruptivo en España. Dejas tu “gorro” profesional en la puerta y consiguen que los 24 fellows conectemos todos desde nuestra vulnerabilidad y valores para, desde ahí, crecer como personas y profesionales. Es una comunidad de apoyo increíble para quienes “sufrimos” las dificultades de intentar mejorar la sociedad. Nos empujamos a seguir, pero también nos sostenemos en los peores momentos. Que todos los tenemos. El otro día tuve un día negro y me atreví a sincerarme en redes. Esto no lo hubiera hecho antes de pasar por el programa. Sin embargo, desde esa vulnerabilidad y mediocridad que nos une a todas las personas en este mundo, fue precioso ver cómo tantísima gente se solidarizó con mis sentimientos. Hoy, habiendo superado el momento, lo analizo y pienso que qué boba soy por no relativizar lo sucedido, pero al mismo tiempo pienso que está bien mostrarse débil y humano.

Vivimos en una sociedad donde parece que parecer es más importante que ser o hacer. Acumen Fellow es un magnífico programa para ayudarnos a reflexionar sobre por qué hacemos lo que hacemos, pero también la importancia del cómo. No todo vale, el camino es lo importante porque el fin tristemente no existe cuando intentas cambiar cosas tan grandes. Yo ahora trabajo más en el cómo que en el qué. Creo que es la manera de que con quiénes te cruces en el camino aprendan algo de ti. Y tú de ellos, claro.

PM: Si una persona está pensando en emprender con impacto, ¿qué le recomendarías?

AM: Encontrar una red de apoyo cuanto antes porque el camino requiere de compañeros que te sostengan en los malos momentos, que los habrá. Y hablo de apoyo financiero, pero, sobre todo, apoyo emocional. Y ponerse en la hoja de ruta también el autocuidado para estar emocionalmente bien. Y, por último, pensar en las métricas por las que querrían ser juzgados y medirse por esas métricas cada 6 meses para no perderse. Es muy fácil empezar con una vocación muy pura, pero mirar atrás a los 3 años y darte cuenta de que te has vuelto esclavo de un sistema que mide lo incorrecto.

PM: ¿A quién admiras?

AM: A cada uno de los trabajadores sociales, médicos, profesores, etc, que están al pie del cañón en el “barro” mejorando vidas cada día. Desde su anonimato, fuera de los focos. Sin ellos nada de lo que hacemos personas como yo sería posible. Se suele admirar a gente con nombre y apellido. Sin embargo, por poner un ejemplo, a mi hijo menor le salvó la vida una enfermera. No conozco su nombre ni apellido y es la persona que ha tenido un impacto positivo mayor en mi vida. Por eso mi métrica es intentar ayudar al máximo de personas. Quiero ser como esa enfermera y que se me admire como yo la admiro a ella. No por mis premios.

PM: ¿Quién son tus referentes en liderazgo?

AM: Algunas personas más conocidas como Jacqueline Novogratz o Malala Yousafzai. Como político me gusta mucho cómo lidera Carlos Moedas y en la Comisión Europea me gusta Mariya Gabriel.

Pero sin irnos a personas tan conocidas, me ha gustado mucho conocer, y he aprendido muchísimo, de otros tipos de liderazgo social de personas españolas que he tenido el lujo de conocer estos años como Juan Barbed, Carol Blázquez, Mar Cabra, Alfredo Casares, Araceli Rodríguez, etc. Todos ellos tienen en común que lideran desde el ser, desde la autenticidad.

PM: Ser feliz es…

AM: Sentirse en paz con uno mismo cada día. Y no lo concibo sin haber intentado todos y cada uno de los días ayudar al máximo a quienes tienes cerca: tus hijos, tu pareja, tus compañeros de trabajo, tus clientes, etc.

PM: ¿Qué te gustaría hacer el próximo año?

AM: Profesionalmente, quiero escalar Comgo a otros países donde sé que lo que hemos creado puede ayudar muchísimo. Personalmente, tengo el propósito de estar más presente con mis hijos. A veces nos volcamos tanto en nuestros proyectos de impacto profesionales que nos olvidamos de que la manera más fácil de escalar nuestro impacto social y trascender es educando a nuestros hijos en valores e inspirándoles a ser agentes de cambio desde la escuela. 

PM: Un libro y una película

AM: Libro: ‘What Money Can’t Buy’ de Michael J. Sandel. Imprescindible para reflexionar sobre justicia social.

Película: Lion. Basada en un hecho real: un niño de 5 años que se pierde en una estación de India. Se estrenó la semana que lanzábamos nuestra aplicación para dotar de identidad digital a niños de la calle en India. ¿Casualidad? Me pareció mágico. Y encima tuve la oportunidad de conocer al protagonista (no al actor, sino en quien se basa la película) y hacerle una foto en nuestra oficina creándole su identidad digital. 

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