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“Las palancas más impactantes implican influir en los demás”

 

En 2021, los gobiernos de casi todos los países ratificaron el consenso de cientos de científicos, confirmando que experimentamos el cambio climático resultado de la actividad humana.  La obligación que implica puede parecer desalentadora e insuperable, lo que a veces conduce a lo que algunos han denominado “eco ansiedad”.  De hecho, los miembros de mi generación Z, Zillennials, (1995-2000) sienten que la responsabilidad es demasiado grande y que las generaciones anteriores son las causantes de esta crisis.  Sin embargo, veo esperanza, porque tenemos el poder de detenerlo.

El secreto puede ser aumentar la conciencia y educación respecto a las complejidades del cambio climático.  Al hacerlo, la mayoría encontrará que su huella de carbono individual proviene de cuatro áreas principales: viajes, energía en el hogar, dieta y compras de bienes.  Al respecto, la clave es el cambio incremental, hasta que se convierta en hábito.  Efectivamente, adoptar un estilo de vida más sostenible puede reducir la huella de carbono de una persona en un 25%.  En primero lugar, las decisiones como consumidores pueden afectar a la velocidad del cambio.  Además, podemos mostrar espíritu emprendedor para una transición colectiva de la economía.  Más aún, las palancas más impactantes implican influir en los demás, ya sean organizaciones, comunidades o sociedades. 

Una de mis inspiraciones personales es Pierre de la Bourdonnaye, originalmente especialista audiovisual, encargado de proponer y ejecutar iniciativas para reducir la huella ambiental en el Grupo Pictet. Sus resultados son impresionantes: implantó una iniciativa que ha llevado a reducir el consumo de plástico de un solo uso en un 90% desde 2018.  Pero su consejo más poderoso es “tener mentalidad oportunista para aprovechar victorias rápidas y optimista para apreciar las pequeñas victorias hasta que el cambio sea visible”.  Hoy día lidera sus esfuerzos de descarbonización de siguen siendo una inspiración.  Podemos replicarlo en nuestras organizaciones y comunidades.

Incluso es posible afirmar que nuestra economía ya está cambiando, gracias en gran parte a las generaciones anteriores, pues ya hay una industria de soluciones bajas en carbono floreciendo.

Así, para a lograr una red eléctrica baja en carbono a tiempo para los objetivos del Acuerdo de París, es destacable el papel de las tecnologías de estabilización, que mejoran la viabilidad de las redes dominadas por energías renovables.  Incluso es significativo que haya un prototipo para la primera pala de turbina eólica 100% reciclable, del consorcio Zero Waste Blade Research.  También hay que tener en cuenta que el coste de producir hidrógeno verde, a partir de energías renovables, se está desplomando rápidamente.  Por otra parte, hay avances en fusión nuclear.

Las soluciones basadas en la naturaleza también suponen un gran promesa. Beneath the Waves, organización sin ánimo de lucro con sede en Bahamas, ha identificado recientemente la mayor pradera de pastos marinos del mundo, un considerable sumidero de carbono y colabora con el gobierno para protegerla.  Estas praderas son económicamente atractivas, por su potencial para la venta de créditos de carbono, además de reducir impactos de tormentas extremas, que el cambio climático probablemente exacerbará.

Incluso hay progreso con algas como alternativa en industrias de alimentos, energía y construcción.  De hecho, los primeros ladrillos de hormigón a base de algas pueden estar disponibles para 2023, lo que favorecerá reducir las emisiones de carbono y proteger ecosistemas, acelerando la descarbonización del cemento, un sector de altas emisiones.

A esto se añade las evolución de preferencias de los consumidores influyendo, pues muchos buscan minimizar su impacto directo.  Algunos estudios muestran que las convicciones ambientales de las generaciones más jóvenes han llevado a las anteriores a alterar sus hábitos de compra, lo que puede ser especialmente poderosos donde la reducción de emisiones están fuertemente vinculada a los comportamientos individuales, como la dieta. Hay que tener en cuenta que 14,5% de las emisiones humanas son causadas por la producción de carne, pero 75% de la generación Z ya está reduciendo su consumo.  Así que la disponibilidad de los sustitutos de la carne probablemente aumente, facilitando el cambio a dietas más ricas en plantas.

Es el caso del transporte en aéreo, uno de los sectores más difíciles de descarbonizar.  A pesar de nuestra oposición a renunciar a las alegrías y comodidades de los viajes aéreos, muchos ya los hemos reducido.  Además, las primeras aeronaves eléctricas comerciales se esperan para 2028.  Hay dudas de que sean viables para largas distancias, aunque una importante compañía aeroespacial ya ha lanzado una plataforma de pruebas de combustión de hidrógeno y planea vuelos en 2026 para entrar en servicio en 2035.  De momento, sin modificar los motores, son posibles es posible llenar los tanques con biocombustibles al 50%, aunque su producción aún debe alcanzar la viabilidad económica.  Algunas aerolíneas están ofreciendo la opción de pagar una prima por volar con biocombustibles, los cuales podrían reducir las emisiones hasta un 80% en comparación con los fósiles.

La innovación para financiar estas soluciones es crucial.  Los mercados privados, especialmente los de etapa inicial, tienen un papel importante como aceleradores.  Incluso algunos gestores de activos alternativos ya ofrecen productos cuya propuesta de valor está basada en la sostenibilidad ambiental.  Otro desarrollo inspirador son los mecanismos de financiación público- privadas de proyectos bajos en carbono, lo que reduce riesgo y puede atraer a inversores privados.  Puede ser poderoso para introducir tecnologías bajas en emisiones de carbono, especialmente en mercados emergentes.

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