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Entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, la meta número 15 persigue una gestión sostenible de los ecosistemas naturales que ayude a frenar la desertización y la pérdida de biodiversidad.En este artículo hablamos del capital natural, uno de los activos más importantes para el progreso económico y social de muchos países, con más del 50% de la economía mundial dependiendo del mismo[1] y siendo además una de las bases principales para sectores como el turismo, la industria agroalimentaria o la farmacéutica, dónde se identifica que al menos un 63% de los medicamentos se desarrollan con recursos naturales.

Sin embargo, factores como la contaminación del suelo, los incendios forestales o los efectos derivados del cambio climático, continúan acentuando su degradación. Según estimaciones del departamento de Asuntos Económicos y Sociales de Naciones Unidas, en tan solo dos décadas (2000-2020) se han perdido cerca de 100 millones de hectáreas de bosque, lo que pone de manifiesto la necesidad de promover una gestión de recursos sostenible y duradera, capaz de mantener el equilibrio entre nuestras necesidades y las del propio planeta.

Pero asegurar este equilibrio no es una tarea fácil, para ello es clave que se estandarice la consideración del capital natural junto con otros indicadores tradicionales, en ejercicios como la evaluación del rendimiento económico nacional, esto podría permitir una mejor medición y gestión de los recursos naturales que subyacen a cualquier actividad. El Environment Policy Paper nº26 de la OECD, resalta cómo la Contabilidad del Capital Natural (NCA por sus siglas en inglés) es esencial para incorporar la biodiversidad en las medidas de evaluación de políticas y desempeño nacional.

Existen coaliciones como WAVES (Wealth Accounting and the Valuation of Ecosystem Services) liderada por el Banco Mundial, desde las que ya se fomenta la integración de los recursos naturales y su valoración económica en la planificación de las economías nacionales, fijando compromisos como:

  • Apoyar a los países para que adopten e implementen cuentas relevantes para sus políticas, y recojan sus experiencias al respecto.
  • Desarrollar diferentes enfoques para enriquecer la metodología de contabilidad de los ecosistemas.
  • Crear una plataforma global de aprendizaje e intercambio de conocimiento.
  • Establecer consensos internacionales sobre la contabilidad del capital natural.

Sin duda estos objetivos impulsan un desarrollo sostenible, y como asegura la plataforma, fomentan el crecimiento verde mediante mejores decisiones informadas, pero junto con la integración y valoración de los recursos naturales, también es preciso medir las posibles consecuencias derivadas de su mala gestión.

En enero de este año, el Foro Económico Mundial publicó la séptima edición de su Global Risks Report, en el que cita las principales preocupaciones sociales y medioambientales recabadas en su encuesta global de percepciones. El documento enumera los mayores riesgos y amenazas de los próximos 10 años, dónde los aspectos medioambientales ocupan los tres primeros puestos, en este caso, el fracaso en la acción climática, las condiciones meteorológicas extremas y la pérdida de biodiversidad[2].

Ser conscientes de dichos riesgos debería permitirnos trazar planes de acción y de contingencia que mitiguen impactos socioeconómicos y/o medioambientales, mientras generamos valor. Igualmente será necesario contar con una regulación que delimite responsabilidades y continúe desarrollando guías útiles y practicables.

En este sentido, la OECD también establece una serie de recomendaciones en el ámbito de las políticas públicas, entre las que se cita apoyar el desarrollo y uso de cuentas integrales de Capital natural a nivel mundial, por ejemplo, con el Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica (SEEA bajo sus siglas en inglés), a través de la cooperación internacional y una mayor inversión en datos sobre la biodiversidad, los servicios del ecosistema y el capital natural en general3. El mismo informe resalta la relevancia del capital natural, al sustentar las actividades económicas y el bienestar humano, definiéndolo como el activo más importante del mundo y señalando que el uso o las demandas actuales de la humanidad sobre el capital natural, son insostenibles.

En definitiva, el capital natural es un activo a proteger si queremos asegurar un crecimiento económico sostenido, conocer los riesgos medioambientales es útil y nos permitirá desempeñar un papel clave en su preservación, ya sea impulsando mejores prácticas, diseñando políticas globales con alcance local o divulgando información relevante que nos ayude a mantener el motor verde en marcha.

 

[1] Financial Times Rethink, 2021

[2] World Economic Forum Global Risks Perception Survey 2021-2022

3 Biodiversity, Natural Capital and the Economy: A Policy Guide for Finance, Economic Environment Ministers

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