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El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD, EBRD) quizá no sea muy conocido en España, pero se creó en 1990 para ayudar a reconstruir Europa tras la caída del Muro de Berlín y del Telón de Acero. Desde entonces ha invertido casi 150.000 millones de euros en más de 6.000 proyectos, y ahora, además de ayudar en la reconstrucción de la economía europea tras el impacto de la pandemia, está focalizado en la financiación de la transición energética. A finales de 2022 todas las actividades del BERD estarán alineadas con el Acuerdo de París y tiene previsto ser un banco mayoritariamente verde en 2025.

El Departamento de Medio Ambiente y Sostenibilidad del BERD se encarga de tres aspectos fundamentales: la aplicación de la Política Social Medioambiental (PES) en todos los proyectos que financian, el desarrollo de las finanzas verdes en el banco, y el impulso de la estrategia para la biodiversidad en sus actividades. Recientemente, en APlanet conversamos con su director, Adonai Herrera-Martínez, quien compartió con nosotros cuatro tendencias clave que determinarán el futuro del planeta.

La importancia de las finanzas sostenibles. Desde 2006, el BERD presta especial atención a la financiación de proyectos medioambientales vinculados sobre todo a las energías renovables. Pero desde el año pasado cuenta con una nueva estrategia a 2025 que destina el 50% de su financiación a proyectos verdes, y el 100% tienen que estar alineados con los objetivos del Acuerdo de París, bajo el prisma de que ya no es suficiente prestar atención a la acción climática, sino que son necesarias las inversiones medioambientales.

Precisamente, la Taxonomía Europea se construye sobre el concepto de “Do no harm” (“no causar daño”), y cuenta con seis objetivos medioambientales, dos directamente relacionados con el clima (la mitigación del cambio climático y su adaptación) y otros cuatro que están en el centro de la transición energética: la transición a una economía circular; el uso sostenible y la protección del agua y los recursos marinos; la prevención y control de la contaminación; y la protección y restauración de la biodiversidad y los ecosistemas.

La Comisión Europea adoptó en julio de 2021 una nueva estrategia en materia de finanzas sostenibles, que complementaba a la de 2018, y que establece iniciativas para hacer frente al cambio climático y otros retos medioambientales, aumentando al mismo tiempo la inversión y la inclusión de las pymes en la transición de la UE hacia una economía sostenible, además de un estándar de bonos verdes para financiar las inversiones sostenibles.

Transición energética e inversión.  A finales de 2021 la inversión sostenible alcanzó los 37,8 billones de dólares, según Bloomberg, y se prevé que crezca hasta los 53 billones de dólares en 2025, lo que supondría un tercio de todos los activos mundiales gestionados. El principal motivo, además del impulso de la regulación, según Herrera-Martínez, es que los inversores obtienen mejores rendimientos invirtiendo, por ejemplo, en energía verde, que en la generación convencional de combustibles fósiles. Además, ningún sector puede mirar a largo plazo si no tiene en cuenta la sostenibilidad, ya sea la industria, el transporte o la agricultura.

La guerra en Ucrania ha sembrado dudas sobre si la UE podrá cumplir con el ambicioso plan de reducir en un 55% las emisiones de gases de efecto invernadero en 2030, a la vez que está generando una crisis energética y económica, al no estar seguro el suministro de gas para los 27 durante el otoño y el invierno. Herrera-Martínez considera que, a pesar del conflicto bélico y de la incertidumbre económica, a medio plazo debería acelerarse esa transición energética hacia una dependencia menor de las energías fósiles para cumplir con el objetivo de la reducción de emisiones de CO2.

Net Zero. Las estrategias Net Zero están ganando protagonismo en materia de inversión sostenible. El pasado mes de junio, BlackRock volvió a hacer pública su apuesta por ellas con el informe 'Positioning for the net-zero transition', en el que además de recomendar invertir en empresas intensivas en carbono que tengan planes de transición creíbles, reafirma la necesidad de acelerar la transición energética.

El directivo del BERD confía en la interdependencia de los sectores para acelerar esa transición energética, que vendrá de la mano del sector de la energía -que sigue generando similares emisiones de CO2 que otros sectores, como la industria o el transporte, pero resulta clave para la descarbonización de estos-, a través de la I+D+i, como sucede con la necesaria electrificación del transporte.

Un ejemplo de la relevancia que las estrategias Net-Zero están tomando en el mundo de la inversión sostenible es la alianza bancaria de cero emisiones netas (Net-Zero Banking Alliance, por sus siglas en inglés), que se fundó en abril de 2021. 43 entidades financieras de todo el mundo se comprometían a que sus carteras de crédito y de inversión fueran neutras en emisiones netas de gases de efecto invernadero en 2050 como fecha límite, en línea con los objetivos del Acuerdo de París. En la actualidad, está conformada por 115 bancos de 41 países, y supone 70.000 billones de dólares en fondos gestionados.

Economía azul. En 2018 se lanzaron los Principios de Financiación de la Economía Azul Sostenible, impulsados por la Comisión Europea, WWF, the World Resources Institute (WRI), el Banco Europeo de Inversiones y UNEP FI, que establecen normas específicas para que bancos, aseguradoras e inversores incorporen la sostenibilidad en la financiación de los sectores con actividad en los océanos y el agua. Precisamente, uno de los seis aspectos que impulsa la Taxonomía Europea es el del uso sostenible y la protección del agua y los recursos marinos.

Durante estos años, el BERD ha invertido 7.000 millones de euros en proyectos de economía azul en la UE como el tratamiento de aguas residuales, la gestión de residuos sólidos en las zonas costeras, el impulso del turismo sostenible, la gestión de los puertos o la descarbonización del transporte marítimo. Proyectos orientados a revertir los daños medioambientales que se producían en las zonas costeras, como fue el de la recuperación del Mar Báltico por el impacto de los fertilizantes y de la actividad económica.

El valor de los océanos como activo a escala global se estima en más de 24 billones de dólares, lo que los convierte en la séptima economía del mundo en términos de PIB, según el informe ‘Investors and the Blue Economy’ elaborado por Credit Suisse y Responsible Investor. Así, los bonos azules, que se vinculan directamente con el ODS 14 de Vida Submarina, tienen una gran capacidad de recorrido.

Cuando hablamos de cuestiones Ambientales, Sociales o de Gobernanza (ASG), la A de Ambiental sigue teniendo gran influencia en el mundo de la inversión sostenible, y seguirá manteniendo su protagonismo durante la presente década para impulsar la transición energética y frenar el cambio climático.

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