“Lo que el hombre necesita no es vivir sin tensión, sino esforzarse y luchar por una meta que merezca la pena” Viktor Frankl
En estos días, quien más y quien menos, hace sus reflexiones respecto a las intenciones para el nuevo año: todas esas acciones que uno se propone para sentirse mejor, más completo.
Es algo inherente en el ser humano el tratar de evolucionar, avanzar hacia una mejor versión de sí mismo. Como individuo, y hacia los sistemas de los que forma parte: la familia, las amistades, el trabajo.
Cuando nos detenemos a reflexionar sobre ello, nos damos cuenta de que todo lo que hacemos tiene un motivo, una razón de ser, un para qué. Desde la acción más inmediata, a las decisiones más complejas.
Y cuando este “para qué” no es lo suficientemente importante para nosotros, es cuando sentimos que no tenemos la fuerza de voluntad suficiente; el esfuerzo es desgastante, y no existe motivación para llevarlo a cabo.
Esto, lógicamente, afecta también en el mundo de la empresa.
¿Es el propósito una nueva moda en las organizaciones?
El propósito es la razón de ser. No es una moda, pues todo, incluidas las empresas, tiene una razón de ser.
En los últimos años se ha producido un cambio en el statu quo del mundo corporativo: el mercado es global, hay muchas más empresas con muy distintas formas de hacer, mayor acceso a información que además ahora es multidireccional, mayor capacitación de las personas,...
Toda esta revolución ha supuesto un cambio en la esencia de las organizaciones: ahora lo que diferencia a una de otras no es el “qué” ni el “cómo” se hacen las cosas, sino el “para qué”: el propósito. Y éste es el que impulsa las tomas de decisiones de los clientes, los trabajadores, los accionistas. En definitiva, lo que consigue la continuidad de las empresas, pues se traduce en la fidelidad de sus stakeholders.
Es decir, el propósito se ha convertido en el núcleo de todas las decisiones de las organizaciones. Desde ahí es desde donde se construye el “cómo” y el “qué”, y no al revés. Hoy en día adquiere mayor valor que nunca.
Cuanto más evolucionadas son las sociedades, más espacio, posibilidades y motivación tenemos para atender a esta necesidad de encajar como trabajadores con el propósito de la organización de la que formamos parte. Y más conscientes somos de la diferencia de dejarse llevar, o actuar con conciencia.
El propósito es el eje para la toma de decisiones.
Hace unos días empezamos a trabajar con un equipo en Su Propósito. Lo primero que les pedimos fue que reflexionaran sobre lo que necesitaba de ellos su cliente objetivo. Interesante descubrir que nunca se habían parado a pensar en esto en conjunto. Una de las conclusiones a la que llegaron fue que sólo los trabajadores que por propia iniciativa habían atendido a estas necesidades, tenían una cartera estable de clientes.
A partir de la identificación de las necesidades de sus clientes, pudieron empezar a construir su propósito común. Esto les ayudó a entender que como equipo podían conseguir cosas que no estaban consiguiendo de forma individual.
En mi trayectoria profesional me he encontrado con muchos equipos que nunca se habían sentado a ver su razón de ser conjunta. El pararse a trabajar sobre ello les ha permitido construir en una misma dirección, entender quiénes son realmente sus clientes, a quiénes están sirviendo, dónde están aportando valor, y cómo pueden mejorarlo. Incluso, como individuos, si realmente quieren formar parte de ese equipo. Porque a veces, los propósitos no coinciden. Pero eso no podemos saberlo si no nos paramos a reflexionar.
El Propósito es, en definitiva, la razón de ser. Como persona, como familia, como equipo, como organización. Parece un sinsentido no dedicarle tiempo.