“Lo verdadero ya hace tiempo fue encontrado,
a los nobles espíritus ha juntado,
aférrate a lo antiguo verdadero”.
Goethe
Estos versos son del poema titulado Vermächtnis y quiero tomarlos como inicio de esta breve consideración sobre la sociedad que hemos construido o que se nos ha ido imponiendo en el transcurso de los años. Joham Wolfgang von Goethe, fue un dramaturgo, novelista, poeta y naturalista alemán que contribuyo, de manera importante, al Romanticismo, corriente filosófica que me gustaría reivindicar.
En esta última etapa, me refiero al siglo en curso, nos está resultando cotidiano ver y escuchar grandes comunicaciones, estudios, reuniones y explicaciones sobre la necesidad de los “objetivos de desarrollo sostenible” (ODS), la “responsabilidad social corporativa” (RSC), el cambio climático y otras consideraciones de gran relevancia. Estas aportaciones científicas, económicas y sociales, que yo comparto y defiendo, difícilmente pueden implementarse con eficacia si no hablamos previamente de lo que Goethe manifestaba en el poema citado. Sí, defendamos lo que todos conocemos, lo verdadero, lo experimentado, lo sensato, ya que es necesario para acceder a mayores cotas de bienestar. Este bienestar citado solo se conseguirá con la verdad, el esfuerzo, la limpieza, la colaboración y, sobre todo, la dignidad.
Nuestro mundo, que ha evolucionado exponencialmente en investigación, en comunicación y en otras áreas, nunca podrá conseguir el objetivo de mayores cotas de bienestar para todos si no exigimos una responsabilidad personal a cada ciudadano y, de manera especial, a todos aquellos que ocupan puestos de responsabilidad política, económica o social.
Así, para dar unas ideas que resulten interesantes y que puedan ser prácticas, me quiero centrar en algo que vivimos todos los ciudadanos, y que llaman especialmente la atención en las ciudades, sobre todo en las grandes.
La libertad mal entendida, la persistente comunicación a través de las televisiones, las redes sociales, las series y películas, muchas veces interesadas, han ido creando esta sociedad en la que nos encontramos, donde lo secundario es para demasiada gente lo único que tiene sentido. Si dejamos lo importante y lo fundamental, que es lo que exclusivamente puede proporcionar beneficio individual y, por añadidura, beneficio a la sociedad en su conjunto, entonces el camino, como ya apreciamos, cada vez será más complicado y, sobre todo, más inseguro. Esta situación es fácilmente percibida, solo necesitamos ver y reparar en actitudes y situaciones diarias, en nuestras ciudades, nuestros barrios e, incluso, entre nuestros vecinos y amigos. Me refiero a que, cada vez más, tenemos que soportar fiestas descontroladas en viviendas, jardines o parques públicos, botellones, grafitis, suciedades en las aceras, especialmente deposiciones de perros, y actos vandálicos contra cualquier mobiliario urbano o privado.
¿Por qué sucede esto?, ¿quién es responsable?, ¿cómo debe analizarse y corregirse?, ¿qué responsabilidad tienen nuestros responsables políticos?, ¿hacia dónde nos dirigimos?. Estas y otras muchas preguntas podríamos hacernos, todas con sentido, pero siendo conscientes de que esta situación no se produce por casualidad, sino que hay una causa concreta, siempre interesada desde un punto de vista político, económico o ideológico.
Todas las características, ya apuntadas, del mundo actual nos obligan a todos a considerar que tenemos que ser conscientes de la realidad y percibir como única prioridad la sostenibilidad del planeta tierra. El cambio climático, los desastres naturales que desencadena (incendios, lluvias extremas, sequías, perdida de especies, enfermedades, etc.), unido a la mala distribución de las rentas y la presencia de guerras continuas por distintos motivos, están provocando migraciones cada vez más frecuentes, lo cual debemos analizar mucho más para evitar males mayores.
Las democracias imperfectas que tenemos han de mejorar, y solo podrán hacerlo si los ciudadanos, con su poder del voto, tienen la capacidad suficiente para conseguir que los representantes elegidos sean los mejores políticos posibles, los que tengan mayor capacidad, experiencia y, sobre todo, que les interese la situación de los ciudadanos y no la suya propia, como así parece suceder actualmente. Citaré a continuación algunas soluciones eficaces que, según mi criterio, son indispensables, aunque puedan apuntarse muchas más, según la posición o los intereses particulares.
1.- Educación critica desde la infancia y no educación y manipulación ideológica.
2.- Respeto a lo ajeno, sea público o privado, el que no respete este principio ha de ser castigado. Debe de existir una ley perfectamente clara y concisa para que todos aquellos que la incumplan paguen las consecuencias de todos los atropellos producidos.
3.- Impedir cualquier manifestación o celebración que destruya cualquier bien, sea de la naturaleza que sea. De tal manera que, si se ha producido algún daño no previsto, los responsables de esta han de asumir los gastos ocasionados y que no seamos los ciudadanos que padecemos estos desmanes los que además tengamos que pagarlo.
4.- Hacer una ley ejemplar donde se respeten los poderes establecidos, político, ejecutivo y judicial, con autonomía perfectamente establecida, de tal manera que, si se infringe, tenga consecuencias graves para el infractor, y donde la educación, la justicia, la sanidad y todos los servicios básicos sean iguales en todo el territorio.
5.- Definir de forma clara y trasparente que características ha de cumplir cualquier candidato que sea presentado a cargo público, no solo de conocimientos, sino también de honorabilidad y, sobre todo, que esté limpio de procesos judiciales.
Si esto se consiguiera, la democracia mejoraría y la responsabilidad personal, como exponía anteriormente, sería clave para la eliminación de situaciones como las indicadas en este artículo. Aristóteles ya decía que lo primero es conocer, pues sin conocer es difícil tener libertad. En estos momentos, como vemos, al no tener los representantes adecuados, se favorece la manipulación y el libertinaje. Este libertinaje es algo verdadero y conocido también desde hace muchos siglos, recordemos lo que manifestaba Sócrates: “el vicio es ignorancia”.
Por favor, no lo consintamos.