Publicado el

Todos los consumidores para una causa, la sostenibilidad. Toda la sociedad unida y responsable en pos de un sector que nos afecta globalmente. Cómplice en favor de un cambio que nos apela de tal manera que lo llevamos puesto, porque tiene que ver con la ropa, es decir que está relacionado -por si no ha quedado claro- con esa industria del textil que siempre se denuncia como la segunda más contaminante, pero que nadie ha decretado que deba seguir siéndolo.

Hace unos meses escuché una reflexión de Carmen Hijosa, fundadora de Piñatex (empresa que produce tejidos a partir de los desechos de las hojas de la piña) que me hizo pensar, y mucho. Decía que si el consumidor supiera el poder que detenta podría cambiar la industria de la moda. Tras su aseveración, me dije “qué razón tiene”. Pero minutos después no estaba completamente segura. Nosotros podemos reclamar que las cosas cambien y desde luego podemos actuar en la dirección correcta, que es la del cambio, pero no lo conseguiremos si no transforman sus procedimientos aquellos que producen, quienes compran materiales, quienes los distribuyen.

Los consumidores no vamos a cambiar el mundo. Es más, nadie nos lo ha pedido. O, mejor dicho, no nos lo habían pedido hasta ahora. No vamos a cambiarlo solos. Podemos impactar en que la metamorfosis inducida no ya por los objetivos del milenio, que para eso creo que ya vamos tarde, sino para mediado el siglo, que puede que vayamos tarde también, se genere una corriente dependiente de todos. Es decir, de la sociedad. Es decir de las empresas, de las grandes y las pequeñas. Es decir, de la educación, la de la familia y la de los colegios. Pero también de la impartida en las escuelas de diseño, pensando en sostenible. Pero también en las escuelas de negocio, para que los aspectos ESG (Environmental, Social, Governance) sean no una asignatura pendiente sino viviente. Y sí, también depende de los consumidores, empoderados, informados y responsables, conscientes, a los que se(nos) proporcione, prendas con certificaciones, sin volverles(nos) locos, pero sí agudizando o acrecentado su(nuestra) consciencia.

La industria y toda la cadena de valor de la moda debe evolucionar, y ya con cierto acelere. La industria tiene que trabajar con tejidos más naturales. Ha de mejorar la gestión de las energías, especialmente la del agua. Y, desde luego, buscar fórmulas productivas menos contaminantes. Al mismo tiempo, deben propiciarse sistemas que faciliten que desde el inicio del proceso se piense en la vida de la prenda una vez desechada, es decir programando su reciclaje y circularidad.

La sostenibilidad es materias primas y efectos contaminantes..., pero va más mucho más allá. Es una conciencia personal, social, medioambiental, ecológica e industrial. Y esa conciencia obliga a producir de otra manera y a demandar productos, e información sobre ellos, generados mediante procedimientos sostenibles. Y eso afecta y mucho a los aspectos sociales, es decir que nos obliga a pensar, averiguar, preguntar, preguntarnos sobre quiénes han realizado una prenda, cuánto se les ha pagado, qué legislación laboral se aplica a esos trabajadores...

Dicho todo esto, nos encontramos con una realidad y es que la sostenibilidad o mejor dicho los criterios ESG han llegado para quedarse. Y las compañías no solo lo saben sino que constatan su impacto especialmente los consumidores más jóvenes. Por eso, se ha iniciado una especie de carrera por ofrecerles no solo otra moda, sino la experiencia de transparencia y trazabilidad que están demandando, lo que por otro lado facilita la tecnología. Por eso, incluso la moda empieza a variar no solo sus estrategias productivas sino comunicativas, utilizando cada vez más influencers y modelos que comparten los valores con esos consumidores que son parte del cambio y en algunos casos sus protagonistas. ¿Por qué? Porque con su decisiones de compra impulsan la transformación. Y cada vez más. De hecho, en Estados Unidos, un tercio de los milennials y de los pertenecientes a la Generación Z aseguran su disposición a pagar más por prendas que se adaptan a criterios sostenibles, pero que, además, como la mujer del César, no solo parezcan honrada sino que lo demuestren.

En este artículo se habla de:
Opinión#EspecialMedioAmbiente2021

¡Comparte este contenido en redes!

300x300 diario responsable
 
CURSO: Experto en Responsabilidad Social Corporativa y Gestión Sostenible
 
Advertisement
Este sitio utiliza cookies de terceros para medir y mejorar su experiencia.
Tu decides si las aceptas o rechazas:
Más información sobre Cookies