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Si analizamos la justicia social en el amplio sentido del término no solo podemos decir que es uno de los valores más importantes de una sociedad, sino que es el termómetro en el que se mide la salud real de una sociedad mediante tres parámetros que suponen el crecimiento sostenible: laboral, económico y educativo.

El trabajo tal y como lo hemos entendido hasta ahora está en proceso de cambio. Una transformación que conlleva incertidumbre, retos, pero también oportunidades. La clave, como siempre, es anticiparse a los cambios.

La llegada del COVID-19 ha acelerado las tendencias en el mercado laboral, marcado por un claro impulso hacia el proceso de digitalización de las empresas, convirtiéndolas en estructuras más flexibles y dinámicas apoyándose en la tecnología. Las organizaciones han comenzado a ser reflejo de la sociedad, se ha generado la oficina ‘líquida’, como diría el sociólogo Zygmunt Bauman, basada más en las personas, el talento y las redes que en un lugar físico. La flexibilidad, la comunidad y el talento son, por tanto, los pilares sobre los que se están asentando los nuevos modelos y espacios de trabajo que deben garantizar a las empresas una mayor viabilidad económica. Es por esto por lo que todo desarrollo empresarial debe girar en torno a las personas y su talento como fundamental ventaja competitiva de toda organización.

En este entorno cobra especial relevancia analizar cuál es el futuro del trabajo y debería converger en una base que confiera dignidad, seguridad e igualdad de oportunidades para un equilibrio en la igualdad de oportunidades reales basados en un aprendizaje permanente que combine competencias básicas, sociales y cognitivas. No hay que perder de vista que, en un mundo globalizado, el factor demográfico y concretamente el generacional marcan distintos ritmos en el desarrollo de una sociedad y tenemos la misión de crear estructuras capaces en el que los distintos talentos trabajen y aporten valor. Hay que seguir trabajando para que todos tengan sus oportunidades en el mercado laboral y conseguir el máximo beneficio en las empresas como resultado de tener plantillas con diversidad generacional.

Nos encontramos en un momento apasionante para abordar el futuro del trabajo y hablar de un nuevo diálogo social, con un enfoque distinto en el que haya un verdadero reparto del win-win. En la empresa del s. XXI ha de rediseñarse la concepción de puestos de trabajo, la optimización de procesos, la necesidad de cambio de cultura empresarial y no puede ser solo por parte de los directivos, sino que los empleados cuentan con un peso importante en esta ecuación porque es responsabilidad de todos construir el nuevo paradigma, apoyándonos en la tecnología para impulsar la sostenibilidad de las empresas.

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Opinióndia justicia social

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