¿Señora tiene algo para dar? Sonaba el timbre y a continuación venía la pregunta. Los fines de semana en mi casa de la infancia eran así, viernes sábados y domingos. Madres con sus hijos e hijas a cuestas caminando por los barrios de la ciudad pidiendo algo para comer. Me acuerdo que mi mamá compraba siempre un poco más de la cuenta y había una caja en la cocina con alimentos para quienes pasaban pidiendo. Soy de Argentina, a donde la desigualdad está a la orden del día, como en casi todos los países del sur global. Desde este pedacito de tierra al final de nuestra América la justicia social cuesta. Cuesta y mucho.
A veces definir un concepto es más fácil por su negativo. No podemos hablar de justicia social mientras siga habiendo niñas y niños que se van a dormir con hambre. Mientras haya mujeres que mueran por el sólo hecho de haber nacido mujeres. No habrá justicia social mientras en el sur de mi país las grandes transnacionales exploten los recursos naturales mientras los pueblos indígenas se quedan sin agua. Pero tampoco habrá justicia social mientras haya niños en la guerra y miles de migrantes dejen sus vidas en el mar con la ilusión de llegar a Europa. La injusticia no entiende de fronteras.
Defendemos los principios de justicia social cuando promovemos la igualdad de género, o los derechos de los pueblos indígenas y los migrantes. Promovemos la justicia social cuando eliminamos las barreras que enfrentan las personas por su género, edad, raza, etnia, religión, cultura o discapacidad. Joaquín Herrera Flores decía ya hace varios años que los Derechos humanos son procesos de lucha por la dignidad. La lucha está ahí, en el centro de la cuestión. Nadie salva a nadie, pero tampoco nadie se salva sólo. La dimensión colectiva en la lucha por un mundo más justo es imprescindible.
Pienso que crear otros mundos posibles a donde el último de la fila esté incluido es posible. Si no, no escribiría estas líneas. Quizás sea el optimismo de la voluntad, como decía Gramsci, pero prefiero pensarlo así: como un camino posible. Como parte del equipo de este querido Diario Responsable hago mías las palabras de Almudena y creo en la comunicación como una herramienta de transformación. Con la justicia Social como bandera como nos legó Jordi, aquí estamos, haciendo nuestro aporte para crear otro mundos con las palabras como armas cargadas de futuro.