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Hay cosas en la vida que se convierten en verdaderos “antes y después”. Un accidente, la pérdida de un conocido, o un familiar, un revés inesperado en el comportamiento de alguien que creías tu amigo, una gran decepción laboral. El Covid19 es uno de esos “antes y después”. En este caso, “algo” que ha afectado a toda la sociedad en su conjunto, y a millones de individuos a modo particular.

Dentro de esta tormenta, en la que multitud de nuestros compatriotas han fallecido, muchos continúan aún luchando por no ahogarse y otros, millones, están intentando que el mar encrespado no inunde su barco con el agua de la crisis económica, algo de luz ha iluminado el escenario.

Cuando las oscuras nubes eclipsaban el horizonte y parecía que no podía llegarnos ayuda ni por mar, ni por tierra, ni por aire, la responsabilidad de algunas empresas y organizaciones ayudó con un viento huracanado a despejar el horizonte.

Los lectores de Diario Responsable conocen, y creen en, la Responsabilidad, la Sostenibilidad, los ODS y las distintas acciones que realizan multitud de protagonistas de nuestra sociedad, tanto a modo global, como local, para mejorarla.

Sin embargo, sigue habiendo demasiados “incrédulos” sobre el origen y el ADN que crea, e impulsa, estos comportamientos.

Es agotador comprobar como algunos periodistas, políticos, asociaciones y ciudadanos en general siguen calificando de “greenwashing” multitud de estas acciones y criticando empresas, o empresarios, cuando realizan alguna acción de RS, o de filantropía.

Pero claro, llegó la pandemia, que ya azotaba otras partes del planeta, y nos pilló con las ventanas abiertas. No sé si por motivos políticos, por ineficiencia o por irresponsabilidad, pero el agua entró en casa y no fuimos capaces de parar la inundación.

Resulta que para luchar contra “el bicho” hacía falta un material que no teníamos en casa, unas mascarillas que no éramos capaces de comprar en “un mercado muy competitivo” y, además, si lográbamos ese material, no éramos capaces de traerlo al lugar dónde lo necesitábamos para seguir respirando, y para que los soldados que teníamos luchando en hospitales no siguiesen cayendo infectados.

Y en esos momentos de sorpresa, de intentar aguantar el puñetazo sin caer, de disimular para que nuestros inquilinos, y nuestros vecinos, no viesen cómo no nos habíamos preparado, y cómo no sabíamos responder, actuaron las empresas, los directivos y las organizaciones altruistas.

Las empresas y los emprendedores -los jóvenes y los consolidados hace décadas y que emplean a miles de personas- volvieron a responder a las necesidades de la sociedad.

Empezaron a flotar aviones, a comprar productos, a traerlos a casa, a cerrar heridas, a reorganizar sus cadenas de producción y, por ejemplo, en lugar de hacer coches hacer respiradores, o fabricar con impresoras 3D las válvulas necesitadas.

¿Y las que no podían ayudar directamente?. Pues resulta que muchas de ellas estaban capeando con el cierre de su producción, o sus servicios, con enfermos entre sus empleados o con falta de liquidez, etc etc..

A pesar de la dificilísima situación han hecho todo lo que han podido para defender a sus empleados, para intentar que no se contagiasen, para mantener los puestos de trabajo -utilizando los ERTES (cuando les ha sido posible)-, para facilitar el teletrabajo, o la búsqueda de otras fórmulas para poder trabajar, para intentar informarles de qué tenían que hacer, o interpretar, con BOEs publicados las noche anterior.

Parece que hemos superado la primera fase de esta tormenta y mientras esperamos a comprobar si las nubes se dispersan, o vuelven a agruparse y nos obligan a resguardarnos en casa, hay una cosa que no podemos negar: la mayoría de las empresas se han comprometido todo lo que han podido con la sociedad y sus empelados.

Sé que habrá casos particulares que se pueden esgrimir para decir lo contrario, pero analizando con una visión “general”, está crisis ha demostrado el compromiso de las compañías, los emprendedores, y la mayor parte de las organizaciones, con la sociedad.

Si creemos que algunos no lo han hecho y determinada empresa, o banco, o asociaciones, no han estado a la altura, pues dejemos de comprar sus productos, contratarles o utilizar sus servicios. Pero si somos conscientes de que sí han respondido, y han hecho todo lo que han podido (en infinidad de casos sin que les obligasen. Sólo porque han querido), actuemos en consecuencia.

Premiemos con nuestras compras, donaciones o contrataciones a las compañías, asociaciones o instituciones que han materializado su Responsabilidad y Sostenibilidad, que han visualizado los intangibles que son tangibles y que han ayudado a nuestra sociedad a seguir navegando.

Algunas empresas, que sólo se preocupaban de sus accionistas, se han sumado a las numeras acciones puestas en marcha y han puesto a la RS en su estrategia como compañía, siendo conscientes de que son parte de una sociedad que también sufre, y ayuda al resto.

La anterior crisis de 2008 ya hizo que la RSC se visualizase más por la sociedad, igual que se había logrado más presencia mediática de los ODS o de la Agenda 2030, pero la Covid ha posibilitado que todas estas acciones protagonizasen informaciones en los medios a diario.

No dejemos que se olviden, actuemos con nuestros hábitos de consumo, nuestras apuestas por la economía circular y sostenible. Y riámonos públicamente cuando se critique a una empresa, o un empresario, por “querer devolver” a la sociedad, parte de lo que la vida le ha dado. 

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